Estamos acostumbrados a escuchar que tenemos dos hemisferios cerebrales con formas complementarias de interpretar el entorno. El cerebro lógico, en el hemisferio izquierdo, que se apoya en lo mental, y el cerebro intuitivo, en el derecho, que se apoya en la emoción. Por lo general, es frecuente que en la toma de decisiones, el cerebro lógico se apodere de la situación con la forma racional y estructurada de elaborar el pensamiento, anulando en gran medida al lado emocional, salvo en aquellas decisiones que hay que tomar en momentos de gran peligro o que necesidad de gran rapidez de acción, donde no hay tiempo para grandes elucubraciones y la emoción toma el control (o el descontrol, depende como se mire).
Ante esta forma de enfocar el pensamiento, cabe una tercera opción mental: la mente contemplativa. Su existencia se basaría en el hecho de que si aceptamos que las células de nuestro cuerpo se organizan en tejidos y estos en órganos que se agrupan en sistemas para dar lugar al cuerpo humano… ¿por qué tenemos que detenernos aquí? ¿Por qué no aceptar que más allá del cuerpo individual que somos cada uno de nosotros existe una organización superior de la que todos formamos parte y que de alguna manera nos influye? En esta organización superior, que sería como una conciencia colectiva que está a nuestro alrededor, en el entorno, en todo aquello que nos rodea, en los demás, la naturaleza, en el mundo que gira y cambia, en las estaciones y los ciclos lunares y la fuerza de las mareas, hay mucha información y hay personas que creen ser capaces de descubrir minúsculas partes de la misma. Si reconocemos que hablamos con nosotros mismos cuando nuestro cerebro está activo, implícitamente estamos reconociendo que dentro nuestro hay dos personajes como mínimo, dos voces, pero también hay un observador que, si trabajamos nuestra mente, podemos llegar a conocer y dejar que nos influya. Sería esta tercera vía, lo que podríamos llamar mente contemplativa, la más acertada para encontrar respuestas y soluciones a los enigmas que nos atrapan en las decisiones relevantes que tomamos en la vida. Sólo hay que ser capaces de desligarse de lo mental, del razonamiento sagaz y astuto de la mente racional e incluso ir más allá del pensamiento centrado en la intuición y la emoción, que no deja de ser bastante infantil, para poder captar aquello que está en la conciencia superior que nos abarca a todos. Escucharnos, evadirnos de la razón, meditar profundamente y esperar a que las respuestas lleguen, de pronto, con una certeza y una fuerza irrefutables: así actuaríamos si fuéramos capaces de dejarnos influir por la mente contemplativa. Todo ello con el cuidado de que la mente racional no interfiera y se adueñe de cualquier idea o decisión que venga de ella, reconstruyéndola con la voz de la razón. Esto es lo realmente complicado y difícil.
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