miércoles, 7 de marzo de 2012
INNOVACIÓN Y ANTROPOLOGÍA
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a un seminario sobre innovación impartido de forma muy amena por Marcos Gomez. Muchas ideas interesantes y un fuerte estímulo para ponerme manos a la obra. Lo que quiero contaros es que durante el seminario empecé a darle vueltas al origen antropológico del concepto de innovación. Me anoté la idea y ahora la he encontrado en mi bloc de notas.
Nosotros formamos parte de la naturaleza (no voy a insistir aquí en mi opinión ya desarrollada en otras entradas sobre lo poco que nos diferencia del resto de seres vivos y lo anecdótico de nuestra existencia), y ello implica que aunque lo hayamos perdido en parte de vista en las sociedades desarrolladas, nuestra primera finalidad como individuos es sobrevivir. Durante millones de años esa ha sido prácticamente la única función de los seres humanos: poner todo su empeño en sobrevivir (aparte de dejar descendencia). Nosotros, como arma de supervivencia respecto a otras especies, desarrollamos una especial capacidad de vivir en comunidad. Esa comunidad es la que aseguraba nuestra supervivencia, trasladando de generación en generación lo aprendido por otros. Para sobrevivir había que repetir las pautas de comportamiento que habían permitido a los vivos llegar hasta ese momento. Así que si se cortaban las piedras de un modo determinado y se construían ciertas herramientas que habían sido útiles desde un tiempo inmemorial, pues para sobrevivir se seguía haciendo lo mismo. Para sobrevivir no hay que innovar, hay que repetir lo que ya se conoce, porque es lo que ha funcionado y ha permitido que una generación haya sucedido a otra una y otra vez.
Pero con eso sólo aseguramos la supervivencia a corto plazo, ya que lo que nos rodea no permanece inmóvil, cambia y evoluciona, lo que nos obliga a hacer lo mismo a nosotros. Para asegurar la supervivencia a largo necesitamos cambiar. De vez en cuando, sobre todo si el entorno aprieta, surgen bichos raros que hacen alguna cosa como nunca antes se había hecho. Innovan. Pero su innovación siempre es vista como una entrada en la zona de riesgo. Nada peor para la supervivencia a corto que cambiar lo que siempre ha funcionado. Por ello no es suficiente con que un individuo raro haga algo nuevo, sino que ese individuo tiene que conseguir que los demás lo acepten e incorporen sus rarezas en sus hábitos. ¿Fácil? En absoluto. Pero ha ocurrido siempre. La innovación ha permitido que los seres humanos se hayan ido adaptando a los cambios, que hayan podido sobrevivir a ellos. Y a esto lo hemos llamado evolución.
No es extraño que en tiempos de criris, cuando las cosas se ponen difíciles, muchas empresas (sus directivos) opten por quedarse quietos y seguir haciendo lo que saben hacer, que hagan suya la frase de "zapatero a tus zapatos". ¡Qué gran error! Pero fácilmente entendible: es un comportamiento que está anclado en nuestros genes: innovar implica riesgo, algo en nuestro interior dice que cambiar pone en peligro nuestra supervivencia. ¡Cuando sólo la innovación va a ser capaz de conseguir que la empresa "evolucione" y se adapte al entorno cambiante!
En conclusión, innovación = evolución. ¡Hay que mover ficha! Cuanto más difícil se pongan las cosas, ¡más necesidad de innovar!
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