viernes, 30 de octubre de 2009

SOBRE LOS NIVELES DE PENSAMIENTO

El pensamiento humano

Habituados a manejarnos en el blanco o negro, solemos decir con un exceso de vanidad que somos los únicos seres del planeta con la capacidad de pensar. En primer lugar, cabe decir que sería discutible que el pensamiento humano sea motivo de vanidad ó que merezca el premio al mayor éxito en la evolución. Soy un ferviente defensor de que ello no es así: la capacidad de pensar inherente a nuestra especie es un aspecto diferencial como puede serlo la capacidad de volar de un gorrión o la visión nocturna de una lechuza. El éxito evolutivo habría que contemplarlo en medidas de diversidad y cantidad: una especie o una familia de especies ha tenido éxito en los millones de años de evolución si dispone de una amplia gama de variedades y sus especimenes individuales sobrepasan en número a los de otras familias. Y cabe decir que de la familia homo sólo queda un representante, nosotros, (hay docenas de especies de roedores y miles de escarabajos) y que los pocos miles de millones de individuos humanos aguantan poco la comparativa con otras especies, sean insectos o amebas.

En segundo lugar creo que somos un poco drásticos al opinar que somos los únicos seres con capacidad de pensar. Como he dicho al principio, cuando opinamos así nos dejamos llevar por el pensamiento extremo del blanco o negro. Pero el mundo está lleno de matices y lo mismo ocurre con el acto de pensar. Para ser justos tendríamos que hablar de diferentes niveles de pensamiento. Estoy leyendo Cómo el Homo se convirtió en Sapiens, de Meter Gärdenfors, donde el autor expone su opinión sobre cuáles son estos niveles. Voy a atreverme a mezclar sus propuestas con mi propio punto de vista.

Compartimos con el resto de mamíferos una serie de órganos sensoriales que nos conectan con el mundo que nos rodea. También solemos cometer el error de extrapolar estos sentidos al resto de seres vivos, pero ello no es correcto. En concreto, nosotros disponemos de cinco sentidos clásicos que no descarto que en un futuro se amplíen: la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto. Digo que podrían ampliarse ya que, por ejemplo, el tacto podría con facilidad dividirse en tres: los “sentidos” que nos permiten percibir la temperatura, la presión y el dolor. Creo que estaremos de acuerdo en que son tres sensaciones muy diferentes, tanto como podrían serlo el olfato y el gusto, por poner un ejemplo. Así, el nivel más básico de pensamiento es el que nos llega a través de los sentidos, es decir, las SENSACIONES. Obviamente el tipo de respuesta que estas sensaciones obtienen en el sujeto que las recibe está relacionado con los siguientes niveles de pensamiento. En el libro que he mencionado hay una frase que merece un diez: está claro que si no percibiéramos el mundo a través de las sensaciones, el resto de funciones cognitivas carecerían de sentido, así que el “Pienso luego existo” de Descartes es una afirmación de un intelectual que menosprecia un simple dolor de muelas…



Tras el primer paso, la recepción de sensaciones del entorno, vendría el segundo nivel: el de la ATENCIÓN. La capacidad de poner atención en una sensación concreta que nos llega es un paso fundamental para seguir avanzando en la capacidad de pensar. Ser capaces de centrarnos en una parte concreta de la información, seleccionándola y aislándola de todo lo demás que la acompaña es una habilidad imprescindible sin la que los humanos no podrían desarrollar ninguna otra capacidad cognitiva. Parece sencillo porque constantemente lo estamos poniendo en práctica (ahora mismo, al escribir estas líneas, estoy centrado en el texto y en las ideas que quiero plasmar en él, ajeno a ruidos y movimientos del entorno), pero no es tan común entre los seres vivos como podríamos creer. La mayoría de especies sólo son capaces de centrar la atención sobre las “cosas salientes”, es decir aquellas que sobresalen del entorno. Por poner un ejemplo, una abeja que revolotea a nuestro alrededor es muy probable que no nos aguijonee si permanecemos inmóviles como estatuas. Ahora bien, si intentamos ahuyentarla con bruscos movimientos de manos y brazos, tenemos muchas probabilidades de ganarnos el premio del picotazo: nos hemos convertido en objetos salientes y, en este caso, amenazantes. Algo parecido ocurre cuando se nos recomienda estar muy quietos frente a un perro que se nos encare con agresividad. Los humanos y los primates en cambio somos capaces de centrar la atención incluso si no se trata de objetos salientes. Un primate puede mostrar un interés irresistible frente a una pelota inmóvil que se disponga frente a él. Así pues, no sólo hemos de ser capaces de percibir las sensaciones del entorno, sino que para elaborar el pensamiento hemos de tener la habilidad de centrarnos en puntos concretos de las sensaciones que nos llegan.



Un tercer nivel de pensamiento sería la capacidad de memorizar relaciones entre sensaciones que nos llegan y las consecuencias que tienen. La MEMORIA, por tanto, es un paso necesario en el desarrollo de la capacidad de pensar. Pero la memoria también tiene diferentes niveles. Desde la capacidad de recordar el aprendizaje recibido en el pasado sobre el efecto nocivo que puede tener sobre nuestra supervivencia el olor que nos llega de un felino cercano, es decir, la memoria que necesita de la presencia in situ de la sensación (un olor en el ejemplo anterior), hasta la memoria que nos lleva a recordar aspectos del pasado que no guardan ninguna relación con el entorno que nos rodea y las sensaciones que percibimos de él en este preciso momento, hay un largo trecho. Y aún cabría un tipo de memoria probablemente exclusivo de los humanos que es aquél que nos permite no sólo traer a nuestra mente episodios del pasado que no guardan relación con las sensaciones que estamos percibiendo en el presente, sino que lo hace con orden cronológico y ordenado y no sólo como una imagen aislada de aquello que ocurrió. Este tipo de memoria es el que nos permite el aprendizaje que adquirimos con la lectura, por ejemplo.



El siguiente nivel de pensamiento sería el de las EMOCIONES. El miedo, la alegría, la ira, etc. no tienen receptores identificados en nuestro organismo, como ocurre con las sensaciones y los sentidos, aunque están claramente ligadas a reacciones fisiológicas. Hay muchas teorías sobre cuáles son las emociones básicas, pero no un acuerdo común (al menos yo no lo conozco). Las emociones se mueven en conceptos tan difusos como lo son ellas mismas. Lo que está claro es que nosotros y otros animales, y no sólo mamíferos, “sentimos” emociones provocadas por las sensaciones que nos llegan. El neurólogo Antonio Damasio, conocido por sus investigaciones sobre las emociones, dice que en vez del “Pienso luego existo”, habría que utilizar el “Siento luego pienso”. Antes del acto de pensar, mucho antes, están las emociones, ya que estas son inmediatas y no requieren de complejos procesos mentales. Las emociones más universales, en opinión de Damasio, son Felicidad, Tristeza, Ira, Miedo y Asco, aunque como ya he comentado, no existe un acuerdo sobre las mismas.



Si seguimos avanzando, en mi opinión el siguiente paso sería el de la INTUICIÓN. Si nos llegan sensaciones que somos capaces de captar, si, además, podemos centrar nuestra atención en una parte concreta de estas múltiples sensaciones, si tenemos memoria de las consecuencias que en el pasado ha tenido esta sensación o hemos recibido un aprendizaje sobre las mismas y si sentimos emociones como respuesta a las sensaciones que percibimos, deberemos ser capaces de intuir cuándo va a ocurrir algo. Este punto nos lleva a la habilidad de percibir el futuro más inmediato. Es lo que hace un gato cuando se encrespa ante la presencia de un perro que le ladra. Intuir es avanzar en nuestra mente algo que puede ocurrir en el plano real. Antonio Damasio define la intuición como una “cognición rápida”. No hay que confundir esta capacidad con las reacciones automáticas que muchos seres tienen frente a sensaciones concretas. Muchas de estas reacciones no implican la evocación mental del futuro o de las consecuencias de la percepción de una sensación, sino que son pautas marcadas por la evolución. Cuando una mosca levanta el vuelo si acercamos la mano para capturarla, no lo hace porque haya elaborado una imagen de la consecuencia que nuestro gesto puede tener sobre su supervivencia, sino como un automatismo inherente a su genética que la hace volar ante la presencia de un cuerpo extraño que se aproxima. Estas reacciones automáticas también están pautadas en nuestro comportamiento, por ejemplo cuando cerramos los ojos si alguien juega a hacer ver que nos va a golpear en la cara: es una reacción de protección de un órgano muy sensible y necesario que está marcada en nuestros genes. Lo mismo ocurre cuando un primate grita ante la presencia de un felino: lo hace de forma instintiva y no puede evitarlo (lo que a veces puede ser un problema, ya que puede llamar la atención de la amenaza que intenta evitar).



Llegaríamos ya al nivel del PENSAMIENTO, que como veremos no es el último, aunque también en este caso nos encontraríamos con diferentes escalones. Pensar es razonar, planificar, imaginar, soñar, analizar, recordar y unas cuantas cosas más, todas ellas muy distintas unas de otras. Algunas, además, no son sólo propias de los humanos. Por ejemplo, una serpiente sólo atacará a un ratón si éste se encuentra en su entorno de percepción directa, es decir, si está a la vista y es percibido. Si el ratón, por ejemplo, se esconde detrás de un objeto, la serpiente es incapaz de imaginar su presencia oculta. Un gato actúa de forma muy distinta y aunque el ratón se esconda detrás de una cortina, seguirá sabiendo que está allí y lo seguirá acosando. El gato es capaz de evocar en su cerebro la presencia del ratón aunque no lo tenga en su campo de percepción directa. Cuando más capaces somos de evadirnos de las sensaciones inmediatas, mayor capacidad de pensamiento. Queda mucho por investigar sobre la capacidad de planificar, imaginar, soñar o recordar de especies diferentes a la nuestra y es posible que en el futuro vayamos teniendo respuestas sorprendentes sobre sus capacidades cognitivas. No está clara la atribución exclusiva a nuestra especie de estas capacidades. Otro ejemplo, cuando un ratón es capaz de escapar con facilidad de un laberinto hay que suponerle cierta capacidad de análisis de la situación, de razonamiento y planificación. En conclusión, si nos referimos al acto de pensar, tenemos que concluir que lejos de lo que muchos creen, no se trata de nada propio sólo de nuestra especie.



Un paso adicional sería la CONCIENCIA DE UNO MISMO, que no es lo mismo que reconocerse como individuo. Un chimpancé, por ejemplo, es capaz de reconocer su imagen en un espejo, algo vedado a la enorme mayoría de seres vivos del planeta, pero ello no quiere decir que sea capaz de elaborar pensamientos pensando en sí mismo como un individuo único, es decir, que sea capaz de centrarse en sus procesos internos de forma deliberada. Ello sólo es posible si se tiene el conocimiento de finitud, la percepción de que nuestro cuerpo, el nuestro, va a morir un día. Con mucha probabilidad, estamos llegando ya a niveles de pensamiento propios y exclusivos del ser humano.



Si seguimos avanzando, nos encontramos con la capacidad del LIBRE ALBEDRÍO, es decir, de la conciencia de que podíamos haber actuado de otra forma, de que hay múltiples comportamientos posibles frente a una acción y que somos capaces de elegir entre ellos de forma consciente y voluntaria. Los filósofos nunca se han puesto de acuerdo sobre el significado último de este concepto, pero lo que está claro es que forma parte de nuestra forma de pensar.



Por último, llegaríamos al último nivel de pensamiento, el LENGUAJE. No nos dejemos engañar por las apariencias: muchos seres vivos tienen pautas de comunicación que les permiten interaccionar entre ellos, pero el lenguaje humano está a años luz de cualquiera de estos sistemas o pautas. Cabe decir que el lenguaje es un nivel de muy reciente incorporación, si comparamos los pocos miles de años de su existencia con los millones de evolución del género homo. El lenguaje dio lugar a algo inaudito en la naturaleza y con toda seguridad propio sólo de nuestra especie: el diálogo interior. Un día empezamos a “hablar” con nosotros mismos y en ello seguimos. Esto sólo es posible con la capacidad de disponer de un lenguaje propio, de lo contrario, sin poder nombrar el mundo que nos rodea, tendríamos que limitarnos a interpelarnos a nosotros mismos a base de sensaciones, emociones y, como mucho, imágenes de la realidad. Sin el lenguaje no sería posible el pensamiento humano que conocemos y utilizamos.

Los puntos anteriores no son más que una propuesta de niveles de pensamiento, llena de matices y con toda seguridad opinable y modificable, pero es una propuesta que espero que al menos tenga sentido. SENSACIONES, ATENCIÓN, MEMORIA, EMOCIONES, INTUICIÓN, PENSAMIENTO, CONCIENCIA DE UNO MISMO, LIBRE ALBEDRÍO y LENGUAJE configuran los pasos a seguir para llegar a lo que nos referimos cuando hablamos de PENSAR.