martes, 15 de septiembre de 2015

LA "INEVITABLE" INDEPENDENCIA DE CATALUNYA


La "inevitable" independencia de Catalunya

Incomprensiblemente para muchos, ni los responsables políticos ni buena parte de los ciudadanos de España se está tomando el tema de la independencia de Catalunya como lo que realmente es: el asunto de mayor calado institucional y relevancia que ha tenido este país encima de la mesa desde la llegada de la democracia. Este tema, por sí mismo, va a significar o bien una radical reconstrucción del edificio constitucional que se edificó hace cuarenta años o bien una dolorosa, complicada, inaudita pero segura separación de Catalunya del resto de España. 


La estrategia de no hacer caso al problema para conseguir que éste no exista que está llevando a cabo el actual gobierno de España, en mi opinión, va a conseguir que para satisfacción de unos y desesperación de otros, la independencia acabe siendo una realidad. A no ser que se produzca un cambio político radical, con un enfoque de regeneración de calado como mínimo similar al que se llevó a cabo durante la transición de la dictadura franquista a la democracia, se acabará llegando a un punto de no retorno. Esta es la conclusión a la que llego siendo testigo y a la vez partícipe de lo que está ocurriendo ahora y lo que ha venido sucediendo durante los últimos diez años. No va a ser esta entrada una relación de errores, agravios o cosas que pudieron ser pero no fueron. Mi intención es exponer argumentos de por qué creo que Catalunya acabará siendo una nación independiente con todo lo que ello pueda significar para unos y para otros.

Esta conclusión se fundamenta en el siguiente decálogo argumental:

1. Pocos dudan de que las opciones soberanistas obtendrán la mayoría de escaños del Parlamento que surja tras las elecciones del 27S. Pero todo apunta también a que no van a contar con la mayoría de votos.

2. Con una mayoría parlamentaria consistente, habrá Gobierno soberanista en la Generalitat, pero el proceso hacia la independencia se verá ralentizado. Ojo, ralentizado no significa detenido. Siguen sorprendiéndome las declaraciones de aquellos que opinan que si no se alcanza la mayoría en votos el proceso hacia la independencia habrá muerto. ¡Cómo va a morir con un porcentaje altísimo de ciudadanos a su favor y las riendas del próximo gobierno! Probablemente volvamos a la exigencia de realizar un referéndum para decidir, pero desde una posición de mucha más fortaleza por parte del ejecutivo catalán.

3. Los partidos no soberanistas con posibilidad de gobernar en España en su mayoría insistirán en que es posible encajar las demandas razonables de muchos catalanes en una reforma de la Constitución. Algunos lo harán convencidos de ello, otros sólo para ganar los votos de los indecisos y alguno más ni siquiera lo intentará, anclado en la actual estrategia de ignorar el problema, minimizarlo o combatirlo con el esquema institucional de hace cuatro décadas.

4. En el programa de las elecciones generales de diciembre, casi todos los partidos incluirán tocar la Constitución para mejorar el encaje territorial a nivel de competencias, fiscalidad e identidad nacional y cultura. Lo harán sin dar ningún detalle ya que hay demasiada sensibilidad al respecto en España para poder concretar en los programas electorales, pero lo harán (demasiados años cultivando la catalonofobia por parte de unos y otros con el fin de ganar votos en determinados sectores de la sociedad española como para pretender ganar las elecciones generales con detalles respecto a cómo afrontar futuras reformas constitucionales).

5. Dada la dificultad del PP de gobernar en coalición o con apoyo de otros partidos, salvo que en diciembre obtenga la mayoría absoluta de nuevo o un porcentaje de votos muy cercano a ella, es muy posible que a partir del año que viene tengamos en España un gobierno del PSOE en minoría o en coalición con otros. El PSOE es el partido que más se está mojando en relación a la reforma constitucional. Si no fuera así y el PP conservara una mayoría suficiente para gobernar, todos los puntos que vienen a continuación cobrarían todavía más valor (por mucho que algunos hagan ver que esto ya no es así, España sigue siendo un país bipartidista y las posibilidades de que gobierne un tercer partido con una mayoría suficiente son más bien pocas, pero aunque ello ocurriera en nada cambiaría mi decálogo argumental)

6. El gobierno soberanista de Catalunya será muy exigente con la petición de un referéndum para decidir la independencia y, por supuesto, seguirá muy de cerca las iniciativas (no digamos si se llegan a producir "promesas" electorales en las generales) hacia la revisión de la Constitución, haciendo de altavoz de todo aquello en lo que no se avance.

7. Y no se avanzará. Por mucho que el nuevo gobierno de España quiera abrir el melón de la Constitución, ello no será posible. Cualquier atisbo de acuerdo está en las antípodas de la feroz lucha partidaria que se ha instalado en España entre los partidos mayoritarios. La Constitución no podrá tocarse o si se toca no será del agrado de muchos y, por supuesto, no lo será del gobierno de Catalunya ni de los millones de votantes que lo habrán nombrado.

8. Todos los indecisos que a última hora el 27S habrán impedido la mayoría absoluta de votos a las opciones soberanistas con la esperanza de que un nuevo gobierno en España pueda dar satisfacción a las demandas catalanas, se encontrarán una y otra vez con noticias que les empujarán a cambiar de opinión. Entre unos que seguirán instalados en la lucha partidista y otros que amplificarán la incompetencia del Parlamento español respecto a tocar el encaje territorial, los convencidos del soberanismo crecerán a diario.

9. El 27S las opciones soberanistas apuntan a obtener alrededor del 45% de los votos. A partir de esta posición sólo necesitan que un porcentaje pequeño de indecisos cambie de opinión para alcanzar la mayoría.

10. En las siguientes elecciones autonómicas, cuya fecha de celebración manejará como es obvio según sus intereses el gobierno de Catalunya o en un referéndum que finalmente se convoque, acordado o no, ajustado a la actual legislación o no (que todo puede ocurrir), la probabilidad de que la independencia cuente con la mayoría absoluta será muy alta. Definitiva.

Y a partir de este punto, que cada uno se quede con la opción que más le encaje, desde la más catastrófica a la más utópica, pero con una mayoría de ciudadanos a favor de separar Catalunya de España, las cosas se pondrán muy a favor de que ello acabe ocurriendo. Los partidos soberanistas, aparte de seguir haciendo ruido con el fin de mantener el ánimo entre sus votantes, sólo tendrán que sentarse a esperar a que desde el Parlamento español se evidencie la imposibilidad de llegar a acuerdos firmes que satisfagan a unos y otros.

Sólo un Parlamento español que finalmente sea consciente del reto que tiene entre manos, de la misma forma que lo fueron los líderes políticos en los últimos años de la década de los 70 capaces de llegar a consensos de calado increíble, y que ponga todo patas arriba convencido de que es necesario un nuevo encaje territorial del Estado y una renovación de grandes proporciones del actual pacto constitucional, podría minimizar los apoyos a la independencia de Catalunya y, por tanto, reducir el riesgo de que ello ocurra. Hoy por hoy, no parece que esa consciencia de la necesidad de realizar semejante nivel de cambios esté en la agenda de los líderes políticos españoles, por lo que en mi opinión, Catalunya caminará irremediablemente hacia un nuevo destino como nación, con todas las ventajas según unos 0 inconvenientes según otros que ello pueda tener. Y ello ocurrirá en un plazo no superior al de una legislatura.

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