Bailan las góndolas de Venecia
en su amarre al atardecer,
mecidas por un oleaje
incesante y acompasado.
Bajo las lonas que las cubren en su descanso
se acunan los sueños que inspiran por el día.
A lo mejor,
a esa hora tan proclive a la reflexión,
siguen escuchando sólo para ellas
las voces de los gondoleros
y, sujetas a los palos del Gran Canal,
reviven el deslizarse entre las aguas
y su paso bajo los puentes
frente a antiguos palacios
y viejas y húmedas casonas.
Las góndolas de Venecia
susurran entre ellas por la noche
las palabras de amor
que cada día escuchan en su seno.
Si te acercas a ellas,
mientras danzan con la marea,
todas juntas y ordenadas,
y prestas atención a su sube y baja,
puedes descubrir el encanto
puedes descubrir el encanto
de frases sueltas que aún resuenan
entre sus cuerpos de madera.
Son las góndolas de Venecia
baúles de secretos íntimos
y de voces eternas a guardar,
que nos transportan a un país
donde aún se puede soñar.
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