Vayamos al grano: no creo en la
realidad. Por ser más exactos, no creo que el mundo exterior en el que nos
movemos sea como nosotros creemos que es. Es una idea que me acompaña desde
hace años y que poco a poco se ha ido convirtiendo en una certeza para mí. Aún
más, no es que lo que nos rodea no sea como nosotros creemos que es sino que
nada existe más allá de la conciencia que nosotros ponemos sobre ello. En las
próximas páginas intentaré explicarlo, pero advierto ya de entrada que no tengo
una explicación clara de ello ni siquiera propongo ninguna teoría. Simplemente
abro una puerta a la reflexión que cada uno quiera hacer al respecto.
Todo empezó hace una decena de
años cuando me interesó entender hasta donde mi limitada capacidad diera de sí
los trabajos de Einstein sobre la relatividad. Por aquél tiempo lucía un
aspecto bastante einsteniano, con el pelo blanco desordenado y un bigote
similar. De hecho un amigo me hizo un fotomontaje en forma de imán de nevera
donde mi parecido físico con esta genial figura de la ciencia es
extraordinario. Obviamente el parecido se quedaba en eso, ya que yo sabía muy
poco de lo que Einstein había escrito y por lo que todavía era tan reconocido.
Así que empecé a leer obras divulgativas sobre sus trabajos, sus teorías y su
vida. Al cabo de unos meses mi concepto clásico y estándar de la física se
había derrumbado y la visión espacio-temporal
del universo me había atrapado ya para el resto de mis días.
De esa visión un concepto dejó de
ser normal y cotidiano para mí: el tiempo. A partir de las teorías
posteriormente demostradas de Einstein en las que el tiempo dejaba de ser un
concepto absoluto para pasar a guardar relación con otros conceptos como la
velocidad, estirándose o encogiéndose según el lugar de referencia de quién lo
estuviera viviendo, empecé a dudar de que incluso fuera algo real. Esta idea no
era nueva para la física, que ya hacía años que se cuestionaba la naturaleza
del tiempo, pero a mí me resultó un descubrimiento fascinante y revolucionario.
Un concepto dejó de ser normal y cotidiano para mí: el
tiempo. ¿Por qué no dudar de todo lo demás?
|
El cuestionamiento inicialmente
intuitivo y totalmente irracional del concepto del tiempo me llevó a otra
cuestión. Si algo tan interiorizado por todo el mundo como el tiempo podía ser
una creación de nuestra mente, ¿por qué no dudar de todo lo demás? Fue así
cuando di un paso más y empecé a dudar de que el mundo exterior que parece tan
sólido y tan perceptible, fuera real, entendiendo como real que tendría una
existencia como la que yo percibo incluso aunque yo no estuviera presente.
Podría parecer que con esta actitud quedaría atrapado en el relativismo
existencial, pero no ha sido así. No hay contradicción entre aceptar que para
la vida tanto el tiempo como el mundo exterior exigen ser percibidos como lo
son por todos nosotros y, por otra parte, saber que en el fondo son conceptos
cuestionables. Además, profundizar en este cuestionamiento es intelectualmente
muy estimulante.
…………………
Las grandes preguntas
Desde sus orígenes, una constante
del ser humano ha sido la necesidad de buscar
explicaciones al mundo que le rodea. Nuestra mente, al contrario que la
de cualquier otro ser vivo conocido, ha evolucionado con una insistente
preocupación por los qué y los cómo de la materia, la vida, el universo. Como
consecuencia de ello, hemos desarrollado unas características únicas como
especie:
-
Una insaciable curiosidad.
-
La necesidad de disponer de explicaciones para todo, de construir
relatos que nos resulten
confortables, sean o no racionales y objetivos.
-
Una voracidad sin límites por clasificar las cosas por su
forma, tamaño, color, procedencia, etc. Desde el hongo más simple a las
ballenas, desde los estilos arquitectónicos a las flores, todo lo que nos rodea
debe ocupar su lugar concreto en nuestro esquema del mundo.
-
Una tendencia innata a comunicarnos y compartir nuestros relatos, nuestro conocimiento.
-
Una inclinación a la trascendencia orientada a explicar todo
aquello que nuestras capacidades intelectuales no logran entender.
Las explicaciones mágicas acerca de la naturaleza del mundo
mantuvieron las inquietudes bajo control durante decenas de miles de años
|
Las explicaciones mágicas acerca
de la naturaleza del mundo mantuvieron las inquietudes bajo control durante
decenas de miles de años. El crecimiento del arsenal teórico y práctico de la
astronomía, la cronología, las matemáticas, la física, la química, la biología,
etc. (de nuevo el afán por clasificar y ordenar las cosas), exponencial en los
últimos siglos, ha ido arrinconando cada vez más la magia de la naturaleza,
pero aún quedan grandes preguntas sin respuesta. De hecho, las grandes
preguntas siguen sin tenerla:
-
¿Qué es la vida, cómo surgió, de dónde venimos nosotros?
-
¿Qué es el universo, de qué está constituido, cuáles son sus
límites, cuándo se originó?
-
¿Hay algo más allá de esta vida?
Todo
el conocimiento humano, toda la ciencia que hemos desarrollado a lo largo de
nuestra existencia y toda la carga teológica y mágica que nos acompaña desde
nuestros orígenes tienen como centro de atención la vida, el universo y la
muerte, todas ellas relacionadas entre sí (la vida forma parte del universo o
viceversa y la muerte de la vida). Estas son nuestras preocupaciones y de ellas
se derivan las grandes cuestiones sobre las que tanto nos esmeramos en
investigar y que tanto se nos resisten a ser desveladas. Podríamos listar todas
las disciplinas del conocimiento humano y adjudicarlas a uno o varios de estos
tres grandes temas. Por ejemplo, la biología y la psicología a la vida, la
física, la química o la astronomía al universo, las religiones a la muerte o la
filosofía a los tres temas.
Todo el conocimiento humano
tiene como centro de atención la vida, el universo y la muerte
|
Fueron los filósofos griegos los
primeros en dar pasos de gigante en todos los ámbitos del conocimiento humano.
Sus reflexiones, meditaciones y conclusiones, sus relatos en definitiva, todavía nos acompañan hoy en día. No fue hasta los años del Renacimiento cuando
se gestó el concepto de ciencia que hoy lo invade todo y que nos proporcionó
caminos para la búsqueda de explicaciones racionales. Los filósofos griegos ya
utilizaron la lógica, el empirismo y el racionalismo, pero aún tenían gran
relevancia para ellos la metafísica y las explicaciones mágicas no racionales.
Fue a partir de Descartes y Newton cuando se sientan las bases del
cientificismo y la idea de que el universo estaba regido por una serie de leyes
naturales que, una vez descubiertas, demostradas y bien establecidas, darían
explicación a todo lo conocido, erradicando definitivamente la existencia del
azar, la casualidad y los relatos mágicos.
Newton fue una mente privilegiada.
Él sólo fue capaz de crear un edificio sólido de leyes universales que hicieron
cambiar por completo la imagen que se tenía del mundo. Durante casi dos siglos,
sus leyes fueron dogma intocable y alentaron la esperanza de que el orden que
lo regía todo era fácilmente abarcable para la mente humana.
Tuvo que llegar otra mente
extraordinaria para desbaratarlo todo, ponerlo patas arriba y redefinir las
leyes básicas. Einstein con sus maravillosas teorías de la relatividad especial
y general fue capaz de imaginar explicaciones que si bien probablemente
hubieran sido imaginadas por alguien en algún momento posterior, con toda
probabilidad se anticiparon docenas de años. Las elucubraciones de Einstein,
ampliamente demostradas y reconocidas entre la comunidad científica, son de tal
atrevimiento que todavía hoy, casi un siglo después de su enunciado, siguen
estando ausentes de la enseñanza básica, donde todavía rigen las leyes
newtonianas. Todavía hoy en los libros de texto sigue explicándose que los
cuerpos se "atraen" por una fuerza a la que llamamos gravedad sin la
más mínima insinuación acerca de la curvatura del espacio.
Pero a Einstein tampoco le duró su
reinado. Pocos años después de su reconocimiento a nivel mundial, un grupo de
físicos anunció que las partículas tenían unos comportamientos que ni las leyes
de Newton ni las de Einstein eran capaces de explicar. En 1925, Heisemberg,
Born y Schrödinger sentaron las bases de lo que sería la mecánica cuántica que
venía a establecer unos postulados contraintuitivos que parecían y aún parecen
atentar contra la lógica y el razonamiento humanos y que generaría un divorcio
entre las normas que funcionan para el mundo macroscópico en el que nos movemos
y las que funcionan en el microscópico que nos da forma. Durante los últimos
años de su vida Einstein se esforzó por superar este divorcio pero no lo
consiguió. El divorcio sigue vigente en la actualidad.
Las grandes preguntas siguen tan vigentes como el día que
alguien se las planteó por primera vez
|
El caso es que cada vez que ha
parecido que estábamos más cerca de explicar el universo (y, en consecuencia,
la vida y la muerte) se han abierto puertas que nos han alejado de las
respuestas definitivas. Así es cómo las grandes preguntas siguen tan vigentes
como el día que alguien se las planteó por primera vez.
Como he dicho antes, todas las
disciplinas científicas se ocupan de investigar y buscar explicaciones a la
naturaleza concreta de las cosas que nos rodean, del propio mundo en particular
y de todo el universo en general. Dejando aparte las corrientes de conocimiento
que siguen el camino de la magia y la religión, quizás sean la filosofía y la
física, muchas veces de la mano, las que se ocupan de forma más cercana de
explicar la constitución última de las cosas, la primera desde la definición de
las preguntas y el cuestionamiento constate de las respuestas y la segunda con
la concreción, cuantificación y medición de unas y otras.
…………………
¿Qué nos dice la física? El orden de Newton
Isaac Newton (1642-1727),
considerado el padre de la física clásica, construyó un edificio firme y sólido
que expresaba con claridad y lógica el funcionamiento del universo. Aunque tuvo
sus precursores en el enunciado de sus leyes, como Galileo o Kepler, fue Newton
quién se atrevió a marcar las líneas básicas que por primera vez dieron
explicaciones racionales y objetivas al mundo que nos rodea. Todo ello, además,
fue capaz de sintetizarlo en tres simples leyes:
-
Cualquier cuerpo permanece en su estado de reposo o
movimiento uniforme salvo que actúe sobre él una fuerza que le obligue a
cambiar de estado (primera ley de Newton o ley de la inercia)
-
El cambio de movimiento que puede experimentar un cuerpo es
proporcional a la fuerza que se le imprima (segunda ley de Newton o ley de la
dinámica)
-
Cuando un cuerpo ejerce una acción sobre otro, éste ejerce
una fuerza de igual magnitud y dirección opuesta sobre el primero (tercera ley
de Newton o ley de acción-reacción)
Con estos tres simples enunciados,
Newton acertó a poner las bases para explicar el desarrollo de todo lo que
llamamos la física clásica que estuvo en vigor con pocas discusiones hasta
entrado el siglo XX. Newton, además, nos dijo más cosas. Su Ley de la
gravitación universal, en la que define que la fuerza con la que se atraen dos
cuerpos sólo depende del tamaño de sus masas y de la distancia que los separa,
explicó de una forma que todavía hoy se enseña en las escuelas el por qué del
movimiento de los planetas y las estrellas y, en definitiva, dio una
explicación científica al orden que podemos contemplar en el universo.
Con el bagaje del conocimiento
actual no es fácil que podamos entender el impacto que tuvo en su tiempo
comprobar que no sólo el azar o Dios movían los hilos de la existencia, sino
que el universo y nosotros en él tenía unas normas básicas fáciles de entender
y que podían aplicarse sin excepciones en cada uno de los acontecimientos que
estaban al alcance de nuestros sentidos.
Sobre el espacio y el tiempo, dos
elementos centrales de la física sobre cuya naturaleza todavía hoy hay
importantes discusiones, Newton estableció que se trataba de dos conceptos
separados, absolutos, uniformes e inmutables. El espacio para él es una
sustancia infinita, un “algo” que está presente en todo el universo aunque
nuestros sentidos no puedan verlo ni tocarlo pero cuya existencia es
imprescindible. Lo mismo ocurre con el tiempo que él define como absoluto y que
por sí mismo y por su propia naturaleza fluye uniformemente sin relación a
nada externo.
Tiempo y espacio son en
consecuencia para Newton las dos realidades que constituyen el andamiaje invisible que da forma a la estructura del universo.
El espacio es el receptáculo en el que se ubica de forma precisa la materia y
el tiempo es el receptáculo de los acontecimientos en sí, de los cambios. Ambos
conceptos son independientes el uno del otro. Esta idea prevaleció sobre la
física durante casi dos siglos y aún está presente en la mayoría de nuestras
cabezas.
Tiempo y espacio son para Newton las dos realidades que
constituyen el andamiaje invisible que da forma a la estructura del universo
|
…………………
La genialidad de Einstein
Sólo otra mente de capacidades
especialmente brillantes pudo contradecir estos sólidos conceptos. Enfrascado
en sus investigaciones sobre el electromagnetismo y la luz, Albert Einstein
(1879-1955) se dio cuenta que Newton estaba equivocado. Era un atrevimiento
pensar así, dado que las explicaciones de Newton guardaban plena relación con
la propia intuición humana de las cosas y lo que Einstein acabaría proponiendo
más bien iba a estar en oposición a nuestra forma lógica de interpretar las
cosas. Einstein apreció que ni el espacio ni el tiempo eran conceptos rígidos y
absolutos y que, además, ambos estaban íntimamente relacionados.
Einstein se basó en dos postulados
iniciales:
-
Todo movimiento es relativo. Cuando hablamos de que algo se
mueve necesariamente tenemos que hacerlo en relación a alguna cosa que, a su
vez, puede estar en reposo o también en movimiento. No hay movimiento si no hay
un observador que también puede estar en un determinado estado de movimiento.
Para Einstein, las leyes tienen que ser
las mismas tanto para el objeto observado como para el observador, pero el
concepto de movimiento pierde la categoría de absoluto y se convierte en
relativo.
-
La velocidad de la luz es constante. Einstein estableció que
la velocidad de la luz en el vacío es constante, independientemente del
observador u observadores y de si estos están en movimiento o en reposo.
Basándose en estos dos postulados
y con la ayuda de las matemáticas, Einstein desarrolló su Teoría Especial de la
Relatividad que se resume en estos tres puntos:
-
No existen referentes absolutos. El tiempo y el espacio
absolutos de Newton quedan superados. La descripción de los fenómenos de la
naturaleza depende del sistema de referencia desde el que se hace la
observación. Puntos de observación y velocidades diferentes nos darán
resultados diferentes.
-
Definición del concepto de no simultaneidad. Un mismo
acontecimiento puede ser observado en momentos diferentes por observadores
distintos que no compartan su sistema de referencia.
-
Descripción del concepto de masa como energía latente. En
este punto es donde Einstein desarrolló la fórmula que lo ha hecho famoso donde
relaciona la masa con la energía (E=mc2).
Hasta aquí la mente de Einstein
había demostrado estar al nivel de los mejores físicos del momento. Lo que
realmente lo hizo único fue el desarrollo posterior de lo que llamó la Teoría
General de la Relatividad.
La Teoría Especial nos habla de
fenómenos que ocurren libremente, sin mayores trabas. Pero en la naturaleza
existe una fuerza llamada gravedad que interrumpe y pone frenos al libre
movimiento de las partículas. Para Newton la acción de la fuerza de la gravedad
era “instantánea”, ocurría a una velocidad infinita. Los cuerpos simplemente se
sentían atraídos. Einstein sabía ya en ese momento que nada podía ocurrir a una
velocidad superior a la de la luz. Además, era muy difícil creer en la
existencia de una fuerza no sólo instantánea sino que también era invisible. Y
aquí fue donde Einstein tuvo una idea genial que sin él quizás todavía
estaríamos esperando que llegara. Einstein aplicó un pensamiento lateral al
problema de la gravedad y rompió literalmente con las ideas del pasado. Dedujo
que la gravedad no era una fuerza como había dicho Newton, sino la consecuencia
de la curvatura del espacio causada por la presencia de la masa de un cuerpo.
Es como si el universo estuviera formado por una especie de malla
tridimensional cuya perfecta constitución fuera modificada por la materia de
cualquier cuerpo presente con consecuencias para otros cuerpos cercanos. Aunque
no sea un ejemplo tridimensional, la mejor forma de verlo es la de imaginar una
bola de hierro sobre un colchón y el efecto de atracción que produciría sobre otra
bola cercana de menor tamaño. No existe ninguna fuerza invisible de atracción
entre ambas bolas, simplemente se atraen por la curvatura que su presencia
provoca sobre el colchón. Si a ello añadimos velocidades de rotación y
traslación, ya tenemos una explicación que determina tanto los movimientos de
los planetas como la trayectoria de la luz.
Einstein, además, dado que el
universo no es estático, dedujo que el tiempo era una dimensión adicional al
espacio y que ambos constituían el espacio-tiempo e imaginó y desarrolló las
fórmulas matemáticas que demostraban su existencia y su carácter indivisible y
absoluto.
Einstein dedujo que el tiempo era una dimensión adicional
al espacio y que ambos constituían el espacio-tiempo
|
Sobre las teorías desarrolladas
por Einstein se ha construido la física del último siglo. Es cierto que sus
postulados son poco intuitivos y que sólo se apartan de las deducciones de
Newton en casos extremos de velocidad, por ello en nuestro acontecer diario nos
son más sencillas de aplicar las leyes newtonianas. Pero Einstein abrió las
puertas a una descripción del universo novedosa que todavía está en desarrollo.
Abrió las puertas a una descripción del universo novedosa
que todavía está en desarrollo
|
…………………
La mecánica cuántica
Los postulados de Einstein
funcionan muy bien en las grandes masas, distancias y velocidades, en lo que
podríamos denominar el mundo macro. Pero (siempre hay un pero) mientras él se
esforzaba en dar explicación a ese mundo, otros científicos contemporáneos
entre los que destacan Werner Heisenberg (1901-1976), Max Borh (1882-1970) y
Erwin Schrödinger (1887-1961) dirigían sus miradas al mundo micro, al mundo de
las partículas. Y en ese mundo encontraron cosas totalmente inimaginables que
forjaron los fundamentos de la llamada mecánica cuántica y que pueden resumirse
en los siguientes puntos:
-
Todos los parámetros observables y medibles de una partícula
se encuentran en un estado de función de onda que sólo asigna una probabilidad
a que en un momento determinado sean de una forma o de otra. Por decirlo de
otra manera, una partícula concreta no sometida a ninguna medición no dispone
de posición ni velocidades concretas. No es que pueda estar en un momento
determinado en una posición o en otra y que para averiguarlo tengamos que
observarla y medirla, sino que fuera de la observación se encuentra en una
posición y también en la otra. Sé que
es muy poco intuitivo y que atenta contra toda lógica, pero los experimentos
desarrollados durante los últimos decenios han puesto en evidencia que ello es
así. Las fórmulas de Schrödinger predicen de forma magnífica este mundo de
probabilidades.
-
Sólo en el momento en que un parámetro concreto de una
partícula (su posición, por ejemplo) es observado o medido, la partícula
abandona las probabilidades cuánticas y se fija en una situación definida.
-
Pero aún hay más, cuando observamos y medimos un parámetro
concreto de una partícula, es imposible medir cualquier otro. O sea, cuando
medimos la posición de una partícula irremediablemente tenemos que renunciar a
medir su velocidad por ejemplo, lo que nos impide saber con exactitud que otra
posición hubiera tenido esa partícula un instante después de nuestra medición.
-
Y por si todo ello fuera poco, la mecánica cuántica atenta
contra el principio de localidad que Einstein siempre defendió: existen
vínculos instantáneos entre partículas que hacen que unas respondan a lo que
les ocurre a otras saltándose literalmente el criterio absoluto de la velocidad
de la luz. Simplemente ocurren al unísono independientemente de la distancia
que las separe.
Sólo en el momento en que un parámetro concreto de una
partícula es observado la partícula abandona las probabilidades cuánticas y
se fija en una situación definida
|
Desde
que todo ello fue observado se han llevado a cabo numerosos experimentos que
han confirmado una y otra vez estos postulados. Por muy increíble que a priori
nos pueda parecer, la materia microscópica que forma la materia, es decir las
partículas básicas del universo, se comportan de una forma muy poco racional.
Se encuentran simultáneamente en diversos sitios y se relacionan sin tener en
cuenta los límites de la velocidad de la luz.
Hasta el momento no ha habido
forma de reconciliar los postulados de Einstein con los que nos muestra la
mecánica cuántica, como si el mundo macro no tuviera relación con el micro, lo
que no tiene sentido ya que uno forma parte del otro. Einstein luchó contra esa
irracionalidad y se esforzó en buscar una teoría unificadora, la Teoría del
Todo, pero fracasó en sus intentos. Aún hoy en día esta teoría no está
definida, a pesar de los ingentes esfuerzos que han hecho en este sentido los
físicos de todo el mundo. Uno de los intentos más recientes, la Teoría de
cuerdas, el más moderno intento de explicación global de la física que define a
todas las partículas como diminutas cuerdas cuya distinta vibración explica sus
diferencias, tras más de treinta años perfeccionándose, aún no ha llegado a
conclusiones incuestionables.
Einstein luchó contra esa irracionalidad y se esforzó en
buscar una teoría unificadora, la Teoría del Todo, pero fracasó en sus
intentos
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…………………
¿Existe una realidad?
Tenemos un concepto de la ciencia
que se asemeja al de un gran tablero en el que estamos descubriendo un enorme
rompecabezas al que le vamos añadiendo piezas que encajan a la perfección y que
tarde o temprano conseguiremos completar. Justificamos las piezas que nos
faltan con la necesidad de mejorar el conocimiento actual. En esta construcción,
por desgracia, cada vez que avanzamos nos encontramos con piezas que a la vez
ellas mismas constituyen rompecabezas que precisan de sus propias piezas para
completarse y poder formar parte del gran tablero de juego. Y cada vez las cosas se complican más sin llegar nunca a una
explicación final de las mismas.
En mi opinión deberíamos abandonar
ese tablero y realizar un enfoque radicalmente diferente. Todos los esfuerzos
por descubrir los secretos del universo (y recordemos que con ello también
estamos buscando explicación a la vida y la muerte) se ciñen a la idea de que
hay algo que descubrir, algo concreto que está ahí fuera de nosotros y que
estaría de cualquier modo aunque nosotros nos estuviéramos presentes. ¿Y si no
fuera así? Para ser más concretos, ¿existe una realidad que está ahí fuera y
que seguiría estando tal cual aunque nosotros no existiéramos? Desde los
orígenes del pensamiento y del lenguaje, hemos encajado nuestra estructura
mental en la idea de que hay un mundo (y sólo uno) al que nosotros hemos
llegado como una parte más del mismo y que, además, sólo con nuestra
observación, las cualidades de nuestros sentidos y la fuerza de nuestro
pensamiento podemos ser capaces de aprehender, explicar, definir y en última
instancia prever. Y así llevamos siglo tras siglo, a golpe de teorías cada vez
más elaboradas que, cuando parece que van a llegar a una explicación definitiva
se estrellan estrepitosamente y obligan a elaborar nuevas y aún más complejas
elucubraciones.
Si
cae un árbol en medio de un bosque sin que haya nadie en el lugar ni en los
alrededores, ¿hace ruido al caer?
|
Un
ejemplo, la paradoja del árbol caído. Si cae un árbol en medio de un
bosque sin que haya nadie en el lugar ni en los alrededores, ¿hace ruido al
caer? La lógica nos invita a responder que el árbol hará ruido tanto si estamos
allí como si no, pero ¿podemos hablar de ruido sin la presencia humana? El
árbol al caer creará unas ondas en el aire, pero esas ondas, en ausencia de un
sistema receptor como nuestro oído, no se convertirán en el concepto que
conocemos como ruido. Es un ejemplo de cómo la realidad que creemos sólida,
existente y con vida sin necesidad de nuestra presencia, puede que no lo sea
tanto. O por ejemplo, si estallara una nave en el espacio aunque estuviéramos
presentes allí observándolo, tampoco se produciría ningún ruido ya que en
ausencia de aire las ondas sonoras carecerían de un medio por el que
desplazarse.
Desde hace años vengo dándole
vueltas a todo ello. Si para conectar con nuestro exterior sólo disponemos de
nuestros sentidos y de la interpretación que hace nuestro cerebro de las
señales que le envían, ¿podemos estar seguros de que ese exterior es el mismo
sea quién sea o lo que sea el observador? ¿Acaso unas capacidades sensoriales y
mentales diferentes no captarían señales también diferentes y, en consecuencia,
llevarían a cabo distintas interpretaciones de las cosas? Desde una forma
puramente intuitiva, estoy seguro de que es así. El mundo que nos rodea, el
universo que conocemos, es como nosotros creemos que es porque nosotros somos
como somos. La conclusión de ello es que nosotros somos los que creamos el
universo. No quiero decir con ello que las cosas, el mundo, el universo no
existan más allá de nuestra propia existencia, lo que digo es que todo tiene la
semblanza que tiene porque nosotros somos los observadores y la tiene de ese
modo sólo para nosotros.
¿Unas capacidades sensoriales y mentales diferentes no
captarían señales también diferentes y, en consecuencia, llevarían a cabo
distintas interpretaciones de las cosas?
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…………………
Percepción de la realidad
La física no ha encontrado todavía
la forma de explicarnos algunos de los grandes interrogantes. Aspectos como
cómo empezó todo, qué había en el inicio y por qué el tiempo tiene una sola
dirección siguen generando grandes debates. Las explicaciones que la física
intenta dar a estos interrogantes son de una complejidad tal que en una especie
de vuelta de 360 grados nos regresan al inicio. Cuando para explicar las cosas
tenemos que imaginarnos una decena de dimensiones desconocidas, ingentes
cantidades de materia y energía oscuras e invisibles o infinitos universos
paralelos, algo está fallando. Sobre todo cuando se obvia una cuestión que la
mecánica cuántica se ha encargado de demostrar: si no estuviéramos nosotros
observando y midiendo, el universo entero se movería en un campo de
probabilidades donde todo tendría cabida y nada estaría definido. En mi
opinión, las leyes de la naturaleza deberían llamarse más bien leyes humanas de la naturaleza que
percibimos, o algo así. Recordemos el ejemplo del árbol y el ruido
inexistente en ausencia de un oído capaz de darle entidad. Veamos más ejemplos.
Si para explicar las cosas tenemos que imaginarnos una
decena de dimensiones desconocidas, ingentes cantidades de materia y energía
oscuras e invisibles o infinitos universos paralelos, algo está fallando
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Podemos encender un fuego o una
simple cerilla y presenciar el habitual color amarillo-rojizo de la llama.
Pero, ¿esa llama es así, tal como la vemos, incluso si no somos nosotros los
que la observamos? La llama emite ondas de fotones, electricidad y magnetismo y
nada de todo ello tiene un color concreto. Sólo si la longitud de estas ondas
tiene una amplitud determinada dentro de un gradiente concreto, será capaz de
impresionar las células de nuestra retina que, a su vez, enviarán un mensaje
eléctrico a través del sistema nervioso de neurona en neurona a una enorme
velocidad y será en el cerebro donde las ondas tomarán forma y color. Cualquier
otro ente que pudiera tener capacidad de observar e interpretar lo que allí
estuviera ocurriendo dispondría de capacidades diferentes a las nuestras para
hacerlo e indudablemente tendría percepciones distintas. La llama dejaría de
tener el color que tiene para nosotros y ni siquiera su forma, temperatura o
posición podríamos estar seguros de que fuera a ser igual.
Pongámoslo más difícil y
atrevámonos a especular sobre algo que puede parecernos más seguro, algo en lo
que no interviene el sentido de la vista: la solidez de las cosas. Si apoyamos
la mano sobre una mesa podemos percibir su dureza. Sin duda nos parece que una
mesa es sólida tanto si estamos nosotros para apoyarnos en ella como si no.
Profundicemos un poco más en esta idea. Toda la materia sabemos que está
constituida por partículas y los diferentes estados en los que se nos muestra,
el sólido, el líquido y el gaseoso, no son más que una expresión de lo más o
menos apretadas que están sus partículas constituyentes. El espacio que hay entre
las partículas que forman la materia es tan enorme como el que podemos observar
a nivel macroscópico entre los astros estelares. La materia en realidad está
inmensamente vacía. ¿Por qué nuestra mano cuando se apoya sobre la mesa no es
capaz de penetrar en ella como si fuera una enorme masa de mantequilla? Porque
la mesa tiene sus partículas íntimamente ligadas entre sí. Los átomos están
formados por partículas con diferentes cargas. Las positivas, los protones, se
encuentran en el núcleo junto con otras de signo neutro, los neutrones. A su
alrededor encontramos orbitando a los electrones, partículas de carga negativa.
Sabemos por el electromagnetismo que las partículas de carga opuesta se atraen
entre sí, por ello los electrones se muestran unidos a los protones del núcleo
del átomo y, a su vez, repelen a los electrones que están girando alrededor de
núcleos de otros átomos. Al final, todas estas uniones y repulsiones se
traducen en una especie de sinfonía con las partículas a modo de notas
musicales y las fuerzas electromagnéticas que las unen entre sí para formar la
melodía. Las diferentes fuerzas que mantienen a los átomos en equilibro, las
fuerzas iónicas, pueden ser de diferente magnitud pero en cualquier caso son
capaces de mantener unidos los átomos para formar la materia. Nuestra mano no
puede penetrar en la mesa porque ésta está constituida por átomos fuertemente
ligados entre sí, del mismo modo que la naturaleza de nuestra mano, y las
cargas iónicas de la superficie de la mesa repelen las de la superficie de
nuestra piel de una forma que nos hace imposible atravesarla. La mesa no es
sólida porque tenga una especie de capa uniforme y llena de materia que la haga
impenetrable, sino porque las fuerzas electromagnéticas que mantienen sus
átomos unidos y las que hacen lo propio con nuestras manos ejercen una fuerza
opuesta que no lo hacen posible. Pero, ¿tendría la mesa el mismo comportamiento
si nuestra mano tuviera otro tipo de naturaleza? Si las cargas iónicas de la
superficie de nuestras manos fueran positivas en vez de negativas, podría
ocurrir precisamente lo contrario a lo que ocurre, que cuando estuviéramos a
determinada distancia de la mesa quedáramos tan unidos a la misma que no
pudiéramos separarnos. En conclusión, la mesa es sólida para nosotros porque
nosotros somos cómo somos.
Cuando nos damos la vuelta, las cosas simplemente dejan de
ser algo concreto para pasar a ser una probabilidad
|
A los ejemplos anteriores, además,
habría que aplicarles lo que nos ha enseñado la mecánica cuántica sobre el
comportamiento de las partículas. No sólo las cosas son como son para nosotros
porque nosotros somos como somos sino que si no estamos nosotros observándolas
o intentando interaccionar con ellas, las cosas ni siquiera son algo concreto.
El universo está constantemente en movimiento y las partículas dejan de tener
naturaleza de partícula para pasar a tener naturaleza de onda en cuanto
nosotros nos damos la vuelta. Y entonces, cuando nos damos la vuelta, las cosas
simplemente dejan de ser algo concreto para pasar a ser una probabilidad.
…………………
La conciencia
Etimológicamente conciencia tiene
su origen en el latín conscientia que significa con conocimiento.
La conciencia es la capacidad humana que nos permite reconocernos a nosotros mismos
e interactuar con lo que nos rodea. Aunque desde un punto de vista biológico,
tenemos que buscar la naturaleza de la conciencia en las cualidades de nuestro
cerebro, las interacciones entre las neuronas, los mensajes electroquímicos y
los efectos de los neurotransmisores, en realidad la conciencia es una
actividad mental que no tiene una estructura física definida. La conciencia no
está localizada en un tejido o unas células, sino que es un estado mental, no
puede diseccionarse y estudiarse cómo funciona biológicamente.
La conciencia no está localizada en un tejido o unas
células, sino que es un estado mental, no puede diseccionarse y estudiarse
cómo funciona biológicamente
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La conciencia, además, estando
presente en todos los seres humanos en su esencia no es un concepto universal.
Ha ido variando con el tiempo y no ha sido compartida uniformemente por toda la
Humanidad. La conciencia, es decir el estado de percepción mental de las
personas, que se ha considerado normal y el que se ha catalogado como alterado
o incluso patológico no han sido los mismos en unos lugares y momentos
concretos que en otros. Ello obedece a que la conciencia es consecuencia de un
larguísimo proceso de evolución mental basado en aspectos de supervivencia y
adaptación a entornos y medios que no eran iguales en todos los sitios.
El estudio de la evolución de la
conciencia es complejo porque es muy difícil imaginar los parámetros que regían
los estados de conciencia del pasado y a veces es inevitable aplicar en este
estudio los condicionantes actuales. Aunque en el pasado no fue así, hoy en día
sólo consideramos un estado normal de conciencia, el estado de vigilia.
El estado de vigilia es aquél en el que nos mostramos completamente receptivos
a las influencias del entorno que nos rodea y a nuestros propios
comportamientos y en el que abordamos la interpretación del medio con la máxima
objetividad y raciocinio. Todo lo que no sea vigilia se considera un estado
alterado de conciencia. Entre estos, se estima como una alteración normal el
sueño, donde no somos conscientes de lo que ocurre en el entorno pero
mantenemos una importante actividad mental donde sentimos y reaccionamos a otro
tipo de influencias. Aparte del sueño, el resto de estados alterados de
conciencia pueden clasificarse en aquellos en los que está disminuida, cuyo
máximo exponente sería el estado de coma, y aquellos en los que está aumentada,
como serían la excitación o el delirio.
Otra forma de clasificar la
conciencia es viéndola como una especie de continuo entre el estado de vigilia
más despierto y el del sueño profundo, marcando estados intermedios: la
vigilia, la somnolencia, el sueño leve en semivigilia, las primeras fases del
sueño y el sueño profundo.
La conciencia, además, para actuar
(tener conocimiento) necesita apoyarse en el lenguaje. No podemos tener
conocimiento de aquello que no sabemos que existe, ni siquiera podemos
percibirlo. Nuestra conciencia cuando es capaz de diferenciar una parte del
todo, inmediatamente la define con un nombre para poder reconocer esa parte de
forma independiente a otras. Pongamos un ejemplo, para los no introducidos en
la materia un gorrión es un gorrión y podemos identificarlo a primera vista.
Pero para un ornitólogo hay docenas de especies de gorrión y para él las
diferencias entre un gorrión del desierto (Passer simplex) y un gorrión alpino
(Passer italiae) son tan evidentes como lo pueden ser para nosotros las que hay
entre una ballena y un delfín. Simplemente alguien que no esté introducido en
el tema y que no disponga de más nombre que gorrión para denominar a esa clase
de aves, no será consciente de la cantidad de especies que existen. El lenguaje
da categoría a las cosas y por una implícita necesidad biológica, somos una
especie que necesita que las cosas tengan nombre y estén categorizadas y
clasificadas para poder distinguirlas, percibirlas, reconocerlas y darles
naturaleza. No hay conciencia sin lenguaje y viceversa. La conciencia y el
lenguaje son las herramientas que tenemos para aprehender el mundo que nos
rodea. El universo sólo puede ser interpretado a través de nuestra conciencia y
sólo podrá serlo aquello que hayamos podido identificar y nombrar.
La conciencia y el lenguaje son las herramientas que
tenemos para aprehender el mundo que nos rodea
|
¿Qué es la vida, cómo, cuándo y
dónde surgió? En mi opinión, esta forma de plantear esta cuestión es errónea.
Nuestra mente se esfuerza en escribir relatos racionales al respecto y no niego
que estos relatos tengan fundamento. Lo que considero discutible es la forma en
que los organizamos para escribir un relato que merecería una mayor reflexión.
La vida es conciencia y es ésta la que confiere sentido a la otra. La
conciencia da sentido a la vida y no al contrario. Las preguntas que tendríamos
que hacernos deberían estar relacionadas con el origen y la propia naturaleza
de la conciencia, concepto del cual estamos aún más lejos de cualquier
narración que por lo que respecta a la vida.
Sobre el origen de la vida sabemos
muchas cosas. Sabemos lo de la sopa primigenia, donde átomos convertidos en
moléculas por millones de años de interacciones químicas, llegaron a crear las
proteínas básicas, la cápsula protectora y diferenciadora del ser y el entorno
y, lo más apasionante, los compuestos con una voraz capacidad de auto-replicación.
Todo se reduce a esto: metabolismo y reproducción. Nuestro ADN, nuestros genes,
precisan de las proteínas para hacer cosas, buscar materias primas, generar
biomasa, protegerse de los peligros, sobrevivir, y las proteínas precisan de
nuestro ADN para replicarse y perpetuarse en el tiempo.
Sabemos también que sólo tuvo que
crearse una célula inicial para que a través de la replicación, el azar y las
mutaciones, el mundo se poblara de seres vivos y especies aparentemente muy
diferentes pero que comparten un origen común en sus elementos básicos y sus
procesos químicos.
Sabemos todo eso y mucho más, pero
lo que no sabemos es como se pudo originar esta conciencia que tenemos los
seres humanos. Por mucho proceso evolutivo y mucha narración histórica acerca
del origen de la vida, la evolución, nuestros primeros ancestros y nuestro
pasado como especie, ni los más avezados científicos pueden darnos una
explicación al origen de la conciencia, entendida, como decía antes, como la
capacidad de reconocernos a nosotros mismos e interpretar todo lo que nos
rodea.
¿La conciencia es una consecuencia
del origen de la vida o es al contrario, la vida una consecuencia de la
conciencia? ¿Existe el concepto de vida
más allá de la conciencia? Las cuestiones sobre la vida podrían plantearse de
otra forma: ¿cómo, cuándo y dónde nuestra conciencia fue capaz de crear la
vida, y aún más, el mundo y el universo? Porque sin nuestra capacidad para
tener conocimiento de ello, sin nuestra conciencia, no existiría la vida ni todo
lo demás. Es nuestra conciencia la única que otorga cartas de naturaleza.
La conciencia da sentido a la vida y no al contrario. Sin
ella no existiría la vida ni todo lo demás. Es nuestra conciencia la única
que otorga cartas de naturaleza
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…………………
Los sentidos
Desde pequeños nos han enseñado
que tenemos cinco sentidos: la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto,
y que con ellos los seres humanos somos capaces de manejarnos por el medio y,
aún más que ello, conocerlo en profundidad hasta el punto de descubrir cómo
funciona. Los sentidos también son el producto de una larga evolución biológica
de adaptación al medio. Los compartimos con diferente nivel de intensidad con
el resto de seres vivos de nuestra clase, los mamíferos. El número de cinco
está tan asentado en el acervo cultural que nos es difícil pensar que podría
haber alguno más o para ser más exactos, que
alguno de los cinco estándares podría subdividirse en otros. Por
ejemplo, diferentes autores sostienen que a la lista de los cinco sentidos
conocidos se podrían añadir:
-
El sentido del equilibrio
-
La termocepción o capacidad de sentir el frío o el calor del
ambiente
-
La nocicepción o percepción del dolor.
Todos ellos, de igual forma que
los cinco recitados de memoria, disponen de receptores identificados y una
fisiología concreta y ampliamente estudiada.
De cualquier modo, nuestros
sentidos son los que son y son, además, las únicas vías que tenemos para que
aquello que no somos nosotros mismos llegue a influir de alguna forma en
nosotros. Sin las funciones de nuestros sentidos seríamos unos completos
autistas del medio y por supuesto nuestra capacidad de supervivencia sería
cero. Existen otros sentidos, otras capacidades sensoriales con las que la
evolución no ha dotado al ser humano. Por ejemplo, algunos peces aprovechan la
mayor conductividad del agua y son capaces de detectar los débiles impulsos
eléctricos que provocan otros peces de la zona. Otros animales, como las abejas
o las truchas, son capaces de detectar los campos magnéticos y utilizar esta
información para orientarse. O la quimiotaxis, esa capacidad que tienen las
bacterias o determinadas células como los leucocitos de orientarse según
perciban la concentración de determinadas sustancias químicas en el medio en el
que se hallan.
Teniendo en cuenta que por lo que
sabemos todos los seres vivos del planeta, desde el más simple ser unicelular
hasta la más compleja organización celular, compartimos el mismo origen y que
todos provenimos de la misma célula primigenia, como prueba el hecho de
compartir los mismos tipos de aminoácidos y otras moléculas básicas, así como
funciones y mecanismos vitales estándar, no es de extrañar que el número de
vías sensoriales conocidas sea más bien bajo. De lo que sí podemos estar
seguros es que por una simple cuestión de economía, los sentidos utilizados por
la vida son los imprescindibles para sobrevivir en las condiciones de este
mundo. ¿Podrían existir otros tipos de canales de comunicación con el entorno?
Obviamente sí. ¿Qué podríamos detectar y conocer acerca de nosotros mismos y lo
que nos rodea con otros sentidos disponibles? Podemos dejar libre la
imaginación, pero está claro que las cosas serían muy distintas.
¿Qué podríamos detectar y conocer acerca de nosotros mismos
y lo que nos rodea con otros sentidos disponibles?
|
Considero que nuestros sentidos
están magnificados y sobrevalorados dado que son los únicos que tenemos y nos
han traído hasta aquí, pero con solo que le dediquemos un poco de atención, imaginando
la cantidad de vías sensoriales posibles, son más bien escasos. Interpretamos
el mundo con lo que tenemos, nuestros sentidos y nuestra mente, pero bien
pensado ello no es demasiado.
…………………
Nuestro cerebro crea la realidad
Así pues, para valorar qué es la
realidad tenemos nuestros sentidos, nuestra conciencia, el lenguaje y las
ciencias desarrolladas por nuestra mente, como la física. Todo lo que somos
capaces de interpretar depende de estos elementos. Las ciencias pretenden ser
tan objetivas que se han olvidado que nosotros estamos aquí, observando,
tomando medidas de las cosas, interpretando e inevitablemente interactuando y
modificando nuestro entorno. Nuestra conciencia está limitada a ser tomada en
consideración solo en el estado de vigilia, obviando las aportaciones que
pudiera hacer a nuestros pensamientos desde otros estados. Y finalmente,
nuestros sentidos son escasos y muy limitados para el propósito de interpretar
la realidad de forma fehaciente.
Por todo ello me adhiero a los
pensamientos de la corriente biocentrista que abre la puerta a la idea de que
no hay una realidad sólida e inmutable fuera de nosotros que funciona como una
maquinaria precisa en nuestra ausencia y que se resiste a ser completamente
explicada, sino que somos nosotros con nuestra presencia y la fuerza de nuestra
conciencia los que creamos la realidad a nuestra medida. Creo firmemente que
cuando nos damos la vuelta, en nuestra ausencia, las cosas dejan de ser como
nosotros las hemos percibido y que sin nuestra observación regresan a una
situación de probabilidades flexible e infinita sin más formas, colores u otras
características concretas con las que nosotros somos capaces de dotarlas con
nuestra simple presencia. No hay un mundo exterior que pueda ser explicado con
objetividad, sino que el mundo lo construimos nosotros en nuestras mentes. No
hay mas realidad que la que nosotros somos capaces de crear.
Cuando nos damos la vuelta, en nuestra ausencia, las cosas
dejan de ser como nosotros las hemos percibido y sin nuestra observación
regresan a una situación de probabilidades flexible e infinita sin más
formas, colores u otras características concretas
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Los ojos son literalmente unas
ventanas por las que se cuelan estímulos del exterior hacia nuestro propio
interior. Estos estímulos no serían nada sin el proceso de recepción e
interpretación que realiza nuestro cerebro. Son muchos los estímulos que llegan
a la vez. El proceso de observar es muy distinto al de escuchar. Cuando
escuchamos una conversación, por ejemplo, las palabras, las frases y los
conceptos que nos van llegando a través de nuestras ventanas auditivas lo hacen
de forma paulatina y ordenada, por lo que la función que tiene que llevar el
cerebro de organización, interpretación y en su caso respuesta es mucho más sencilla que cuando observamos algo. Si
contemplamos un paisaje o, por poner un ejemplo en el que nuestro cuerpo
tuviera que responder, si estamos observando a una pieza a la que intentamos
cazar, los estímulos que penetran por nuestras ventanas oculares son muchos y
nos llegan todos a la vez. Colores, formas, posiciones, cambios, movimiento,
todo ello representa una enorme cantidad de información que hay que procesar al
instante con el fin de actuar de la forma correcta y eficaz. No hay demasiado
tiempo para tomar nota de todo. Por ello, nuestro cerebro funciona llevando a
cabo asociaciones entre lo que recibe en cada momento y otras experiencias
similares que hayamos tenido antes. Por decirlo de otra forma, nuestro cerebro
sintetiza los estímulos según nuestro interés del momento y no se preocupa
demasiado por describirlo todo sino que si encuentra algo parecido ya
pregrabado en su memoria, actúa y responde. Para que esa respuesta sea lo más
rápida posible (cuestión de supervivencia) el cerebro filtra y se centra en la
información mínima necesaria para realizar el proceso de ver y después rellena
los huecos que necesita para interpretar esa información utilizando lo que ya
conoce del mundo que le rodea. En consecuencia, no vemos la realidad tal como
es o, para ser más exactos, como la veríamos si nuestro cerebro sólo se
centrara en los estímulos que le llegan sin ninguna información previa basada
en experiencias, sino que la reconstruimos a medida, utilizando la información
imprescindible del movimiento, color, contornos, luz, etc. Esto convierte el
proceso de ver en un arte creativo, a la medida de las capacidades individuales
de cada uno y explica por qué los recién nacidos, a pesar de tener un órgano de
la vista que recibe perfectamente los estímulos del exterior, por su falta de
experiencias previas y la imposibilidad de realizar estas asociaciones, no es
capaz de interpretar lo que ve.
Hay multitud de ejemplos de ello y
cada uno de nosotros constantemente, si presta atención, podría percibirlos. Si
como peatones vamos a cruzar una calle, nuestro cerebro resume los estímulos
visuales a todo aquello que nos viene por el lado en que circulan los vehículos
quedando prácticamente ciego para lo que nos pueda venir por el otro lado. Si
estamos concentrados leyendo, cualquiera podría acercarse a nosotros despacio y sin hacer demasiado ruido
prácticamente hasta tocarnos sin que nos diéramos cuenta de ello, permaneciendo
ciegos a lo que ocurre a nuestro alrededor y a pesar de que quién se acercara
estuviera en nuestro campo de visión.
Son muchas las imágenes que
circulan por internet y que nos ponen a prueba para evidenciar cómo nuestro
cerebro va al grano a la hora de interpretar. Una de las más conocidas es la
capacidad que tenemos de leer utilizando números por el parecido que tienen con
algunas letras. Por ejemplo, todos podemos leer con facilidad el siguiente
texto: UN D14 D3 V3R4N0 3574B4 7UMB4D0 3N L4 4R3N4 D3 L4 PL4Y4… Nuestro cerebro
sabe que estamos leyendo una frase y de forma casi instantánea, por analogía
transforma los números en letras. Otra es la capacidad de pasar por alto
porciones de texto que se se hayan repetido en una frase y que no aporten
información adicional (vuelve a leer con atención esta frase y te darás cuenta
de ello)
Ocurre lo mismo con todos los
sentidos, pero quizás con el de la vista es más llamativo. Nuestro cerebro hace
lo mismo con el sentido del oído cuando estamos en plena calle en un lugar con
mucho tráfico y alboroto a nuestro alrededor y somos capaces de llevar una
conversación con la persona que nos acompaña. En este caso nuestro cerebro es
capaz de filtrar y minimizar todo aquello que no sean las palabras que estamos
intercambiando.
No hay un mundo exterior que pueda ser explicado con objetividad,
sino que el mundo lo construimos nosotros en nuestras mentes. No hay mas
realidad que la que nosotros somos capaces de crear
|
En conclusión, tenemos que ser
conscientes de que la interpretación que hacemos de aquello que está fuera de
nosotros y que nos llega a través de las ventanas de nuestros sentidos, es
creada literalmente por nuestro cerebro. Se dice que nuestro cerebro nos
engaña, pero lo que ocurre es que necesitamos que nuestro cerebro nos permita
actuar muy rápido y para ello tiene que resumir y sintetizar toda la
información que recibe.
…………………
Acerca del tiempo
Desde que Einstein demostró que el
tiempo no es un concepto absoluto, son muchos los físicos (y también los
filósofos) que han profundizado en su estudio. Casi un siglo después de que se
teorizara y demostrara que el tiempo es un concepto relativo, ello todavía nos
parece ciencia ficción. Pero lo cierto es que quedó físicamente demostrado que
podríamos viajar al futuro siempre que fuéramos capaces de alcanzar unas
velocidades aún prohibitivas para la tecnología presente.
Nuestra mente ha evolucionado de
forma que todos los acontecimientos propios y externos pueden clasificarse
dentro de tres estados temporales: pasado, presente y futuro y que, además, el
tiempo solo puede tener una dirección transcurriendo inexorablemente desde el
pasado hacia el futuro pasando por el presente. Reflexionemos un poco sobre
todo ello.
Cuando pensamos en el ahora,
incluimos toda la información que nuestros sentidos son capaces de capturar en
este preciso instante. Ahora estoy aquí sentado escribiendo y por la ventana
puedo ver como circulan los automóviles o como atardece. Ahora en mi
reproductor de música suena una canción, mi gato duerme plácidamente enroscado
en el sofá y mis dedos se mueven sobre las teclas del teclado del ordenador.
Esta es la información de nuestro ahora que por supuesto es coincidente con
cualquier otra persona que esté evaluando también su propio ahora cerca de mí.
Los automóviles circulan para ella en el mismo ahora que para mí, atardece del
mismo modo y si esa persona pudiera verlo, vería a mi gato en plena siesta.
¿Estamos seguros que es así? Pues parece ser que no. Einstein dejó plenamente
establecido que nada puede viajar más rápido que la luz, al menos en el vacío,
y de momento aún nadie ha podido contradecirlo, y es la luz la que trae a
nuestros ojos, mente, percepción y pensamiento todo lo que ocurre a nuestro
alrededor. Hay cosas que están suficientemente cerca de mí como para que la
diferencia temporal sea muy pequeña, pero aún así existe. Si mi gato pongamos
que duerme a un metro de mi, el gato que considero mi ahora es el que estaba
durmiendo hace 3 milmillonésimas de segundo (3x10-9), que es el
tiempo que ha tardado en llegar hasta mí la información de la presencia de mi
gato a esa distancia. Y si los automóviles circulan a 100 metros de mi ventana,
mí ahora es la imagen del lugar que ocupaban en la calzada hace 333
milmillonésimas de segundo. Si vamos a objetos a mayor distancia, las diferencias
empiezan a ser notables. Nuestro ahora contempla la luna que existía hace un
segundo y medio y el sol podría explotar en cualquier momento pero yo no
alcanzaría a notar los efectos de esa explosión hasta transcurridos algo más de
8 minutos. ¡El sol podría desaparecer arrasado en llamas lo que provocaría la
destrucción de la Tierra, pero yo seguiría viéndolo plácidamente atardecer
durante 8 minutos adicionales como si nada hubiera ocurrido! En conclusión,
nuestro ahora no está constituido por acontecimientos que estén ocurriendo en
este preciso instante, sino que más bien nuestro ahora es un cúmulo de
acontecimientos que ya han ocurrido en diferentes ahoras propios del pasado.
Nuestro ahora contempla la luna que existía hace un segundo
y medio y el sol podría explotar en cualquier momento pero yo no alcanzaría a
notar los efectos de esa explosión hasta transcurridos algo más de 8 minutos
|
Aún más. En mi percepción mi ahora
coincide con el de mi vecino, pero ello sólo es así porque estamos muy cerca y
nuestros movimientos relativos tanto si ambos estamos sentados como si uno de
nosotros se ha levantado y se dirige a la cocina son insignificantes. ¿Pero qué
ocurriría si mi vecino estuviera sentado en su casa en un planeta de una
galaxia situada a cientos de millones de años luz de mí? Si ambos permanecemos
sentados en el salón de nuestras casas en una situación de movimiento relativo,
nuestros ahora serán coincidentes (no la luz que me llega de su estrella, que
es una imagen de lo que era hace muchos siglos, sino el momento exacto que él
está viviendo en su casa sería el mismo que el que estoy viviendo yo aquí). Si
ello fuera posible y pudiéramos mantener una conversación por algún sistema
instantáneo de transporte de voz (lo que con el conocimiento actual es
imposible), yo lo estaría escuchando a él y él a mí en nuestros tiempos
presentes coincidentes. Pero imaginemos que mi vecino de pronto recuerda que
tenía que ir a la tienda de la esquina a comprar una ensalada para la cena y
sale corriendo porque están a punto de cerrar. En el momento en que nuestras
velocidades fueran distintas (yo sigo sentado y él ha salido corriendo hacia la
tienda) y prescindiendo de la velocidad propia de cada uno de nuestros planetas
a través del firmamento y de otros detalles como la propia velocidad de cada
una de nuestras galaxias que se alejan sin remedio, Einstein demostró que
nuestras escalas temporales también serían diferentes. De pronto, mientras él
corre, nuestros ahoras se distancian. Si corre en dirección opuesta a la
Tierra, su ahora coincidirá con acontecimientos ocurridos en la Tierra docenas
de años atrás, según la distancia entre ambos, ¡incluso antes de haber nacido
yo!, y si en su carrera corre en mi dirección, su ahora será el ahora de
nuestro planeta en un futuro en el que yo posiblemente ya no estaré presente. Y
no se trata de meras fórmulas matemáticas: los relojes atómicos presentes en
las naves espaciales actuales adelantan varias decenas de microsegundos diarios
incluso a las velocidades tan alejadas de la luz que somos capaces de utilizar
con la tecnología actual. Ello nos obliga a revisar ese concepto absoluto de
tiempo que a pesar del siglo transcurrido desde las publicaciones de Einstein
sigue estando presente en nuestra conciencia.
…………………
El tiempo y su dirección única
¿Qué es el tiempo? ¿Existiría el
tiempo si el Universo estuviera completamente vacío de movimiento y cambios? Es
la misma pregunta que podríamos hacernos para el espacio. ¿Existiría el espacio
en un universo vacío donde no hubiera materia que situar en un lugar u otro?
Pero sigamos con el tiempo. ¿Es el tiempo, eso que consideramos que “fluye”
constantemente y sin remedio, algo tangible que tiene existencia por sí mismo?
Parece ser que no. Sin materia cambiante ni movimiento, el tiempo carecería de
sentido. El tiempo no es más que la medición que hacemos del cambio constante
al que está sometida la materia. El tiempo mide el cambio, el movimiento. Nos
sirve a nosotros, y en mi opinión sólo a nosotros, para medir esos cambios y, a
la vez, situar nuestra existencia en cada uno de ellos.
¿Es el tiempo, eso que consideramos que “fluye”
constantemente y sin remedio, algo tangible que tiene existencia por sí
mismo?
Parece ser que no
|
Lo primero que tenemos que
considerar es que nosotros nos encontramos situados siempre en lo que llamamos
presente. Pensémoslo un momento. Cuando consideramos el pasado, lo hacemos
mediante un ejercicio mental de evocación que está situado plenamente en el
presente. Y si nos referimos al futuro, igualmente lo hacemos con la
imaginación situados en el ahora. Todo ocurre en el presente. Y nada es más
real que aquello que alcanzan a fabricar
nuestras neuronas que sólo trabajan
en tiempo presente. Lo cierto es que nuestra vida es una constante sucesión de
momentos presentes y que sólo somos capaces de percibir el instante actual.
Cualquier otra referencia a otros instantes son construcciones mentales que
hacemos también aquí y ahora.
Nuestra vida es una constante sucesión de momentos
presentes y sólo somos capaces de percibir el instante actual
|
¿Tiene el tiempo un orden
cronológico edificado sobre un pasado que precede a un presente y es continuado
por un futuro? Si atendemos a los físicos, no hay fórmula matemática que
confirme que este orden concreto es inexorable. En realidad, en las fórmulas
físicas que intentan explicar el universo, en ningún caso el tiempo que
consideramos que avanza hacia una dirección está imposibilitado para hacerlo en
la contraria. ¿Por qué percibimos que el tiempo fluye en una sola dirección,
camino hacia el futuro? A mi entender la respuesta es sencilla: porque nosotros
somos así y necesitamos que los acontecimientos tengan un orden para poder
relacionarlos. Si acudimos a la física para encontrar explicación a esa especie
de dirección única e inapelable del tiempo, nos encontramos con respuestas
relacionadas con el principio de entropía. La segunda ley de la termodinámica
nos dice que los sistemas físicos sólo pueden evolucionar hacia estados de
mayor grado de desorden, es decir estados de entropía más alta. Es fácil de
entender: esto es así porque las posibilidades de que un estado esté
desordenado son muchísimo más altas que lo contrario. Imaginemos que arrancamos
las hojas de un libro y las tiramos al aire. Al caer, las posibilidades de que
se distribuyan por el suelo de forma desordenada superan con creces a la única
posibilidad que hay de que caigan de forma que al hacerlo mantengan el orden en
el que estaban en el libro. Todos los estados físicos tienden hacia el mayor desorden
simplemente por una cuestión de posibilidades. Si un vaso de cristal frágil cae
de la mesa al suelo, se romperá en un montón de pequeños pedazos. Lo contrario,
que los pedazos se reorganicen y vuelvan a subir a la mesa formando un vaso de
cristal, es una posibilidad del sistema tan remota, tan probabilísticamente
difícil, que simplemente no ocurre nunca (aunque en teoría no sería imposible
que ello ocurriera). Se ve vencida por el casi infinito número de posibilidades
de que ocurra lo contrario. Así explica la física la existencia de esa
dirección única del tiempo. En el origen, en el instante del big bang, de
alguna forma aún no muy bien explicada, el universo tomó una configuración
altamente ordenada que a partir de aquel momento sólo podía tender hacia
estados de mayor desorden. No hay forma de volver atrás los procesos porque el
principio de entropía no lo permite. Esa es la explicación física.
Alguien podría decir que el ser
humano es capaz de romper este principio cuando a partir de materiales que
están desordenados en la naturaleza es capaz de construir un edificio
perfectamente ordenado, por ejemplo. Pero para construirlo hemos consumido una
enorme cantidad de energía que compensa sobradamente la impresión de orden que
nos da el edificio terminado. Al final el sistema ha ganado en desorden. Si
ampliamos la visión de las cosas a nivel global, no hay nada que hagamos o
dejemos de hacer que no contribuya al mayor desorden del universo.
Personalmente, esta explicación
física de la dirección única del tiempo me parece demasiado rebuscada. Más aún
cuando para explicar ese estado primigenio de orden imposible de superar los
físicos tienen que retorcer mucho sus teorías. Todavía hoy no está claro cómo
pudo el universo aparecer de pronto en un estado de máximo orden, en su
entropía más baja. De una forma u otra, intuyo que todo es más simple en su
formulación aunque quizás más complejo en su entendimiento.
El ahora, atrapado en una pequeña fracción de movimiento
que llamamos tiempo por conveniencia, es lo único que podemos decir que es
real
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Creo que lo que existen son
instantes. El ahora, atrapado en una pequeña fracción de movimiento que
llamamos tiempo por conveniencia, es lo único que podemos decir que es real.
Algo parecido es lo que anticipó el filósofo griego Zenón con sus paradojas
relativas al movimiento. Zenón conjeturó que si lanzábamos una flecha nos daba
una impresión falsa de movimiento, ya que si la pudiéramos observar en un
instante concreto, la flecha estaría ocupando un espacio fijo en reposo. La
flecha no se movía, sino que en infinitos instantes ocupaba en reposo infinitos
espacios concretos y diferentes. Zenón decía que éramos nosotros los que la
poníamos en movimiento al poner uno junto a otro los diferentes momentos de
reposo de la flecha. Nuestra vida, así, estaría formada por un número enorme
instantes, de ahoras, cada uno de
ellos con una realidad independiente y sin relación causa-efecto entre ellos.
Simplemente son ahoras que están en el instante en que los percibimos. Esa
colección enorme de ahoras existe y está en el universo, aunque nosotros sólo
podemos percibir uno en cada momento. Sería como una inmensa colección de
microvideos de nuestra vida, pequeños instantes captados en su particular
ahora, con apenas segundos o fracciones de segundo de duración, que se guardan
sin ningún orden en un superordenador donde tienen cabida todos los
acontecimientos, todos los ahoras, del universo. Nuestra vida, esa gran
película que percibimos como real que nos lleva desde nuestro primer recuerdo
hasta el momento de la muerte, no sería más que la percepción de todos esos
instantes organizados en la forma pasado-presente-futuro sólo por la fuerza de
nuestra mente. Estos instantes y cualquier otra posibilidad que pudiéramos
haber vivido y que nos parece que no ha sido así, está grabada en microvideo,
guardada en desorden en el superordenador y con la posibilidad de ser percibida
por nosotros en este mundo o quizá siendo percibida por algo como nosotros en
otra dimensión. Que nosotros sólo seamos capaces de sentirnos libres de
modificar el instante presente con nuestras acciones y que sólo podamos recrear
lo que consideramos el pasado sin posibilidad de reconstruir en nuestra mente
nada del futuro, todo ello organizado en un camino de dirección única, es sólo
una exigencia biológica, pero no física. Sencillamente, nuestro cerebro y
nuestra mente no están preparados para hacerlo de otra forma. No pueden hacerlo
de otra forma. Y no estoy hablando de que el destino esté predefinido. El
destino es otro concepto humano que precisaría de revisión. Todo es, ha sido y
será, pero nuestro instante actual, nuestro particular ahora, no está dirigido
o programado para llegar a otro instante concreto que a su vez nos lleve a otro
para llegar a un instante lejano que esté definido en este momento, en este
ahora concreto. Simplemente todos los instantes están presentes en el universo
y nosotros como entes biológicos sólo vamos percibiendo con las capacidades de
nuestra conciencia uno u otro sin más orden que el que nuestro cerebro impone
de forma biológica.
Todos los instantes están presentes en el universo y
nosotros como entes biológicos sólo vamos percibiendo con las capacidades de
nuestra conciencia uno u otro sin más orden que el que nuestro cerebro impone
de forma biológica
|
Por supuesto solo son ideas que no
son capaces ni de lejos de establecer una teoría y que incluso a mí mismo me
parecen a veces descabelladas, pero son un punto de reflexión.
…………………
¿A dónde nos lleva todo esto?
Hace poco descubrí por casualidad
a través de una brevísima referencia que leí en un periódico, un libro titulado
Biocentrismo, escrito por un científico y profesor de medicina norteamericano
llamado Robert Lanza. Cuando lo tuve en mis manos y leí la introducción de
apenas un par de páginas, un silencioso pero muy sentido ¡Eureka! se formó en mi
mente. Allí estaban desarrollados buena parte de los pensamientos desordenados
acerca de la vida, el mundo, el tiempo, la realidad y el universo que llevaban
años captando mi atención. Disfruté mucho con su lectura, quizás un poco
radical a mi gusto en algunos aspectos, por ejemplo cuando al final de la obra
se refiere a la inmortalidad de la conciencia basándose en el concepto de la
conservación de la energía y, por tanto, apuntando a la inexistencia del
concepto de la muerte tal como lo conocemos, pero en la mayor parte de su
contenido se refería a muchas de mis inquietudes. De pronto descubrí que esta
idea difusa que lleva años atrapándome sobre la inexistencia de una realidad
firme como la que creemos que existe y, asimismo, sobre el concepto del tiempo
como una creación humana, había científicos que la defendían y daban forma.
Coincido en buena parte de los planteamientos del Biocentrismo y creo que es
una puerta abierta a futuras investigaciones que pueden dar quizás mejores
respuestas que las que nos está dando la física bajo el paradigma de que hay un
universo ahí afuera más allá de la conciencia que nosotros ponemos en su
existencia. Da cierto placer descubrir que no se está sólo.
Si podemos imaginar que todo lo que está fuera de nosotros
es una elaboración de nuestra propia mente y una construcción de nuestra
conciencia y que no tiene sentido preguntarse si existe sin nosotros o si
dispone de unas leyes y unas normas que lo hagan funcionar si no estamos
nosotros para medirlas, todo adquiere un cariz menos dogmático
|
La vida, el universo, la muerte,
los tres grandes temas que concentran la atención de nuestra mente, aquellos a
los que dedicamos nuestras energías de pensamiento, podrían encontrar
explicaciones sencillas desde el reconocimiento de que su existencia está en
nuestro interior y que es en nosotros mismos donde hay que buscar respuestas a
las inquietudes humanas. Por el camino científico que trata de enmendar todo
aquello que se rompe cuando se suman teorías nuevas a las ya conocidas no
encontraremos más que nuevas preguntas a las ya existentes. Quizás todo sea más
sencillo.
En resumen, estas páginas son
simplemente una llamada de atención. Si podemos imaginar que todo lo que está
fuera de nosotros es una elaboración de nuestra propia mente y una construcción
de nuestra conciencia y que no tiene sentido preguntarse si existe sin nosotros
o si dispone de unas leyes y unas normas que lo hagan funcionar si no estamos
nosotros para medirlas, todo adquiere un cariz menos dogmático. Si en realidad,
con todo el sentido que tiene esta palabra en nuestro lenguaje, ahora mismo, en
este instante en el que no estoy allí presente percibiendo su existencia, la
cocina de mi casa no es la cocina que yo percibo cuando estoy, sino un montón
de átomos y moléculas moviéndose en un campo de posibilidades y de
incertidumbre, sin formas, consistencias ni colores que solo cobran forma de mi
cocina cuando yo entro en ella, podemos aprender a movernos por el mundo menos
atados a paradigmas y dogmas conceptuales, tanto científicos como sociales,
religiosos, económicos, etc. Las cosas no son así y punto, sino que las cosas
tienen la capacidad de ser de una forma u otra y solo son cosas concretas cuando
ponemos conciencia sobre ellas. Si es nuestra conciencia la que pone las cosas
en la existencia, cabe la esperanza de que nuestra conciencia, si la modulamos
y trabajamos sobre ella, cree para nosotros un mundo en el que tenga cabida una
existencia confortable y plácida, o por decirlo de otra forma, donde podamos
ser felices.
Si es nuestra conciencia la que pone las cosas en la
existencia cabe la esperanza de que cree para nosotros un mundo en el que
tenga cabida una existencia confortable y plácida, o por decirlo de otra
forma, donde podamos ser felices
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Bibliografía
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de la relatividad especial y general. Alianza Editorial 2005
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relatividad. Artículos clave de Albert Einstein de 1905 y 1906. Nívola 2003
Elias, Norbert. Sobre el tiempo.
Fondo de Cultura Económica 2010
Gould, Stephen
Jay. La vida maravillosa. Drakontos 2009
Greene, Brian. El universo
elegante. Drakontos 2006
Greene, Brian. El tejido del
cosmos. Drakontos 2011
Hawking, Stephen. Historia del
tiempo. Alianza Editorial 2005
Hawking, Stephen. El universo en
una cáscara de nuez. Crítica 2005
Hawking, Stephen. El gran diseño. Crítica
2010
Klein, Étienne. ¿Existe el tiempo?
Akal 2005
Lanza,
Robert & Bob Berman. Biocentrismo. Sirio 2012
Léourier, Christian. El origen de
la vida. Istmo 1988
Lewis-Williams, David. La mente en
la caverna. Akal 2005
Lewis-Williams, David. Dentro de
la mente neolítica. Akal 2009
Oparin, A. I..
El origen de la vida. Akal 2000
Schrödinger, Erwin. ¿Qué es la
vida? Tusquets 1997
Stachel, John. Einstein 1905: un
año milagroso. Drakontos Crítica 2004
Taleb, Nassim
Nicholas. El cisne negro. Paidós Ibérica 2008
…………………
Josep Crusellas
Agosto 2014
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