lunes, 2 de enero de 2012

LAS PINTURAS DEL PALEOLÍTICO

A principios de diciembre visité el Museo de Altamira en Santilla del Mar. Una visita muy recomendable, sobre todo la reproducción de la cueva original (la “neocueva”) hecha con mucho cuidado y de forma muy fidedigna. Hicimos una visita guiada y me llamó la atención que ante la pregunta de por qué los humanos del paleolítico superior habían sentido la necesidad de pintar en las paredes de las cuevas, la respuesta fuera que hay muchas teorías pero que en realidad todavía no se sabe.



En la tienda del museo compré varios libros. Uno de ellos, La mente en la caverna, de David Lewis-Williams (Ediciones Akal, 2005), trataba precisamente sobre lo anterior: ¿de dónde surgieron las pinturas del paleolítico, quién las hizo, qué representan? Estas vacaciones lo he leído y aquí tenéis mi resumen:

Para empezar hay que acudir al concepto de conciencia, un concepto que todo el mundo entiende lo que es hasta que se nos pide que lo definamos. Porque la conciencia no es algo sólido como pueda ser un tejido o una capacidad craneal, sino que es un estado mental que, además, no es universal, es decir que ha sido un concepto que ha variado y ha sido distinto según lugares y momentos históricos. La conciencia es una “idea” del cerebro, pero no es el cerebro, no puede diseccionarse y estudiarse anatómicamente, por lo que su conocimiento y, aún más, su evolución a lo largo de la historia de la Humanidad se presentan muy complejos.

Obviamente la conciencia no apareció de la nada, sino que fue consecuencia de una larga evolución natural que, por si fuera aún poco difícil su estudio, surgió a partir de condiciones de supervivencia que ya no existen en la actualidad y que hay que imaginar o suponer.


Lo que sí podemos constatar es lo que ocurrió en un momento determinado de la evolución del homo sapiens, en una Europa occidental que era como un callejón sin salida: unas determinadas circunstancias del entorno provocaron la transición hacia una conciencia que dio lugar a un paquete global de actividad simbólica resumido en:

• Refinada tecnología de utensilios de piedra, más allá de lo puramente funcional.


• Adornos corporales que transmitían información acerca de la identidad personal y grupal.


• Elaborados entierros de determinados fallecidos.


• Aparición de un lenguaje plenamente moderno.


• Realización de imágenes simbólicas en arte parietal (en las paredes) y mueble (figuras tridimensionales).


Hay que tener en cuenta que el cerebro de nuestros antepasados del paleolítico superior era prácticamente igual que el nuestro, con el mismo potencial de actuación. Pero se le ha dedicado mucha atención al concepto de inteligencia y muy poco al de conciencia. El énfasis sobre la evolución de la inteligencia ha marginado el estudio del espectro de la conciencia humana sobre el comportamiento. El arte y, sobre todo, la capacidad para comprenderlo dependen más de la capacidad de manipular imágenes mentales que de la propia inteligencia.

El problema del estudio de la conciencia radica en lo difícil que resulta investigar sobre la misma sin aplicar en la investigación conceptos de conciencia que son plenamente actuales. Por ejemplo, en la resolución de problemas para nuestra conciencia occidental actual es preciso esforzarse por ser objetivos, aislarnos de las emociones y permanecer en un estado de atención. Pero esto es así aquí y ahora y no cabe pensar que fuera igual hace miles de años. La conciencia es algo construido por entero en el discurso social del momento, sin bases neurológicas sólidamente instaladas y que no puedan ser cambiadas. No hay que retroceder más de mil años para encontrarnos en un contexto social que valoraba los sueños y las visiones como fuentes de conocimiento otorgadas por Dios. A nadie se le ocurriría hoy elegir como representante político a una persona que hubiera tenido una revelación personal divina, pero esto no fue así en un pasado no tan remoto. Han pasado los años, pero las abundantes ediciones de libros esotéricos, la cantidad de gente que todavía reza, medita, consulta curanderos y médiums en el mundo ilustra que este tipo de pensamiento sigue gozando de buena salud tras siglos de racionalismo y método científico.



Para acercarnos a la interpretación del arte parietal del paleolítico superior hay que explorar los posibles estados de la conciencia, todos ellos y no sólo los que hoy prevalecen. Hace falta prestar más atención al pensamiento irracional del poeta que al de quién resuelve un problema lógico. Hay que estudiar todo el espectro de la conciencia, el que existe entre vigilia y sueño. Partiendo de la vigilia podemos encontrar:

Vigilia, pensamiento orientado a la solución de problemas, normalmente en respuesta a estímulos ambientales.

Fantasía realista, un estado en el que abordamos el problema planificando la forma de actuar sobre él y evaluando e imaginando los posibles resultados de nuestra actuación.

Fantasía autista, es un paso más allá mediante el cual las fantasías realistas van perdiendo apego con lo posible en la realidad.

Ensueño, estado en el que se pierde la secuencia narrativa y las imágenes se suceden sin un orden lógico.

Estados hipnagógicos en los que nos quedamos dormidos, donde las imágenes son muy intensas pudiendo llegar a convertirse en alucinaciones: si el sujeto despierta puede estar convencido de que la imagen ha sido real y que está todavía presente en su entorno.

Sueños, donde las imágenes aparecen en su recuerdo como una narración

Esto sería un espectro normal, pero estos pasos pueden ser intensificados mediante multitud de formas. Desde estados de fatiga intensa, dolor, ayuno hasta privaciones sensoriales, ejercicios como el baile rítmico de los derviches turcos o la repetición de un mantra, determinados estímulos visuales o auditivos como un tamborileo constante y prolongado o la propia ingesta de sustancias psicotropas, pueden provocar estados alterados de la conciencia en los que se intensifican las alucinaciones y las visiones. La propia definición de estados alterados ya está condicionada por nuestro punto de vista actual: consideramos nuestro estado de conciencia racional como “normal” y, en cambio, definimos otros estados como “alterados” o incluso pervertidos.

Hay que tener claro que las imágenes de los estados alterados son consecuencia de lo que recupera nuestra memoria y son, por tanto, culturalmente específicos de cada lugar y cada momento histórico. Por ejemplo, las imágenes que verá una persona inuit en un estado alterado de conciencia serán osos polares y focas que pueden que le hablen, pero las imágenes que verá alguien del paleolítico superior en Europa serán bisontes, ciervos o caballos.

En los estados intensificados o alterados de la conciencia podemos encontrar tres fases:

En la primera, la más ligera, las personas pueden experimentar percepciones visuales geométricas, puntos, cuadrículas, zigzags, curvas, líneas serpenteantes que centellean, se expanden y contraen y se combinan unas con otras, independientemente de si los ojos están o no cerrados o de si hay o no una fuente de luz. Parece ser que estas figuras geométricas o imagenes entópticas son aculturales, es decir, forman parte de nuestro sistema nervioso y están instaladas en todos nosotros de forma muy parecida. Podemos encontrar representaciones de este tipo de formas en diferentes continentes, todas ellas muy similares.


figuras hechas por un niño de 3 años
En la segunda fase, las personas que están experimentando un estado alterado de conciencia provocado o no, intentan interpretar las imágenes geométricas elaborando a partir de ellas formas icónicas, es decir, objetos que les son cotidianos en su vida diaria. Aquí sí interviene el momento cultural y social, tanto como la propia situación del individuo (una figura redonda puede interpretarse como una manzana si la persona tiene hambre en ese momento).

En la tercera fase hay una progresiva exclusión de toda información procedente del exterior y se entra en una fase autista. Con frecuencia aparece un punto de luz en el centro del campo de la visión que da sensación de recorrer un túnel. La alucinación dentro del túnel es muy frecuente en casos extremos de personas que han entrado en estados alterados de conciencia. En este estado se pierde la conciencia entre los significados literales y los analógicos de lo que se está percibiendo. Es en este momento cuando el sujeto entra a formar parte de las imágenes y se experimentan transformaciones como el hecho de convertirse en determinados aminales.


Todas las sociedades reconocen los diferentes espectros de la conciencia, los agrupan en segmentos y les asocian nombres. Las comunidades humanas necesitan de este tipo de consensos. Pero cuál es la valoración que se la ha dado en el pasado a los diferentes pasos del espectro ha sido muy distinta. Los estados de conciencia alterados han sido institucionalizados de forma sistemática en nuestro pasado. Por decirlo de otro modo, la capacidad de experimentar estados alterados de la conciencia es una capacidad psicobiológica de nuestra especie y, por consiguiente, es universal. Su valoración, institucionalización y uso son rasgos culturales que han variado de una sociedad a otra. Aquí es donde aparece el concepto de chamán, un término que se ha generalizado en exceso pero que define bien a aquellas personas que han aprendido a utilizar y modelar sus estados alterados de conciencia. Por resumirlo:

• El chamanismo se basa en los estados alterados de conciencia institucionalizados.


• Las experiencias visuales, auditivas y somáticas de estos estados originan percepciones de una realidad alternativa.


• Se cree que unas personas poseen habilidades especiales para acceder a estos estados alternativos, son los chamanes.


Los chamanes:


- Establecen contacto con espíritus y entidades sobrenaturales.


- Pueden curar a los enfermos.


- Controlan los movimientos y las vidas de los animales.


- Pueden controlar el clima.


El siguiente punto a considerar es el que he apuntado antes: las imágenes están condicionadas culturalmente y por el entorno. Más aún, debe existir un consenso social y cultural en relación al significado de determinadas imágenes. Por ejemplo, la visión de un bisonte tenía que tener un significado cultural más allá de lo que es un bisonte como animal. Este consenso sobre el significado de determinadas imágenes es lo que hace que sólo encontremos representaciones de arte del paleolítico de determinados animales: bisontes, ciervos, caballos y felinos en general (con algunas excepciones). Debía existir un vocabulario previo referido a determinadas imágenes que condicionaba su aparición, es decir, en los estados alterados de conciencia se buscaba unas cosas concretas y no otras.


¿Eran animales lo que representaban en las paredes? Lo que nosotros vemos hoy en esas imágenes pintadas no es necesariamente lo que veían ellos. Al principio de la aparición de la fotografía, cuando se mostraba una de un caballo, por ejemplo, en determinadas culturas los sujetos no eran capaces de ver un caballo y no podían identificar lo que se les mostraba. Cuando se les decía que “era” un caballo, ellos seguían sin verlo sencillamente porque un caballo corre, se mueve y nosotros podemos movernos a su alrededor. La identificación de una representación gráfica también está influida por la cultura y por la experiencia, así que no hay que concluir con ligereza que los bisontes que vemos en las paredes de las cuevas del paleolítico “eran” bisontes para las personas de la época. Lo más probable es que no lo fueran. En realidad se trataba de imágenes capturadas de estados alterados de conciencia de personas que estaban designadas para alcanzarlos y que, una vez, finalizados, eran capaces de recordarlas y plasmarlas (ellos sólos o con la ayuda de personas entrenadas para ello) en el lugar donde habían aparecido las imágenes, con un significado ligado a la convención cultural del significado de la imagen. Ello explicaría que las figuras de las paredes de las cuevas no guardan ninguna alineación, están desordenadas, con diferentes tamaños y posturas y en ningún caso apoyadas sobre una línea de tierra, sino como flotando (en muchos casos sin siquiera pezuñas). Sería posible que las imágenes que aparecen insertadas en formas especiales de la roca, como si el artista pintor hubiera aprovechado la forma de la pared para pintarlas, hubieran partido de la mayor facilidad de confundir estas formas en imágenes, facilitando la tarea del chamán, siendo posteriormente pintadas allí donde habían sido vistas.


¿Por qué ocurrió todo en un momento determinado de tiempo, hace unos 30.000 años? Para ello hay que distinguir entre dos tipos de conciencia. Existe la conciencia primaria, la que pueden experimentar algunos animales (los mamíferos, algunas aves), que se traduce en ser consciente de cosas en el mundo, de tener imágenes en el presente. Es como una especie de “presente recordado” limitado a un pequeño intervalo de tiempo alrededor del presente. Ello no quiere decir que un animal no pueda tener memoria a largo plazo y actuar conforme a ella, pero no puede ser consciente de esa memoria y planear para sí mismo un futuro basado en la misma.

Después está la conciencia de nivel superior que es exclusiva de la especie humana. Los humanos experimentamos la conciencia primaria como una imagen mental de acontecimientos que están en curso y somos capaces de modelar el pasado y el futuro como parte de una escena correlativa. Esa conciencia implica el reconocimiento por parte de un sujeto de sus propios actos o afectos. Es decir, los humanos somos conscientes de ser conscientes. Fuimos capaces de romper con el mero “presente recordado” mediante la creación de nuevas formas de memoria simbólica y nuevos sistemas de comunicación y transmisión social. Sin lenguaje todo ello no hubiera sido posible. El homo sapiens es la única especie que puede recordar y usar la memoria para dar forma a sus propias identidades individuales y a sus escenas mentales de hechos pasados, presentes y futuros.


No sabemos cuándo apareció o se consolidó la conciencia de nivel superior, pero sin ella el arte paleolítico no hubiera sido posible. Cabe pensar que los neandertales tuvieran sólo conciencia primaria, lo que no impide que pudieran tener un lenguaje, aunque muy limitado. Los neandertales podrían soñar, pero no hablar de sus sueños. Cuando el homo sapiens fue consciente de su consciencia y el lenguaje fue capaz de hacer posibles las alucinaciones auditivas, es decir, que las imágenes “hablaran”, la creación de imágenes pintadas o el arte de las estatuillas rupestres pudo tener lugar, no antes. Es muy probable que este tipo de conciencia se desarrollara en África antes de la oleada migratoria que condujo al homo sapiens a Europa. Lenguaje y conciencia de nivel superior fueron de la mano. Y fue esa conciencia la que facilitó la creación de un mundo de espíritus. Los homos sapiens llegados a Europa se encontraron con los neandertales, asentados en estas tierras desde hacía cientos de miles de años y no tardarían en darse cuenta de las importantes diferencias que les separaban. Es posible que la necesidad de ilustrar estas diferencias pudiera estar en el origen de la aparición de expresiones culturales como el arte parietal: los humanos en algún momento sintieron la necesidad de plasmar de forma física aquello que los diferenciaba de otros grupos de homínidos que podían copiar sus herramientas y otras cosas, pero no su capacidad de plasmar el mundo de los espíritus. Era la conciencia de nivel superior la que permitía a los homo sapiens ver imágenes mentales proyectadas sobre superficies y, posteriormente, convertirlas en imágenes fijas. Por razones sociales, las imágenes proyectadas y posteriormente explicadas de estados alterados de la conciencia fueron insuficientes y las personas sintieron la necesidad de “fijar” sus visiones. Alargaron su mano para tocarlas allí donde las estaban viendo y después se dispusieron a mantenerlas en su sitio. No estaban pintando imágenes, simplemente estaban fijando lo que ya estaba allí. No estaban pintando animales auténticos: si pudiéramos trasladarnos a ese tiempo y felicitar a uno de los “artistas” de la época por el “realismo” de su creación, probablemente nos hubiéramos encontrado con una expresión de incredulidad: “pero eso no es un bisonte, no se puede caminara alrededor de él y es muy pequeño, un bisonte de verdad es mucho más grande y no puede agarrarse al techo de la cueva… Esto es una “visión” de un “bisonte espíritu”, no hay nada “real” en ello”. Lo que representaban “eran” visiones, no representaciones de visiones.


En resumen:

• Existe un espectro de conciencia que va desde la vigilia hasta el sueño que permite los estados alterados de conciencia en los que los sujetos son capaces de tener alucinaciones.

La capacidad de experimentar estos estados es universal y la existencia de personas especialmente dotadas o elegidas para ello ha sido asimismo universal (los chamanes, por llamarlos con un término de cierto consenso)

Las pinturas de las paredes de las cuevas del paleolítico superior no representan animales, sino que son visiones experimentadas en estados alterados de la conciencia, fijadas posteriormente en el lugar en el que aparecieron.

• Estas visiones estaban condicionadas por convenciones sociales, es decir, determinadas imágenes de cosas reales (bisontes, ciervos y caballos sobre todo) y no otras tenían un significado concreto para la sociedad del momento y sus visiones representaban cosas específicas y aceptadas culturalmente.

• La memoria, interpretación y representación de las imágenes de los estados alterados de la memoria sólo es posible si se posee conciencia de nivel superior, que es exclusiva de los humanos y que apareció en África antes de la migración de los homo sapiens a Europa.

• La aparición de las imágenes en las cuevas en un momento determinado de la historia, hace aproximadamente unos 30.000 años, puede tener que ver con la necesidad de exteriorizar y fijar las diferencias entre los humanos y los neandertales que con toda probabilidad carecían de conciencia de nivel superior.


Y esto es todo. No sé si es una buena explicación, pero al menos da idea de lo que pueden representar los bisontes de Altamira...


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