Desde la atalaya del mundo
se ve todo tan pequeño. Abajo rugen las fieras en sus jaulas y truenan marciales los pasos de los ejércitos. Aquí todo es distinto. El silencio se hace luz y la luz brisa. Y la brisa trae un aliento que atraviesa el pecho y se instala en las entrañas. Aquí en lo alto somos invencibles, con los ojos cerrados, el futuro inmenso y todos los sueños posibles.