sábado, 17 de abril de 2010

VIRTUS, PIETAS, FIDES


LA FUERZA DEL CARÁCTER

Si algo distinguió a los romanos fue un especial sentido moral, muy distinto del que dominaba las civilizaciones mediterráneas en el primer milenio aC. Todas estas civilizaciones habían bebido de las fuentes helénicas, de oriente medio o Egipto. Civilizaciones todas ellas con siglos de intercambio y relación. Un espíritu comerciante y colonial en las dos primeras, alerta siempre a la ventaja del mejor trato, y una sumisión milenaria al jefe supremo, al faraón, en el caso de Egipto. Si algo tenía algún brillo civilizado en el continente europeo cuando Roma se formó, se trataba de colonias griegas o descendientes de fenicia, como eran los cartagineses. Algún tímido intento de destacar por parte de poblaciones autóctonas, como el caso de los etruscos en la península italiana, estaba totalmente tapizado de influencias orientales.


Los romanos rompieron con todo ello. Con una habilidad sin precedentes, supieron tomar de todas las civilizaciones que los rodeaban lo que mejor se ajustaba a su forma de entender el mundo y construyeron una visión de sí mismos sólida y perdurable, que los mantuvo siempre confiados de sí mismos hasta el último día.

Virtus, Pietas y Fides, eran los tres conceptos que ilustraban la moral romana. Ninguna puede traducirse literalmente según lo que entendemos hoy por virtud, piedad o fidelidad, ya que se trata de palabras que han ido cambiando con el tiempo su sentido. Para los romanos, Virtus significaba Disciplina, es decir, el dominio de sí mismos, de la propia naturaleza humana. Era un concepto que no tenía ningún componente religioso actual, sino que era muy humano. Sin disciplina, el hombre cede a sus instintos más básicos, a la atracción del placer sin sentido que lleva a la indolencia, a la avidez sin freno que conduce a desear lo propio y lo ajeno, a la pereza que puede dejar los campos sin sembrar y, por último, en la milicia al miedo en el enfrentamiento decisivo, en el último combate, y con ello, a la derrota total.

Pietas era el Respeto a las tradiciones, a los ritos ancestrales. Observar los ritos y los cultos servía para mantener el difícil e inestable equilibrio entre lo humano y lo divino. Se trataba de un equilibrio que se rompía de vez en cuando, con desastres, guerras y muertes. En cuanto podían, los romanos se esforzaban en volver las cosas a su sitio, reparar los daños y volver a celebrar los ritos tradicionales. Era una tendencia natural a mantener el orden establecido, tanto en lo que tenía relación con los dioses como respecto al resto de la sociedad.

Finalmente, Fides se entendía como la Fidelidad necesaria para dar consistencia y fuerza al propio concepto de estado. La Fides garantizaba las relaciones entre las personas y mantenía siempre vigente una especie de contrato social que hacía confiar en el futuro y que mantenía unidos a los ciudadanos entre sí. Esta Fidelidad se traducía en compromisos firmes que hacían que todos los que tenían contacto con ellos pudieran confiar en los tratados que se establecían con Roma, muy al contrario de lo que tradicionalmente había ocurrido con las civilizaciones de influencia oriental, donde la palabra tenía poca duración y podía cambiar de hoy para mañana.

Virtus, Pietas y Fides constituían una fuerza moral nueva en su tiempo, dirigida a mantener el orden establecido por difíciles que fueran las crisis que se sufrieran, una gran armadura social que se mantuvo indestructible durante más de un milenio.



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