lunes, 5 de julio de 2010

VEMOS CON EL CEREBRO

Vemos con el cerebro, no con los ojos

Literalmente. Los ojos son el resquicio de nuestro cuerpo a través del que se cuelan los estímulos visuales que nos rodean, pero el proceso mediante el cual hacemos lo que llamamos “ver” se produce en nuestro cerebro. Por descontado, no somos capaces de asimilar todo lo que nos llega, sería imposible hacerlo. Nuestro cerebro opta por algo más eficiente: realiza asociaciones entre los estímulos que le llegan y la información que ya tenemos en nuestra memoria. Y estas asociaciones son muy rápidas, instantáneas. Veamos algunos ejemplos:








Y por último uno de los ejemplos más conocidos: ¿qué ves en esta imagen?:


¿Una joven o una anciana?... ¡Están las dos!

En el fondo, el cerebro filtra y se centra en la información mínima necesaria para realizar el proceso de ver y después rellena los huecos que necesita para interpretar esa información utilizando lo que ya conoce del mundo que le rodea. En consecuencia, no vemos la realidad tal como es o, para ser más exactos, como la veríamos si nuestro cerebro sólo se centrara en los estímulos que le llegan sin ninguna información previa basada en experiencias, sino que la reconstruimos a medida utilizando la información imprescindible: movimiento, color, contornos, luz, etc. Esto convierte el proceso de “ver” en un arte creativo, a la medida de las capacidades individuales de cada uno. Este es uno de los motivos por los que conceptos como el arte o la belleza son muy subjetivos, porque no hay una única forma de “ver” sino que se trata de algo personal y subjetivo. A pesar de ello, hay ciertas obras visuales artísticas o ciertos estándares de belleza que nos agradan de forma universal. Y ello es porque son capaces de aprovechar al máximo alguna propiedad funcional de nuestro proceso visual. El arte maximiza el proceso de generación de asociaciones en nuestro cerebro. Ello ocurre por ejemplo con el impresionismo, que deja mucha libertad para que nuestro cerebro realice asociaciones. No hay más que contemplar este atardecer pintado por Monet:


Todo ello no hace más que reforzar mi opinión sobre la no existencia de una realidad única e incuestionable. Y es que ya lo escribió Ramón de Campoamor en uno de sus más conocidos poemas:


Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira

(Referencia: ¿Por qué nos gusta el arte?. Guillermo Santamaría. Redes nº 3, pág. 26-29)


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