viernes, 25 de junio de 2010

SIEMPRE


“Siempre” y desaparecieron las nubes,
las noches, las tormentas.
Dijiste siempre
y sonó como un eco interminable,
siempre, siempre, siempre.
Como las últimas palabras
de un oráculo que tras ellas
no tuviera más que decir.
Siempre, sin fin, aquí y allá.
No habrá manecillas en los relojes,
ni horizontes en los mares,
ni puertos a los que llegar.
Quizás tampoco pueda imaginarse.
Tú y yo, más allá de nosotros
y de tu voz diciendo “siempre”.

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