domingo, 11 de septiembre de 2011

YO ESTUVE ALLÍ... (Las Torrres Gemelas)

 Las torres gemelas y el Hotel Marriot

Yo estuve allí. En la vida en ocasiones ocurren sucesos inesperados que de pronto, de una forma inimaginable, convierten en únicos e irrepetibles momentos de la vida que pasan a la categoría del "yo estuve allí... y es algo que nunca más voy a poder repetir".

Pués bien, yo estuve allí: yo visité las Torres Gemelas de Nueva York en el año 1994. Es más, en ese viaje me alojé en el hotel Marriot Vista que formaba parte del complejo de las Torres y que desapareció por completo cuando éstas se derrumbaron. Recuerdo que era un edificio de 15 ó 20 plantas que apenas se percibía por estar anexo a las enormes moles de las torres.

Las torres y el Hotel Marriot: el edifico blanco que se ve en segundo plano

Quizá fue la cercanía a estos hoy icónicos edificios de la que disfruté durante esos pocos días, o realmente tenían algo especial, porque hoy, escanenando las viejas y poco resolutivas imágenes de aquel viaje que acompañan a esta entrada, me he dado cuenta de que la mitad de ellas son de las torres o del inolvidable viaje que hice a sus alturas. En aquellos años ni por asomo imaginábamos que tiempo después todos tendríamos cámaras capaces de almacenar miles de instantáneas en un solo viaje. Se trataba de "tirar" un par de carretes de instantáneas, carretes de los que a lo sumo un mal aficionado a la fotografía como yo podía aspirar a tener una treintena de imágenes de cada uno.

El hotel Marriot, anexo a las torres

Recuerdo lo aplastado en el asfalto que me sentí cuando alcé la vista a pié de torres al llegar al hotel. Simplemente eran de una altura imposible para una persona como yo que nunca había estado en Estados Unidos (fue mi primer viaje) y que a lo sumo había contemplado en España edificios de escasos 20 pisos de altura. Tenías que torcer tanto el cuello para ver lo alto desde su base que casi te dolían las cervicales. Recuerdo también lo enorme de su hall, con una amplitud que tampoco había visto nunca antes en ningún edificio. Y el ascensor, que tenía un contador de pisos que se movía al ascender a una velocidad que hacía sonreir a los presentes. ¡Casi ascendía 100 pisos en lo que el ascensor de mi bloque de pisos asciende media docena!.

Altas, altas, muy altas, casi imposibles...

La antena que las distinguía...

Como desde el cielo. El Empire "pequeñito" a lo lejos...

Enormes edificios a sus piés quedaban reducidos a simples juguetes...

Y las vistas... Era como estar subido en un avión. Todos los edificios de Nueva York parecían de una altura ridícula, y eso que cerca de las torres habían algunos de más de 50 pisos de altura. El Empire quedaba lejos y su altura quedaba empequeñecida por la distancia.

El Empire no hacía sombra por la distancia a la que estaba...



Como no podía ser de otro modo en ese primer viaje lleno de ansiedad por no perderme nada, hice un viaje en los helicópteros que sobrevolaban la ciudad por unos minutos. En la vista de Nueva York desde la estatua de la libertad destacaban las torres gemelas como dos mástiles emblemáticos. Simplemente no había nada que les hiciera sombra.

Una imagen emblemática, un icono irrepetible...

Hoy hace diez años, conforme los acontecimientos del infausto día iban transcurriendo, yo pensaba en eso, en ese viaje, en lo irrepetible del momento, en que mis hijos no podrían ya disfrutar de esas imágenes, de la fortaleza que transmitían las torres, de cómo a mí me hicieron sentir que la humanidad no tenía límites. Cuando viajé con ellos por primera vez a Nueva York en el año 2007, las torres eran un triste recuerdo...


He viajado a Nueva York en varias ocasiones. Recuerdo con especial intensidad el viaje del 2007 con la familia, pero también guardo sentimientos encontrados de la visita que realicé a esa ciudad apenas seis meses después de su desaparición. Nueva York aún estaba triste. El enorme agujero lleno de obras que ocupaba el lugar de las torres sólo podía contemplarse con tristeza y desasosiego.


El jardín de la pequeña iglesia de Saint Paul's, en la calle Broadway, justo al lado de donde estaban las torres, aún estaba lleno de cascotes y ceniza. En su pequeña fachada se había montado un tenderete donde la gente podía escribir cosas o colgar notas. Estaba lleno de papeles y fotografías... Sé que escribí algo en una cartulina llena de mensajes. No recuerdo lo que fue, pero esas pequeñas palabras fueron mi minúsculo homenaje a la memoria de las torres y de todos aquellos que perdieron allí la vida un día del que hoy se cumplen 10 años...


Nunca más, que no ocurra nada parecido nunca más...

 Vista desde mi habitación en el Marriot
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DÉCIMO ANIVERSARIO 11-S


El 11 de septiembre de 2001 era festivo. En esta fecha se celebra la "Diada Nacional de Catalunya", es decir el día de nación catalana. El 11 de septiembre de 1714 Barcelona caía en manos de las tropas borbónicas que la habían asediado durante casi un año y medio. Ello representó la desaparición de las instituciones catalanas que habían gobernado el país durante siglos, entre ellas la Generalitat de Catalunya, que tardaría también siglos en volver a existir.

Ese día, festivo como digo en Catalunya, a primera hora de la tarde estábamos de sobremesa en mi casa con nuestros padres y hermanos, celebrando la inauguración de unas obras en casa que habían durado varias semanas. Fue entonces cuando al inicio del telenoticias de las 3 (las 9 de la mañana en Nueva York) el presentador nos explicó que un avión había tenido un accidente en una de las torres gemelas de Nueva York. Fue la noticia de entrada y mientras aún nos estaban contando lo ocurrido, ¡un segundo avión hizo chocó con la otra torre!. Todos en casa lo vimos en directo. Mis hijos tenían apenas una decena de años y miraban la televisión como si se tratara de un videojuego. No hay que decir que la reunión familiar se llenó de desconcierto y que todos quedamos anclados frente al televisor durante horas mientras los acontecimientos se iban desencadenando: vimos cómo el fuego iba comiéndose literalmente las torres, cómo la gente caía al vacío, cómo se derrumbaron las torres, una detrás de otra. Las noticias no cesaron de informar: otro avión había impactado contra el Pentágono, otro había caído en Pensilvania, Nueva York era un caos. Y una y otra vez, docenas, cientos de veces, vimos cómo los aviones impactaban contra las torres. Algo dantesco.

Todos los adultos tuvimos claro que ese día el mundo iba a cambiar y nuestras esperanzas de un mundo mejor se vieron seriamente tocadas. Todos sabemos lo que ha ocurrido durante estos últimos años y desde luego no podemos decir que el mundo sea un lugar más seguro en el que vivir.

Esa noche escribí cuatro líneas en mi bloc de notas:

Esta ruín tarde, en granado crepúsculo,
embozados en lo infame del ocaso,
vi a los jinetes del apocalipsis
pasearse indolentes por mi hogar.
¿Cuánta maldad cabe en el corazón?
La tristeza se viste de azabache.

Si nos lo proponemos el futuro puede ser mejor. Somos más, muchísimos más los que así lo deseamos que aquellos que quieren atentar contra nuestras esperanzas. Así que, ¿por qué no ponemos todos nuestro granito de arena en ello?
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Imágenes de lo excepcional del momento:

Aquí podemos ver un día normal de tráfico aéreo en el mundo. Podemos ver cómo la noche va avanzando de este a oeste y cómo el tráfico se va amontonando o diluyendo en un lugar u otro del mundo según la hora de cada región:



Y aquí tenemos lo que ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en el cielo de Estados Unidos: al poco de los atentados todo el tráfico aéreo quedó en suspenso. Ni antes ni después ha ocurrido nada igual...



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