domingo, 21 de noviembre de 2010

POCAS FOTOS

Aun quedan lugares donde uno puede sorprenderse. Este cartel informativo se encuentra en la entrada de la pequeña ermita de la isla de La Toja, conocida no sólo por su emplazamiento sino por estar completamente recubierta de conchas de vieira.



Fotografías las indispensables.

Y para que quede más claro, "pocas fotos".

Con el móvil, en cambio, la instrucción es mucho más clara y contundente: "no móvil". Debe ser un instrumento más nocivo para el reposo y la paz interior. Coincido con ello.

Un mensaje curioso el de las fotos, pero que en el fondo huye de prohibiciones y deja en manos del visitante el respeto por la intimidad del templo. Estamos tan acostumbrados a que o bien nos permitan o bien nos prohiban hacer cosas, que uno acaba sintiéndose extraño ante mensajes tan subjetivos. Quizá nos iría mejor así, sin tener que ceder nuestros derechos y nuestros deberes a los demás. Al menos de esta forma estaríamos obligados a practicar el respeto por ellos.








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UNA DE POLÍTICA

Sigue sorprendiéndome la audiencia y la atención que consiguen las campañas electorales. Mantengo la esperanza de que en realidad no sea tanto como los medios de comunicación nos quieren hacer ver. Es increíble contemplar el espectáculo de personas que aspiran a ocupar un escaño en el lugar donde se toman las decisiones de gobierno, intentando convencernos de que sólo ellos pueden dar satisfacción a nuestras necesidades individuales y colectivas y que el resto sólo pueden traernos el desastre. Promesas increíbles, falsa euforia, bailes en el escenario, aclamaciones públicas de los acólitos, todo vale para hacernos creer que sólo ellos son capaces de hacernos felices.

Es un mal momento para la credibilidad de los políticos. Soy de los que creen que la dedicación a la política es encomiable, que tiene que haber personas que se entreguen a la causa pública para el buen gobierno de la sociedad. Que la profesión de político merece el mayor de los respetos y que en este país hay miles de personas que dedican buena parte de su tiempo personal a ayudar a sus vecinos, desde ayuntamientos, comarcas, comunidades o en el estado central. Y que es una vergüenza y una pena que tantas personas se dediquen a la crítica feroz y sin contemplaciones, apoyadas y alentadas por medios de comunicación que tienen intereses muchas veces no tan ocultos, que se dedican a desprestigiar a sus oponentes en particular y a la clase política en general.

De todas formas, voy a exponer algunos puntos que creo que están favoreciendo esta opinión desfavorable hacia los políticos y que estos harían bien en tener en cuenta en el futuro:

• El estado de permanente campaña electoral al que se someten las personas que se dedican a la política. Es un proceso que se ha ido instalando poco a poco desde hace años y que sin darnos cuenta ha conducido a la situación actual. Los ciudadanos elegidos para ocupar un escaño en los parlamentos y, sobre todo, los que alcanzan el gobierno, deben dedicarse desde el primer día de su elección a hacer campaña permanente de cara a las siguientes elecciones. Los medios de comunicación alientan esta situación, poniendo sobre la mesa una y otra vez cada uno de los movimientos, comentarios, gestos, comportamientos de nuestros dirigentes, olvidando que también son personas y que no todo lo que hacen o dicen merece el valor de una declaración política de gobierno.

• La situación anterior conduce a que muchos políticos se contengan a la hora de tomar decisiones necesarias pero impopulares. Se está dejando constantemente de lado el interés general de los gobernados en aras de mantener los escaños para la siguiente legislatura. Ya apenas se toman decisiones que puedan costar votos, aunque sean de estricta necesidad. Los grandes temas de estado se van dejando de lado con el fin de no afrontar la crítica de una parte de la población.

• La confrontación entre oponentes en todos y cada uno de los movimientos y propuestas del contrario. En mi opinión, este es uno de los mayores descréditos en los que caen los malos políticos. No es posible que cada decisión de uno conlleve la descalificación y el ataque feroz de su oponente. Hay cosas que no sólo podrían hacerse por consenso, sino que lo exigen. Y no es justo que por el interés propio, no haya forma que los responsables de los grandes partidos se apoyen unos a otros en cosas de relevancia general. Nos proponen las decisiones como si de blanco o negro se trataran, no haciendo ningún esfuerzo para buscar los puntos en común, como si hacerlo fuera a interpretarse como una debilidad propia.


• El uso de temas muy sensibles de forma irresponsable con el fin de conseguir votos. Es una vergüenza que se utilicen aspectos como la lengua, el sentido de nación, las diferencias culturales para separar en vez de para enriquecer a la sociedad. Ello causa un daño irreparable, siendo pan para hoy y hambre para mañana. Que se ataque deliberadamente a unas comunidades para conseguir votos en otras debería estar penado por la ley.

• Las ayudas institucionales a las campañas electorales y al mantenimiento de los partidos que consiguen representación parlamentaria. No me parece correcto que el dinero de los contribuyentes se utilice para sufragar los gastos de las actividades electorales de partidos políticos que no representan el interés de aquellos que aportan los recursos. Este punto tiene dos vertientes: por un lado la incoherencia de que los impuestos de todos y cada uno de nosotros se invierta en spots y actos electorales de partidos muy alejados de nuestra ideología y por otro la imposibilidad de que los partidos sin representación parlamentaria puedan competir en las campañas electorales en plano de igualdad con el resto. Creo que los partidos políticos tendrían que sufragarse ellos mismos, con las aportaciones de sus afiliados o simpatizantes, sus gastos de campaña o de cualquier otro tipo.

• El comentario anterior es un elemento más que contribuye a que se perpetúe la clase política. Tras más de treinta años de democracia y de partidos políticos, están accediendo a los primeros planos de la política y las responsabilidades de gobierno personas que han desarrollado toda su actividad profesional dentro del partido, sin mayor conocimiento de los problemas de la población general. Políticos que se han dedicado a la política desde jóvenes, que han hecho carrera dentro del aparato sin mayores virtudes que la lealtad al líder y capacidad oratoria, están ocupando los puestos de mayor responsabilidad de gestión del estado. Y ello ocurre en todos los partidos sin excepción. El sistema está empezando a ser impermeable a las aportaciones de personas que se han forjado en el mundo empresarial, cultural o de cualquier otro tipo, con amplios conocimientos en su curriculum en la gestión real.

No soy pesimista al respecto de todo lo anterior. Creo que a veces las cosas tienen que ponerse feas para que se produzcan cambios de relevancia. El desapego de la sociedad hacia los políticos tendrá solución cuando estos hablen un lenguaje comprensible y responsable. Tengo la esperanza de que será la propia sociedad, cansada de confrontación, de promesas incumplidas y mal uso de los recursos generales, la que pondrá fin con sus votos a la situación actual. Sólo hace falta para ello que se alce la voz de personas que quieran cambiar el statu quo.
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