jueves, 11 de septiembre de 2014

11 DE SEPTIEMBRE 2014


Hoy es 11 de septiembre, el Día de mi país, la Diada Nacional de Catalunya. En algunas naciones se celebra el día de la Independencia, de su fundación o de alguna victoria destacada de su historia. En la mía celebramos una derrota, aquella que significó el final definitivo de nuestra singladura histórica como país como instituciones propias. Pero aunque el origen sea una derrota, hoy es un día festivo, alegre, reivindicativo. Desde que tuvimos libertad para celebrarlo, una vez finalizó la larga dictadura que sufrimos durante cuatro décadas en la que no sólo se nos privó de nuestras señas de identidad sino que incluso se intentó empequeñecer y perjudicar nuestra lengua propia (por mi edad, soy uno de tantos catalanes que no pude aprender la lengua de mis padres en la escuela), el 11 de septiembre muchos catalanes hemos salido a la calle para encontrarnos con banderas y convivencia. 


La senyera

Soy de los que asistí a la Diada histórica de 1977, la primera vez que en España se vió una concentración de más de un millón de personas, con un lema que caló en la sociedad: "Llibertad, amnistía, estatut d'autonomía". Fue la Diada previa al "Ja soc aqui" pronunciado Josep Tarradellas, el President de la Generalitat, nuestro President, a su regreso del exilio.

Ahora estamos en el ojo del huracán. Increíblemente, con el paso de los años nuestra integración en la España democrática, tras algunos periodos fructíferos, ha ido a peor. A mucho peor. La incomprensión ha conducido al distanciamiento y la irresponsabilidad de determinados políticos volcados sólo en sus propios intereses ha hecho un daño que tiene pintas de ser irreparable. A mediados de los 90 se puso de moda el pim-pam-pum anticatalán para ganar votos fuera de Catalunya y de esas lluvias han llegado estos barros. 


¿Alguien podría imaginar algo así ahora? Durante la inauguración de las Olimpiadas de Barcelona en 1992, a la entrada de los Reyes en el Estadio Olímpico sonaron los acordes de "Els Segadors", el Himno Nacional de Catalunya, con la senyera en primer plano. ¡Y era en RTVE! ¿Por qué no seguimos ese camino integrador?

Todo se complicó y se aceleró tras la accidentada tramitación del Estatut d'Autonomía que había aprobado el Parlament catalán en 2006, la impugnación de buena parte de su contenido por parte del PP ese mismo año y la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010. Para muchos catalanes nacionalistas que se han apuntado estos últimos años a la opción independentista, lo ocurrido con el Estatut fue un punto de no retorno. 




¿Dónde está ahora el "simpático" Sr. Guerra? Cómo le ha gustado siempre jugar a ser incendiario... Y todos riéndole las gracias... ¡Cuánta irresponsabilidad!

Esta tarde muchos catalanes volverán a salir a la calle, pero ahora la consigna es mucho, muchísimo más contundente: independencia. Y por mucho que desde algunas posiciones se menosprecie esta expresión y se catalogue como equivocada o ilegal, no se pueden cerrar los ojos ante la evidencia de que no estamos hablando de unos pocos miles de extremistas: por mucha guerra de cifras que se quiera poner en marcha, millones de catalanes expresarán su deseo de convertir esta nación en un estado independiente. Da lo mismo si son tres, dos o un millón y medio: ¡es una parte muy importante de un país con siete millones de ciudadanos!

En mi humilde opinión, aquellos contrarios a esta opción equivocan su estrategia desde posiciones de enfrentamiento. No se trata de menospreciar, ningunear o tachar de locos o extremistas a los independentistas. Con ello sólo refuerzan la posición de sus contrarios. Deberían esforzarse por tender la mano, mostrar aprecio, apelar a lo positivo, expresar las ventajas para unos y otros de seguir caminando juntos. Desde la dureza, la amenaza o el insulto sólo conseguirán más adhesión a la independencia. Ayer mismo pudimos escuchar al Sr. Cameron utilizar argumentos emocionales y positivos, solicitando a los escoceses desde el corazón que no se separen del Reino Unido (aceptando por otra parte que los escoceses tienen todo el derecho de decidir por sí mismo si quieren o no seguir formando parte de la unión).



Monasterio de Ripoll, donde yacen los restos de Guifré el Pilós, último Conde de Barcelona nombrado por los reyes francos en el siglo IX y que inició la Dinastía Condal

No entiendo el miedo a votar. Cuando una parte significativa de la ciudadanía (representada por más de dos terceras partes del Parlamento actual en Catalunya) desea expresar su voluntad mediante el voto, no puedo entender que haya quién no lo apoye. Además, recuerdo en mi juventud cómo el derecho a la autodeterminación era un derecho que las personas con ideología abierta defendían a ultranza: todos los pueblos tenían derecho a votar su autodeteminación. ¿Cómo puede haber cambiado esto? ¿Cómo puede ser que incluso partidos que se autodenominan de "izquierda" no estén a favor de que los ciudadanos se expresen? Lo que habría que hacer es campaña, campaña positiva, apelar al sentido común, a los beneficios de una u otra posición y, al final, poner las urnas a disposición de todos. ¿Por qué esto tan sencillo se vive tan mal en determinados ambientes?

Percibo que estamos en una encrucijada y deseo que entre todos sepamos resolverla con sentido de la responsabilidad. Desde hace semanas unos y otros se están posicionando en el conflicto, convirtiendo las posiciones y las opiniones en "frentes". No es ésta la forma de encontrar soluciones. Desde el conflicto nada se solucionará. En los próximos meses asistiremos a ataques muy duros a las posturas independentistas. Y eso será un grave error. 



Catalunya, mi país, mi nación, se encuentra en un momento crucial de su historia. Los catalanes tenemos fama de ser personas con "seny", un concepto difícil de traducir pero que vendría a ser algo así como sensatez. Pero también hay otro concepto muy propio, la "rauxa", una especie de arranque o impulso irreflexivo que aparece cuando se supera la paciencia o se abusa del "seny". Valdría la pena que unos y otros se sentaran y empezaran a encontrar formas de canalizar las inquietudes ciudadanas. A eso se le llama hacer política. 




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