jueves, 5 de junio de 2014
TEDxBarcelona Salón. COLOQUIO SOBRE EL PERDÓN
El lunes asistí en la antigua fábrica Damm de Barcelona a una charla convocada por TED. Aunque hace años que conozco esta organización por sus videos colgados en internet (muchos y la mayoría muy interesantes), era la primera vez que me decidía a asistir a uno de sus eventos. Se trataba de una sesión de las que ellos llaman "TED Salón" en la que se visualiza un vídeo sobre algún tema y después se provoca un debate entre los asistentes. En esta ocasión se trataba de compartir el vídeo en el que Joshua Prager, un norteamericano que en su juventud había sufrido un grave accidente de tráfico en Israel en el que quedó hemipléjico y que ya de adulto había decidido regresar al lugar del suceso y buscar al conductor del vehículo que lo había provocado con la esperanza de que reconociera su culpa y le pidiera perdón. La charla-coloquio tenía el perdón como tema central (link)
La experiencia fue muy positiva, ya que el debate que suscitó el video fue muy interesante, con muchas aportaciones. Éramos unos cien asistentes y dos moderadores que supieron extraer opiniones muy diversas durante el debate.
En general, el video era muy de estilo americano, es decir, más que del perdón versaba sobre la autosuperación. El sr. Prager con que realmente tenía interés en explicar en su exposición era que con esfuerzo, esperanza, intensidad, valentía, etc. se pueden superar todas las adversidades que la vida nos dedique. Tras el accidente, él volvió a caminar, estudio en la Universidad y parecía ser una persona con éxito profesional. Este era en realidad su mensaje. Lo del perdón era el motivo-excusa que él tenía para abordar a la audiencia. Aún así, el coloquio no se salió de lo establecido y se ciñó en el perdón.
En general los asistentes opinaban que el perdón es terapéutico, tanto para el que lo da como para el que lo recibe, pero que al estar asociado al reconocimiento de culpa-responsabilidad en muchas ocasiones cuesta expresarlo, sobre todo si hacerlo puede acarrear consecuencias legales. En mi opinión esto no debería ser así. El perdón debería ser algo natural y no deberíamos tenerlo socialmente asociado a la culpa. Una persona, aunque no se sienta culpable de un daño, ante la evidencia del sufrimiento debería ser capaz de pedir perdón como parte de la terapia de la persona que sufre. Y viceversa, la persona afectada debería ser capaz de recibir una petición de perdón como un bálsamo amortiguador de su sufrimiento y no como la resolución y evidencia del éxito en su búsqueda de culpables o incluso en sus ansias de venganza o victoria. En la vida, en general, no estamos en guerra con otras personas. Ocurren acontecimientos que pueden dañarnos, pero quién está implicado en ellos no lo ha estado en son de guerra. Por ello no deberíamos buscar vencedores y perdedores, sino aliviarnos unos a otros el dolor, con sinceridad y afán de ayuda.
Las aportaciones de los asistentes ayudaron mucho a interpretar y conocer el significado del perdón. Cómo el perdón, si se ofrece con sinceridad, puede ser el perfecto rescate para personas atrapadas en su sentimiento de culpa y cómo el perdón puede aliviar a aquellas personas que lo necesitan para superar sus heridas. Surgieron definiciones del perdón para reflexionar y también hubo aportaciones personales que valía la pena escuchar.
En el caso del sr. Prager, regresó a Israel, encontró al conductor del camión que había provocado el accidente que le había cambiado la vida, se sentó en el salón de su casa... y no encontró el perdón que buscaba. ¿Era ese hombre una mala persona? Por descontado que no. Era simplemente una persona que había construido una historia de los hechos diferente y que también se había sentido víctima del accidente, con semanas en el hospital, retirada del carnet de conducir por un tiempo, etc. Su explicación de lo ocurrido era que Dios había querido que fuera así. Y punto. Prager regresó a los Estados Unidos sin su perdón en la mochila, pero siguió anclado en lo maravilloso de su recuperación física y mental, lo que para él era suficiente.
Durante el coloquio, cuando surgió la pregunta de por qué el conductor del camión no había reconocido el daño causado y había pedido perdón, realicé una aportación. En ella dije que todos sin excepción nos hacemos encajar en narraciones de los hechos de nuestra vida de forma que nos sintamos suficientemente cómodos. No hay una sóla realidad de los hechos. Está la mía y está la tuya, y no tienen que ser coincidentes. El conductor del camión había construido su propia narración, su historia del accidente y en ella él no aparecía como culpable. El vehículo en el que viajaba el sr. Prager no se había apartado, el accidente fue fortuito, él sufrió daños físicos que lo tuvieron semanas postrado, no pudo conducir su camión durante meses, seguramente ello le ocasionó graves problemas económicos y familiares, etc. Y en el fondo, como persona creyente, en su narración encajaba que Dios está en todas las cosas y que quiso que aquello ocurriera para mostrarle un camino en la vida. Ninguna culpa, ninguna responsabilidad, ninguna necesidad de solicitar perdón por ello. El sr. Prager había construido también su propia historia del accidente: un conductor con antecedentes de mala conducción abordó de forma totalmente irresponsable a su vehículo por detrás en una colisión que le rompió el cuello y le cambió la vida para siempre. Ese hombre era culpable y lo menos que podía hacer era pedir perdón. Ambos estaban en lo cierto y ambos divergían en sus narraciones. Ello nos enseña que en la vida no tenemos que anclarnos en una verdad concreta, la nuestra, que hace inexplicables las de los demás, sino que tenemos que estar abiertos a que nuestra verdad no coincida con la de los otros y, aún más que eso, que todas las verdades son igualmente ciertas...
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