martes, 21 de febrero de 2012

ENVEJECER, ¿POR QUÉ?


Envejecer, ¿por qué? Es así y así lo tenemos asumido. Las células envejecen, el cuerpo envejece y el límite de vida, el máximo, parece ser inamovible, unos 115 años, como mucho-mucho. Durante prácticamente toda la historia evolutiva del ser humano, el fin de la vida ha llegado cuando el cuerpo tenía 30 o menos años de existencia. En los libros de historia aparecen personajes relevantes con 60 años o incluso algunos más. Pero los personajes ilustres de la historia no formaban parte de la mayoría de la población, sino que en general eran personas privilegiadas, bien alimentadas y con acceso a ciertos niveles de salubridad. La gente ha muerto siempre con unos pocos decenios de vida.

En el último siglo la cosa ha cambiado radicalmente. La mejora en la alimentación en la población general y no sólo entre las élites dominantes, el menor esfuerzo dedicado al trabajo, con la aparición de la tecnología como ahorro del desgaste físico de las personas, el conocimiento del valor de la higiene y del daño que puede provocar su ausencia, los avances médicos, el descubrimiento de fármacos que hoy nos parecen normales pero que hace unos pocos años hubieran parecido milagrosos, el culto al deporte y al cuidado cardiovascular con dietas más equilibradas, etc., han acercado la edad "normal" del fin de la vida en las sociedades desarrolladas económicamente al centenario (en muchos países, la esperanza de vida se sitúa ya por encima de los 80 años). Pero este incremento se dio de forma muy rápida y parece ya no avanzar. Algo más de 80 años y punto. Da la impresión de que pasar de aquí ya no será posible con las condiciones beneficiosas que antes he mencionado. Y no parece que vayan a haber otras.


Pero yo invito a una reflexión: si para nuestros ancestros, imaginar que la mayoría de la población podía aspirar a vivir ocho decenios hubiera sido una quimera, no tenemos porqué aceptar que no pasarán nuevas cosas, no realiaremos nuevos descubrimientos que facilitarán un nuevo salto en esta fecha límite. Posiblemente hemos agotado la vía de la mejora en la alimentación y la reducción del esfuezo fisico en el trabajo, y estos descubrimientos llegarán por innovaciones médicas y farmacológicas.

Porque... ¿por qué hay que aceptar como inapelable que hay que morir? Vale, vale, me explico. Todo el mundo antes de nosotros ha muerto, por lo que parece una norma general, pero eso no es una demostración de que la muerte sea un dogma. Se ha repetido hasta hoy, pero un día puede dejar de hacerlo (recordar mi entrada sobre los "cisnes negros" clica aquí). Las cosas son como hasta que un día dejan de serlo. Las células son pequeños centros de resistencia, luchando sin cuartel contra el desorden reinante en el universo, lo que llamamos entropía. Todo tiende al desorden y cuando queremos contravenir esta tendencia hay que esforzarse. Un esfuerzo que se mide en energía. Nos alimentamos para proporcionar a nuestras células energía para poder siendo un centro ordenado de resistencia. Bueno, no sólo eso, nos alimentamos también para proporcionarle a nuestras células ladrillos y cemento con el que construir edificios nuevos (sobre todo en la época de crecimiento) y reconstruir los que se estropean de vez en cuando. Y entonces es cuando me pregunto, ¿por qué diablos no puede seguir funcionando así no 80 años, sino 180 ó 1080...? Con energía y ladrillos, ¿por qué nuestras células tienen que estar sometidas a una especie de reloj biológico que las condena a morir tras unos pocos decenios de existencia?

Por una parte, los complejos procesos que se producen cada segundo dentro de cada una de nuestras células producen pequeños residuos potencialmente dañinos. Para eliminarlos, las células tienen enzimas y existen otros procesos específicamente dedicados a ellos, como es el caso de los perjudiciales radicales libres que se producen en el acto de respiración celular y que las células eliminan con enzimas concretas. Este proceso de reparación nos dice la literatura médica que "se agota" o que todos estos residuos dañinos acaban superando la eficacia de los procesos dedicados a su eliminación. Pero no tendría porqué ser así, cuando nosotros cada día suministramos energía suficiente, así como material para las reparaciones...Si hay energía y hay materiales, no tendrían porqué acumularse desperdicios...

Luego está el asunto del acortamiento de los cromosomas. Cuando la célula se divide, nuestros coromosomas también lo hacen y al hacerlo parece ser que una pequeñísima parte de sus extremos se reduce. A esa parte se le llama telómero y se va acortando en cada división celular hasta un punto en que ya no permite una nueva división y la célula queda incapaz de replicarse. Pero esto no es así en todas las células. Unas tienen capacidad para unas pocas divisiones y otras pueden considerarse inmortales. Todas disponen de un proceso capaz de reconstruir los telómeros acortados, pero este proceso en unas células está limitado y en otras no. Un ejemplo de células que no tienen límite en su proliferación son las cancerígenas. Es decir, no se trata de un dogma insuperable: hay células que podrían dividirse infinitamente. ¿Por qué no podemos imaginar que podrían hacerlo todas?

Genéticamente la célula está programada para envejecer. En algún momento de nuestra historia evolutiva, el ciclo de un número determinado de años quedó marcado en los genes como "suficiente" o incluso como "necesario" para dar vía libre a la savia nueva de la nuevas generaciones, seguramente útil para la regeneración y mejora constante de la especie (hablo de nosotros, pero obviamente es algo que ocurre con todas las especies). La acumulación de individuos inmortales no dejaría espacio para las nuevas generaciones. Si existiera una especie inmortal, de algún modo sus genes hubieran tenido que regular también sus capacidades reproductivas. Así que la cosa está bien organizada: nacemos y se nos cuida durante una docena de años, después entramos en edad fecunda y empezamos a tener descendencia. Una docena de años más tarde, con unos cuantos descendientes a nuestras espaldas, sólo nos queda cuidar de ellos, perder fuerza física y dejar de ser útiles para la reproducción de la especia. Con ello llegamos al tercer decenio de vida y dejamos de ser útiles. Esperanza de vida: menos de 40 años. Es un ciclo que ahora nos parece una barbaridad, pero es el que ha funcionado durante millones de años. Los genes están preparados para ello. Y ahora les pedimos que aguanten, que en muchos casos, a los cuarenta es cuando nos planteamos la reproducción y que, por supuesto, no estamos dispuestos a dejar de ser útiles después de la cincuenta y queremos vivir mucho más. Hay muchos procesos internos que demandan un retoque para cambiar este ciclo natural. ¡Pero no es imposible conseguirlo!

No voy a entrar en la conveniencia filosófica de prolongar nuestra edad vital, pero estoy seguro que los estudios genéticos que se están haciendo y las investigaciones médicas no tardarán en encontrar la solución para que las células aguanten mucho más. Otra cosa es que nos interese socialmente que ocurra o que el traslado a la población general de estos descubrimientos se antoje muy complejo. Pero será posible, no tengo ninguna duda. Y será posible, además, superando el hándicap mental que nos atrapa de que para qué envejecer si nuestro cuerpo será un desastre y estaremos enfermos y tristes... ¡Tampoco tiene porqué ser así! Ahora mismo, las personas con 60 o algunos años más tienen unas condiciones físicas e intelectuales que no tenían los cuarentones de hace un milenio.

Inmortales lo dudo, pero centenarios estoy seguro que llegaremos a serlo en un futuro no muy lejano. Mensaje para los más optimistas: en los Montes Whitney de California hay pinos datados en casi cinco milenios de edad...

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