viernes, 6 de junio de 2014

EL REY JUAN CARLOS ABDICA



Abdica el rey de España. Todo un notición para el país. Las televisiones y los periódicos no hablan de otra cosa estos días. La verdad es que posiblemente sea el acontecimiento político de mayor trascendencia para el país de los últimos años. Algunas reflexiones personales al respecto:

* Creo que el rey abdica básicamente por cuestiones de salud, aunque haya también otras. Hace tiempo que se le ve más que cansado y es posible que esté padeciendo alguna enfermedad que de forma ridícula se oculta a la población (cuántos miedos políticos tenemos en este país...).

* Pero también está claro que lo hace en un momento que le resulta especialmente incómodo. Hace apenas media docena de años la monarquía era con mucha diferencia la institución más apreciada por los españoles. El descrédito que ya venía arrastrando la clase política desde hacía mucho tiempo parecía que no iba a contagiar a la imagen de ese personaje campechano y simpático que aún investido como Rey de los españoles, se esforzaba por mostrarse cercano.

* Vaya por delante mi opinión de que el rey jugó un papel muy importante en la llegada de la democracia a España. Seguramente la dictadura no hubiera tenido mucho más recorrido, ya que Europa no lo hubiera consentido y el aislacionismo no hubiera sido posible. Con o sin rey y con o sin Adolfo Suárez, la democracia hubiera llegado a España. Pero ello no les quita el mérito de haber sido impulsores del proceso de transición y de haber gobernado con firme timón unos pasos que a priori no parecían fáciles. Por muchas críticas que esté recibiendo ahora el rey, este papel y este logro no se lo puede quitar nadie.





* Pero todo esto para muchos es historia del pasado. Los ciudadanos de pronto descubrieron un buen día que su rey era capaz de decir en público que no descansaba por las noches pensando en los jóvenes que no encontraban trabajo y al día siguiente estar cazando elefantes en Botswana. Y aún más, una cosa era tener un rey ligón del que se sospechaba algún que otro asuntillo de faldas y otra muy distinta descubrirlo de cacería con su amiga alemana. La petición de disculpas que hizo al salir del hospital tras su accidente en la cacería no hizo más que disminuir la imagen de hombre fuerte y capaz de ayudar a superar los problemas del país que muchos españoles creían que era Juan Carlos I.

* Por supuesto que los ciudadanos también han ido descubriendo estos últimos años los trapos sucios que se escondían detrás de los negocios de familiares muy cercanos al rey y en los que ya veremos si no acaba manchándose él mismo (reuniones de negocios en la Zarzuela para tratar ausuntos de Nóos de por medio...).

* Más aún, los ciudadanos se han dado cuenta de que estos hechos no son anécdotas. Que el rey no descubrió su pasión por cazar elefantes hace apenas un par de años, que las amantes se paseaban hace tiempo por la Zarzuela, que la reina hace años que no vive en nuestro país (el rey abdica y ella está volando hacía Nueva York, sin ir más lejos), que los negocios familiares eran de cierta envergadura y que de algún modo un rey que se dijo que llegaba a la monarquía con poco más que lo puesto, dispone hoy en día de una fortuna que a algunos ciudadanos les gustaría fuera explicada (sus últimos dos viajes como monarca han sido al golfo pérsico...) y que en la prensa extranjera esta extrañeza ya ha merecido algún titular (en el New York Times, por ejemplo...).




* De todas formas, más que lo anterior, cabe decir que el rey no ha podido finalmente ser ajeno a la caída de prestigio de las instituciones del país. Sé que tenemos una monarquía parlamentaria donde quién toma decisiones y gobierna es el parlamento y dónde al monarca le queda un papel de representación. Eso es lo que esgrimen aquellos que defienden el papel gris que ha tenido la monarquía a lo largo de los ya muchos años de crisis económica que está viviendo España. Pero la constitución también le otorga un papel de moderador que considero debería haber ejercido con mayor contundencia en determinados momentos. Por ejemplo en los momentos álgidos de la crisis, cuando España estuvo a punto de entrar en un camino tortuoso que hubiera perjudicado gravemente a los ciudadanos, soy de los que cree que el rey, con mayor o menor discreción, tenía que haber dado un puñetazo sobre la mesa y haberse esforzado por forzar un acuerdo político en el Parlamento. La imagen de los partidos peleándose por su trozo de pastel en momentos dramáticos para el país me parece de las peores que he visto en muchos años. Soy de los que viví los años de la transición. Me pilló con 16-17 años (mi primera votación fue en 1978, justo al cumplir los 18 años, en el referéndum sobre la Constitución). No voy a idealizarla ya que vivíamos cada día con sobresaltos y la violencia terrorista, así como las amenazas, discusiones, etc. fueron una constante. Pero los hechos son los hechos: los partidos políticos supieron reconocer la gravedad del momento y fueron capaces de acordar políticas económicas de consenso y aún más, fueron capaces de ponerse de acuerdo en la redacción de una Constitución democrática. Y eso lo hicieron todos los partidos, incluso aquellos que en aquel momento se consideraban más extremistas, como fue el caso del Partido Comunista. Recuerdo perfectamente la imagen de aquel mitin del partido con Santiago Carrillo sentado en una mesa justo al lado de la bandera rojigualda. ¡La bandera rojigualda en un mitin del Partido Comunista, acérrimo defensor de la República! En conclusión, creo que el rey tendría que haber aprovechado el tirón de imagen que poseía hace no tanto y haberles dicho claramente a algunos políticos que o bien se sentaban y empezaban a consensuar soluciones para el país o que él se dedicaría a desenmascarar los intereses partidistas, cayera quién cayera con ello. Esa fuerza, el rey no supo utilizarla y la tuvo en sus manos.




* También creo que el rey no ha estado a la altura en la gestión del a mi entender mayor problema que tiene en estos momentos España sobre la mesa: la opinión de muchos catalanes con sus instituciones a la cabeza de que la relación con el resto de España tiene que cambiar. La publicación en 2012, al inicio de este proceso, en la web de la Casa Real de una carta del monarca en la que hablaba de las discusiones sobre galgos o podencos que amenazaban en su opinión la convivencia del país dejaba clara su posición beligerante en el tema, cuando en mi opinión hubiera sido más inteligente una posición moderadora de aproximación al problema y a sus causas y de búsqueda de consensos y soluciones. 



* El caso es que no deja una papeleta fácil a su sucesor. Por mucho ruido que pueda haber en la calle y en los medios, el próximo 18 de junio se proclamará rey Felipe VI (poca fortuna con el nombre en un momento delicado para los problemas territoriales que está viviendo España, aunque el rey ya debía saber las connotaciones de este nombre en determinadas partes del país cuando se lo puso a su hijo). Y así debe de ser, ya que soy de la opinión de que el ruido de la calle no debe ensordecer ni someter a las votaciones del Parlamento elegido democráticamente. También creo que alguien habrá aconsejado al rey de que precisamente ahora era un buen momento para esta transición, con un parlamento mayoritariamente ocupado por representantes de dos partidos que sin duda lo apoyarán. No sé que hubiera podido pasar si la abdicación se hubiera llevado a cabo después de las próximas elecciones generales, con un Parlamento que muy previsiblemente no tendrá mayorías absolutas y donde los dos partidos mayoritarios podrían incluso obtener entre los dos menos del 50% de los escaños.

Esta es la situación. Aparente calma en las instituciones con una transición que se prevé sin dificultades, con una minoría pidiendo un debate profundo sobre la monarquía que no se va a producir y con un nuevo monarca que tiene la obligación de marcar su posición desde el minuto cero de su investidura. Hay mucho por hacer.



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