miércoles, 25 de febrero de 2009

SOBRE EL ORIGEN DE LOS NOMBRES Y APELLIDOS

SOBRE EL ORIGEN DE LOS NOMBRES Y APELLIDOS


Hacía días que me rondaba por la cabeza buscar los orígenes etimológicos de los nombres y apellidos y estas vacaciones he podido por fin dedicarle un poco de tiempo a este asunto. Hay algunos diccionarios interesantes y no muy caros que dan suficiente información al respecto para personas interesadas. Cuando compré el de nombres propios quedé impresionado, pues contiene más de 13.000 nombres, contando todas sus variantes y equivalencias. Bien es cierto que el autor ha incluído incluso nombres de cómics o de personajes de cine (Tarzán, por ejemplo). Obviamente, en este libro están todos los nombres que uno pueda imaginar y por supuesto todos los nuestros.

No ocurre lo mismo con los apellidos, pues aunque el diccionario que he encontrado contiene más de 8.000, no he podido encontrar algunos de los nuestros. Incluso el mío he tenido que buscarlo en un pequeño libro que encontré, escrito nada más y nada menos que en los años 60 y que aborda específicamente los apellidos de origen catalán.


1. APELLIDOS

En primer lugar, decir que la “función” del apellido es la de acompañar al nombre de pila con el fin de evitar confusiones. Con la aparición el cristianismo y el uso extendido de los nombres de santos en los nacimientos, las repeticiones estaban a la orden del día. El uso de apodos y motes fue uno de los recursos más antiguos. Pedro “el manco” se diferenciaba claramente de Pedro “el chato”. Pronto los apellidos se heredaron de generación en generación siendo una muestra de identificación con una rama familiar determinada. Prueba de ello es que en los pueblos todavía se utilizan con normalidad los apodos familiares para designar a la gente. Como muchos sabéis, suelo pasar varios días al año en el pueblo aragonés de mi esposa. Es un pueblo del Bajo Aragón de apenas mil habitantes. Pues bien, todo el mundo tiene un mote que le designa como miembro de una determinada saga familiar. Los “Chilandros”, “Chaticos”, “Gusanos”, “Cuadrados”, “Perenas”, “Petíos”, “Pichones”, “Perreros”, “Redondos”, “Burillos”, “Cazuelas”, “Cachos”, “Bichos”, “Pelicos”, “Santonegras”, etc. se repiten constantemente cuando se habla de alguien. Es frecuente que en la mayoría de casos ya nadie recuerde el origen de esos nombres. Aunque en algunos casos el apodo sea alusivo a algo negativo, como fulana la “Putina”, nadie lo rehúsa, antes al contrario, todos se siente identificados con ese nombre ya que constituye una seña de identidad. Y lo que es aún más curioso, hoy en día todavía se crean nuevos apodos consecuencia de hechos relevantes que puedan haberle ocurrido a alguna persona en concreto. Así pues, la tradición se mantiene bien viva.

La fijación de los apellidos se inicia con la difusión del uso de documentación legal y notarial a partir de la Edad Media. A partir del siglo IX se encuentran documentos en los que los notarios y escribanos medievales empiezan a asociar al nombre de pila de personas relevantes el nombre del padre, como “Antonius filius Petri”, o bien títulos nobiliarios, “Franciscus baronus” o cargos eclesiásticos, “Bernardus monacus”. Poco a poco esta costumbre empieza también a ser utilizada por otras capas sociales en documentos notariales y parroquiales, lo que refuerza el uso de estos distintivos y su fijación como apellidos hereditarios.

El uso del apellido empieza a ser frecuente a partir del siglo XI, a lo que contribuyó el empobrecimiento de la variedad de los nombres de pila. Estos ya entonces obedecían a modas, siendo común la imitación de nombres de personas de las clases dominantes, personajes famosos o santos muy venerados, lo que redujo sustancialmente el número de nombres de bautismo. Ello hizo aún más necesario el uso de apellidos. Hay un estudio muy curioso en el que se demuestra que en los documentos del siglo X se puede encontrar un nombre distinto por cada 1,3 individuos (es decir, en 130 personas se pueden contabilizar 100 nombres de pila diferentes), cifra que se reduce a 1 de cada 3 en el siglo XI y a 1 de cada 6 en el siglo XII. Este fenómeno todavía podía encontrarse en nuestro país a principios del siglo XX. En el año 1900 en Barcelona los datos eran:

El 27% de los hombres se llamaba José.
El 15% Juan
El 12% Antonio
Manuel, Miguel, Luis y Ramón se repartían un 20%
Es decir, 7 nombres para el 75% de los hombres.

Con las mujeres los datos eran:
El 15% Carmen
El 13% Josefa
El 12% Dolores
El 9% Mercedes
El 8% Francisca
O sea, 5 nombres para el 60% de las mujeres.

Como he dicho, lo más habitual al principio fue asociar el nombre de pila al del predecesor. Los apellidos derivados del nombre del padre son con diferencia los más comunes en nuestro país. En Castilla León, Navarra y Aragón se inicia pronto el uso de la terminación –ez, -iz ó –z para esa relación de parentesco, como “Sancho González” ó “Sancho el hijo de Gonzalo”. No se sabe con exactitud el origen de esta terminación. Hay quién la asocia al uso del genitivo latino en –is con valor de posesión o pertenencia, como en “filius Caesaris” ó “el hijo de César”. Pero si fuera así hubiera perdurado también en otras lenguas de origen latino, cuando se trata de algo que sólo existe en España. Podría tratarse de un sufijo de origen prerromano, como parecen apuntar muchos topónimos de época prelatina, como Badajoz ó Jerez , y que todavía exista en vasco la presencia del sufijo –(e)z con valor posesivo, como por ejemplo de “laar” ó zarza, “laares” ó “que tiene zarzas”. En conclusión, podría ser que este sufijo tan frecuente en España sea un fósil lingüístico cedido a la lengua castellano-leonesa antigua a través del navarro (muchas palabras castellanas son préstamos del vascuence adquiridos a través de la relación medieval con el Reino de Navarra). Encontramos ya apellidos terminados en –ez en Navarra en los siglos VIII y IX, como el rey Navarro García Iñiguez que sucedió a su padre Iñigo en el año 851. Seguro que, además, el uso de este sufijo se vió reforzado en la época de dominación visigoda por el genitivo germánico latinizado en –rizi ó –riz que se ponía a continuación del nombre para indicar el origen paterno, como Roderizi, Sigerici, etc. En los siglos XI y XII el uso de este sufijo se halla ya plenamente consolidado en Castilla León en apellidos tan comunes como Martínez, López o Pérez. Debido a la especial fonética, en Catalunya este sufijo varió a –is ó –es, como Llopis (López), Peris (Pérez) ó Gomis (Gómez), y en Portugal en –es, como Peres, Rodrigues, etc.

El uso de partículas patronímicas con significado “hijo de” es muy habitual también en otras lenguas. A modo de ejemplos:
–son en inglés (Jonson, Thomson, Jackson).
–s final británica (Peters, Adams)
–sen en escandinavo (Andersen)
O- gaélico (O’Donell).
Mac- escocés (MacArthur, MacDonald).
Fitz- también escocés (Fitzgerald, Fitzpatrick), partícula derivada del “fils” ó “hijo” francés que introdujeron los normandos en el siglo XI.
–ov –ova ruso (Valerianov, Petrova).
–ski polaco (Kawalski, Kandinsky).
–vic serbio (Milosevic, Petrovic).
De- francés (Dejean, Deluc)
–ini italiano (Martini, Antonioni).
Y muchos más: El Ben- hebreo y árabe, el –moto japonés, el –poulos griego, el –ena vasco, etc.

En otro casos, la relación patronímica se realiza con el uso directo del nombre del padre, como es el caso de los apellidos Juan, Pedro, etc., o mediante el uso de la partícula “De”: De Juan, De Pedro.

Finalmente, también fueron habituales los usos como apellidos de lugares de residencia u origen, topónimos, oficios, cargos, apodos, etc.

Entre los siglos XIII y XV el uso del apellido se extiende ya por todos los estratos sociales. Cualquier persona que tuviera una mínima propiedad o fuera arrendataria de unas tierras tenía interés en que constara claramente su filiación en los documentos legales. Pero en estos siglos la elección del apellido aún era algo libre. Se podía elegir entre los apellidos o nombres de los ascendientes los que más gustaran, o bien los nombres que fueran más bonitos, respetables, etc. Fue en esos siglos en los que los apellidos aumentaron en variedad. Hay que tener en cuenta, además, que un mismo apellido en origen sufría frecuentes variaciones como consecuencia del gusto de los descendientes, del acento de cada localidad o del criterio ortográfico de los notarios o escribanos.

Hay que esperar al siglo XV para la consolidación bastante definitiva de los apellidos existentes, consecuencia de la iniciativa del Cardenal Cisneros de hacer constar obligatoriamente en los libros parroquiales los nacimientos y las defunciones. Aún así, en las zonas más rurales y entre la gente más humilde, hay apellidos que no quedan fijados hasta el siglo XIX, cuando se instaura en España el Registro Civil y se reglamenta el uso y el carácter hereditario del apellido paterno y empieza a quedar fijada la grafía de los apellidos (salvo errores de los funcionarios que siguieron produciendo modificaciones bien entrado el siglo XX).

De forma resumida, los apellidos pueden haber tenido los siguientes orígenes.
1. Prerromano, por ejemplo Velasco, Iñigo, Pacheco o el muy conocido García. Aunque la nobleza rápidamente adoptó nombres romanos tras la ocupación, la gente llana mantuvo algunos nombres de origen anterior, como son los mencionados.
2. Romano, la mayoría.
3. Judeo-cristianos, de origen bíblico hebreo o griego.
4. Judíos propiamente dichos. Son muy pocos, ya que los judíos ya tenían nombres hispánicos cuando se produjo su expulsión, a consecuencia de los muchos siglos de permanencia en la península. Los que se pudieron quedar en España, tuvieron que cambiar sus apellidos para no ser identificados como judíos.
5. Germánicos. Ojo: un apellido con origen etimológico germánico no significa que su portador tenga antepasados germánicos. Hay que tener en cuenta que en la alta edad media, la influencia germánica inducía a la gente a poner sus apellidos a sus hijos.
6. Arabes. Muy frecuentes sobre todo en Baleares y País Valenciano, donde la población musulmana permaneció hasta los inicios del siglo XVII. La mayoría son topónimos, nombres de lugares, por lo tener un apellido de éstos no significa orígenes musulmanes ni árabes. Por ejemplo, Alcalá o Almunia.
7. Gitanos. Dada la fuerte endogamia de los gitanos, hay apellidos no propiamente de origen gitano muy frecuentes entre ellos, como son Heredia, Maya o Cortés. En cambio, sí existen nombres genuinamente gitanos: Bandojé, Majoré, por ejemplo, procedentes del caló, aunque no constan como apellidos.
8. De otros países. Sobre todo franceses (Duval, Gaite), italianos (Ruso, Manzano, Picasso) y portugueses (Chaves, Abreu).

Los apellidos pueden clasificarse por otros orígenes, aparte del lingüístico. Por orden de frecuencia pueden ser:
1. Procedentes del nombre del padre. Todos los que son como un nombre de pila (mi segundo apellido, por ejemplo: Juan) y todos los que tienen el sufijo "-ez" que, como probablemente sabéis, significa "hijo de": López, Rodriguez, Sánchez, Martínez, etc.

2. Los que proceden de topónimos o nombres de lugar de procedencia o residencia: país, ciudad, aldea, propiedad, edificio, accidente geográfico. Hay muchísimos. Podrían subclasificarse a su vez en:
2.1. Procedentes de gentilicios, nombres de países, regiones, ciudades o pueblos: España, Catalán, Gallego, Sevilla, Aranjuez, Toledo...
2.2. Procedentes de nombres comunes de núcleos de población: Barrio, Barrionuevo, Vila...
2.3. Procedentes de nombres propios o comunes de ríos u otros accidentes geográficos: Segura, Río, Barranco, Ribera, Fuentes...
2.4. Procedentes de nombres comunes referentes al relieve y composición del terreno: Sierra, Valle, Cueva, Peña, Roca...
2.5. Procedentes de la vegetación: Encina, Perales, Manzano, Higueras...

3. Los que proceden de oficios, cargos o títulos eclesiásticos o de nobleza.
3.1. Cargos eclesiásticos: Abad, Capellán, Fraile, Monje
3.2. Títulos nobiliarios: Rey, Conde, Duque, Marqués.
3.3. Cargos públicos o militares: Alférez, Alguacil, Escribano, Jurado.
3.4. Oficios diversos artesanales o de comercio: Herrero, Molinero, Sastre.
3.5. Oficios derivados de la agricultura, ganadería y pesca: Labrador, Vaquero, Pescador.
3.6. Otros oficios: Caminero, Criado, Pedrero.

4. Procedentes de apodos. Es el procedimiento más antiguo para distinguir a los individuos.
4.1. De características físicas. Bajo, Rubio, Calvo, Cano, Izquierdo.
4.2. De características morales. Alegre, Bueno, Salado.
4.3. Referentes a animales. Borrejo, Conejo, Novillo, Vaca.
4.4. Referentes a plantas. Cebolla, Oliva, Trigo.
4.5. Referentes a lazos de parentesco, edad, estado civil, etc. Casado, Joven, Mellizo, Nieto, Viejo.
4.6. Otros apodos. Botella, Tocino, Porras, Cadenas.

5. Procedentes de consagraciones a Dios, bendiciones, augurios para el recién nacido, hechos relativos al nacimiento.
5.1. De carácter afectivo o elogioso respecto a Dios. Gallardo, Bueno, Bello, Alegre, Gracia, Aparicio.
5.2. Referentes a circunstancias del nacimiento. Bastardo, Expósito, Temprano.
5.3. Referentes al mes de nacimiento. Enero o Gener/Giner, Abril.

6. De origen incierto o desconocido. No se conoce, por ejemplo, la etimología de topónimos origen de algunos apellidos, como por ejemplo Toledo o Aragón.


2. NOMBRES

En cuanto a los nombres poco podemos decir del periodo prerromano. Cabe suponer el uso de nombres comunes de topónimos, procedencias, naturaleza o apodos. Hace más de 2200 años llegaron los romanos a la península y trajeron con ellos sus nombres. Estos pronto fueron adoptados por los naturales de la península. Los Publios, Licinios, Valerios, Cornelios, etc. se extienden rápidamente y podemos encontrarlos en las fuentes de la época. En las mujeres los romanos utilizaban nombres asociados a la naturaleza, nombres de pájaros, flores, plantas o piedras preciosas, como Cándida, Margarita, Rosa, Leticia, Felicia, etc. Emperador tras emperador, sus nombres son repetidos en la provincia de Hispania: Augustus, Tiberius, Druso, César, etc. Obviamente, entre las clases más humildes siguen utilizándose como nombres de pila los apodos, como el Cojo, el Negro, el Corto, etc.

A partir del siglo IV empiezan a generalizarse los nombres de bautismo de origen cristiano. Las persecuciones emprendidas por diferentes emperadores, entre las que destaca la que tuvo lugar en tiempos de Diocleciano a principios del siglo IV, generan una gran cantidad de santos, cuyos nombres se utilizan entre los cristianos con profusión, aunque en convivencia con los nombres romanos.

La presencia de los visigodos en nuestro país entre los siglos V y VIII también dejó como herencia la presencia de nombres de origen germánico en la península. Son nombres que se latinizan y quedan como Teodoricus, Grimaldus, Ermengildus, etc. Con la aparición de los francos, llegan nombres de ese origen: Francus, Galindus, Oliba, Heinricus.

A partir del siglo IX eran multitud los Juanes, Pedros, Antonios, Josés, etc., lo que como hemos visto antes obligó a empezar a utilizar otro nombre asociado el nombre de bautismo. En el siglo XVI, el Concilio de Trento (1545-1563) hizo obligatorio el uso de los nombres de santos de la iglesia entre los católicos, obligatoriedad que ha durado hasta el siglo XX en España.


………………………………………………………………………………………………

lunes, 23 de febrero de 2009

SOBRE EL AZAR

El azar, los extremos imprevistos e inesperados, la catástrofe nos resultan sucesos ajenos a nuestra existencia. Cosas que temer, pero que no van a ocurrir en este entorno previsible que es el nuestro. No hay otro. Así, organizamos nuestras vidas alrededor de alternativas posibles y comprensibles, sujetas a estadísticas tranquilizadoras que nos mantienen adormecidos en una realidad de márgenes cómodos y conocidos. Incluso los extremos de estas tranquilizantes curvas de Gauss serían tolerables. La catástrofe siempre queda más allá, oculta a nuestros más pesimistas pensamientos. Los hechos pueden tomar un camino hacia un lado o hacia el contrario, hacia el crecimiento o la extinción, hacia el goce o el dolor, con todos los matices que puede haber entre ambos polos convertidos en grados de una circunferencia. Entre esos extremos y sus puntos intermedios queremos amarrar nuestras vidas. Nuestro pensamiento racional se mantiene cálido y confortable en esa linealidad de posibilidades. Pero, ¿qué hay de lo que queda más allá? Más aún, ¿somos capaces de pensar que hay hechos posibles más allá de los extremos? ¿O que los extremos pueden ser más extraños, sorprendentes, imprevistos y enormes? Avanzamos por el centro de un cilindro cuyas paredes son los márgenes de nuestro mundo intelectual. Un cilindro que a veces puede verse zarandeado como si de un caleidoscopio se tratara, pero en cualquier caso, todo lo posible se mantendría en su interior. Pero el universo es infinito y cualquier límite que queramos construir para blindar nuestras expectativas siempre, siempre puede ser superado.



Aún más. Los avances tecnológicos aplicados a nuestra organización vital, desde los más sencillos (la llave sólo abrirá nuestra puerta, sólo la nuestra) hasta los más complejos (podemos circular a más de 100 km por hora con nuestro coche, sin pensarlo, no hay problema), y su funcionamiento demostrado miles, millones de veces nos hacen obviar los fallos, las imperfecciones, las posibilidades del desastre. Entramos en cualquier edificio sin percibir las toneladas de cemento y hormigón que tenemos sobre nuestras cabezas, sin cuestionarnos qué arquitecto, qué cálculos y medidas se hicieron o qué destreza tenían los operarios que levantaron esa mole. O nos tomamos una lata de refresco sin gastar una neurona pensando en los controles de calidad que evitarán que no se haya colado en ese lote una sustancia mortal o esté presente en el fondo de ese envase, precisamente en ése, un cristal de aristas peligrosas. Sólo máquinas que nos llevan a los extremos del cilindro, a medios o entornos que por sí mismos nos resultan extraños, por ejemplo los aviones, siguen manteniendo una aureola de riesgo que nos hace conectar con esas posibilidades catastróficas más allá de los límites. Y no es tanto la máquina como el medio: el tren, por ejemplo, es un medio que nos mantiene atados al suelo, recorriendo una camino fijo y previsible, por lo que suele ser percibido como una herramienta cómoda para desplazarnos… siempre que no se trate del Eurostar y sintamos sobre nuestras cabezas las toneladas de agua del Canal de la Mancha.

Si nos dejaran solos por la noche en medio de un frondoso bosque experimentaríamos esa sensación de riesgo incontrolado. Cualquier ruido no identificado, el movimiento de las ramas de los árboles o incluso el silencio asfixiante harían que nuestros sentidos estuvieran alerta esperando no sabemos qué tipo de catástrofe, llevándonos al extremo. Imaginemos ahora un mundo que nos mantuviera permanentemente en ese estado, como debió pasarles a nuestros antepasados lejanos. Nuestros sentidos se han ido adormilando con los siglos y ahora no son más que sombras de lo que fueron. En realidad hemos construido un armazón falso a nuestro alrededor, como si de una burbuja salvadora se tratara, incapaz de ser penetrada por aquello que haya fuera de ella, sea lo que sea. Pero debemos mantener siempre despierta nuestra intuición, ya que lo que sea existe y está ahí, agazapado, esperando el momento propicio, es decir cualquier momento, para aparecer de golpe y dejarnos exhaustos y desamparados… siempre que no hayamos entrenado ese especial olfato que puede mantenernos a flote aún en ese caso.


………………………………………………………………

sábado, 21 de febrero de 2009

viernes, 20 de febrero de 2009

SOBRE UN MUNDO EN QUE TODO TIENE QUE SUMAR CERO

Estamos acostumbrados a un mundo en que todo "suma cero". Y no es así. No nos damos cuenta de que no hay nada que sea "sólo blanco" y que lo contrario no es ser "sólo negro". Es habitual escuchar en las conversaciones la controversia y la oposición entre el "Sí" y el "No", la contundencia de la categorización de todo, incluso de las personas: fulano "es" así, mengano "es" asá, aquel es alto y sino, es bajo, o bueno-malo, aquello "es" inútil o interesante, la película "hay que verla" o "es horrible". Todo, absolutamente todo, "tiene que ser" de una forma o de la contraria. ¡¡¡¡¿Dónde están los matices?!!!!.

Todo queremos que SUME CERO, porque así nos quedamos más tranquilos. Nuestra vida es una película de buenos y malos, de cosas posibles o imposibles, de realidades o de sueños. ¡¡¡¡¡Y NO ES ASÍ!!!!.

Leí en un libro un ejemplo que, resumiendo, decía que en un juicio el juez escuchó los argumentos de una de las partes y concluyó: "Tiene Ud. razón". Pero entonces le tocó a la parte contraria, que también expuso sus razones, y el juez dijo: "Muy interesante, tiene Ud. razón". Ante este comentario una persona del público dijo: "Sr. Juez, no es posible que las dos partes tengan razón". Y el Juez remató: "Ud. también tiene razón".

Y de eso se trata: todos tenemos nuestros puntos de vista, nuestras razones, nuestra forma de enfocar los temas, de pensar, de actuar, de razonar. NADA SUMA CERO. Todo está lleno de pequeños matices, de formas irregulares, de inconcreciones. Las personas, las cosas, las expresiones están repletas de sentimientos y transmiten sensaciones. ¿Y quién se atreve a encerrar en una categoría inflexible un sentimiento, una sensación?. Una misma herida, ¿produce el mismo dolor en dos personas distintas?.

El enfoque de NADA SUMA CERO ayuda a afrontar y entender las opiniones de los demás, aunque "parezcan" ser absolutamente contrarias a las nuestras: en realidad muy probablemente ambas opiniones lo que harán será enriquecerse una a otra.

.... Y si no estáis de acuerdo con lo expuesto: pues me parecerá muy bien !!!!!, y ambos puntos de vista, en vez de restarse y sumar cero, ¡¡¡¡ DOBLARAN LOS PUNTOS !!!!. (1-1=0, pero 1+1=2 !!!!!!!).

(2001)

martes, 17 de febrero de 2009

SOBRE LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD

Hace un par de años me propuse entender en lo posible el concepto de la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Pensé que, tras casi un siglo, siendo sólo un aficionado podría llegar a comprender al menos la idea que hay detrás del concepto. Bueno, al menos lo intenté. Este artículo es el resumen de todo lo que descubrí.




LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD


Albert Einstein



I. La Teoría ESPECIAL de la Relatividad

Para entender el alcance de las teorías de Einstein se hace necesario hacer referencia a otro gran pensador: Isaac Newton. En 1686, una de las cabezas más privilegiadas que ha tenido nunca la humanidad, fue capaz de capturar en su imaginación el conocimiento de las leyes que rigen la naturaleza. Por primera vez, alguien postulaba unas normas matemáticas de obligado cumplimiento en el cosmos y daba a la humanidad una visión del universo capaz de ser entendible. Las leyes de Newton explicaban tantas cosas (desde las fluctuaciones de las mareas hasta el movimiento de los planetas, desde la trayectoria de una bala de cañón hasta por qué no somos lanzados al espacio exterior si el planeta gira a nuestros pies a centenares de kilómetros por hora), que aunque a él se le reconoció su valía desde el principio y pasó el resto de su vida siendo honrado como el brillante científico que fue, costó mucho tiempo de asimilar por el resto de los mortales el alcance de sus teorías.



Los “Principios Matemáticos de Filosofía Natural”, conocidos como los “Principia”, se resumen en las tres leyes newtonianas del movimiento que postulan que
* Un objeto se mueve en la dirección que se le empuja
* Y seguirá moviéndose en línea recta hasta que otra fuerza actúe para aminorar o desviar el movimiento
* Y que cada acción tiene una reacción igual y contraria,

y la ley de la gravitación universal que establece que cada objeto del universo ejerce una atracción sobre los demás.

En estas breves líneas tan simples de enunciar, se contiene una explicación clara y contundente de todos los fenómenos que suceden a nuestro alrededor o, al menos, de todos los que podemos imaginar los simples mortales con inteligencias normales. Durante dos siglos, los postulados de Newton fueron intocables y dominaron el mundo de la física y las leyes naturales y, aunque a lo largo del siglo XX han sido muchos los descubrimientos que han abierto amplias fosas en sus teorías, aún hoy en día, más de tres siglos después de la publicación de los Principia, todos nos agarramos a sus pensamientos para seguir contemplando el universo (aunque aceptemos que las cosas ya no son tan claras y simples).

A finales del siglo XIX, las investigaciones sobre electromagnetismo empezaron a socavar la universalidad de los postulados newtonianos. Los científicos se dieron cuenta de que las observaciones de un mismo fenómeno físico podían ser diferentes si un observador se encontraba en movimiento a una velocidad cercana a la de la luz, frente a otro observador estático. Así, por ejemplo, un campo magnético podía ser observable por una de ellas y ser inexistente por la otra, y ello en el mismo espacio físico. Esto no podía ser posible con las leyes de Newton en la mano, pero los cálculos de los científicos conducían a estas conclusiones.

Albert Einstein partió de estas paradojas para dar luz a sus teorías. Fue en 1905 cuando publicó su primer artículo relacionado con este asunto, en un año que los físicos de todo el mundo celebran como un año “mágico” en el sentido de que representó un cambió radical en el pensamiento y el abordaje de las leyes físicas que habían dominado el mundo desde los Principia de Newton. En 1905, con solo veintiséis años, Einstein publicó uno tras otro cinco artículos en una prestigiosa revista de ciencia alemana de física que revolucionaron el mundo científico:

* Sobre la producción y la transformación de la luz, donde explica la esencia de la luz (por sus aportaciones en este terreno recibió el Premio Nobel de Física en 1921).
* Sobre las dimensiones moleculares, donde relaciona la viscosidad de los líquidos con el tamaño de las partículas.
* Sobre los movimientos de las partículas, donde prueba la existencia de los átomos.
* Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, el artículo que revolucionó el mundo científico, con una nueva visión del espacio y del tiempo: su teoría especial de la relatividad.
* Sobre la inercia y la energía de los cuerpos, basado en el anterior, donde plantea que la masa y la energía son intercambiables. Dos años después, resumirá este concepto en su famosa fórmula E = mc2

Solo una mente privilegiada, única, sólo repetible de siglo en siglo (o más), es capaz de atrapar en su interior y saber canalizar hacia el mundo pensamientos de tamaño tan enorme. Cualquiera de esos cinco artículos hubiera significado por sí solo una fama merecida, ¡pero Einstein los publicó los cinco el mismo año siendo un veinteañero!.


La cosmovisión newtoniana nos decía que el espacio es un receptáculo en el que se ubica de forma precisa la materia y que el tiempo es el receptáculo de los acontecimientos en sí, de los cambios. Para Newton ambos conceptos son absolutos y fijos, están separados el uno del otro y son independientes de todas las cosas. De hecho siguen siendo así en la mayoría de nuestras cabezas. Einstein dedujo que no era así. Y para esta deducción utilizó dos postulados iniciales:

* Todo movimiento es relativo.
Siempre que se hable de un movimiento y, en consecuencia, de la velocidad de un objeto, estamos obligados a hacerlo en relación a otro objeto. Sin un observador, que puede también estar sometido a movimiento o permanecer estático, no podemos establecer la velocidad de nada. No se puede determinar la velocidad “absoluta” de ningún objeto. Los conceptos de “reposo” y “movimiento” tienen un carácter relativo en este postulado, perdiendo su categoría de conceptos “absolutos”. Es más, Einstein también postula en este punto que las leyes de la naturaleza tienen que ser las mismas independientemente del estado del observador (es decir, son las mismas tanto si eres el observador como si eres el observado). Este es un postulado importante, ya que establece unas “normas” básicas que deben servir para cualquier estado del sistema y para cualquier situación de inercia o movimiento en el que se encuentre un observador.

* La velocidad de la luz es constante.Este fue el segundo postulado inicial de Einstein. La velocidad de la luz en el vacío es constante, independiente del observador u observadores y de si éstos están en movimiento o en reposo.

Supongamos un vehículo que circula por una carretera de noche. Emite luz hacia delante por los faros delanteros y hacia atrás por los traseros:



¿Cuál de los dos rayos de luz se mueve con mayor velocidad en relación al suelo?

Según la Mecánica Clásica de Newton, la respuesta sería el delantero, pues se le debería sumar la velocidad del vehículo. Pero siendo Einstein un niño, los físicos comprobaron que la respuesta correcta es que los dos rayos se mueven exactamente a igual velocidad: la velocidad de la luz es constante, sin importar quién ni cómo la emite.

La velocidad de la luz es de 300.000 km./segundo. Para hacernos una idea, a esta velocidad se llegaría a la luna en 1,3 segundos, al sol en 8 minutos y 19 segundos y a la estrella más cercana del sol en 4,2 años (lo que por otra parte nos da también una idea de lo “vacío” que está el universo, ya que cada año la luz recorre nada más y nada menos que 9,46 millones de millones de km. – 9,46 x 1012 Km es lo que se llama un “año luz” – ).

Basándose en estos dos postulados y utilizando como herramienta de trabajo las matemáticas, Einstein dedujo las propiedades y las ecuaciones que constituyen el cuerpo fundamental de su Teoría Especial de la Relatividad (Einstein pensó en llamarla “Teoría de los invariantes”, por la idea de que las leyes de la física no varían en los diferentes sistemas inerciales, pero su colega el físico Max Planck sugirió el término “relatividad” para resaltar la noción de transformación de las leyes de la física entre observadores moviéndose relativamente entre sí).


1. Pérdida de referentes absolutos.
La primera implicación de los principios que Einstein anuncia en 1905 es la inexistencia de un tiempo absoluto válido para todos los observadores. Aún más, en realidad no existe ningún sistema de referencia absoluto, las descripciones de los fenómenos de la naturaleza dependen del sistema de referencia en el cual se hace la observación.

Así, según Einstein, el tiempo no es absoluto sino que está vinculado al movimiento del observador y depende de su velocidad. Desde puntos de observación y a velocidades diferentes, los resultados también son diferentes. Y aquí llegamos a la genialidad: el tiempo de un observador que se desplaza a gran velocidad se “dilata” en relación a otro situado en la Tierra, por ejemplo. Para ambos personajes, el tiempo transcurre “igual”, es decir, un minuto es un minuto y los relojes lo marcan de la misma forma, pero los relojes del observador que se desplaza a gran velocidad son más lentos.

Un ejemplo muy utilizado para ilustrar este punto es de los dos gemelos, uno de los cuales emprende un viaje por el espacio a una velocidad próxima a la de la luz mientras el otro permanece en Tierra. Una vez transcurridos veinte años para el gemelo que ha permanecido en Tierra, la nave regresa pero para el gemelo viajero el tiempo ha trascurrido “dilatado”, por lo que para él sólo ha transcurrido un año y de pronto es ¡19 años más joven que su hermano!.




Así pues, los intervalos temporales entre sucesos dependen del sistema de referencia en que se miden.

Hagamos un inciso aquí para responder a una pregunta que muchos nos habremos hecho alguna vez: ¿son “posibles” los viajes en el tiempo, más allá de una simple conjetura mental?. La respuesta nos la dio Einstein hace más de un siglo: hacia el futuro sí, sin ninguna duda. Nuestro cerebro se resiste a comprenderlo, pero hay que hacer el esfuerzo necesario de pensar que el tiempo es como el espacio: si podemos dar saltos en el espacio, también podemos hacerlo en el tiempo. Si tuviéramos vehículos que fueran capaces de alcanzar velocidades muy superiores a las que hoy en día somos capaces de generar (100 ó 200 mil veces superiores a las que puede alcanzar el avión supersónico más veloz, por ejemplo –y esas velocidades son menos difíciles de imaginar para nosotros como era hace tan sólo unos pocos siglos el simple concepto de “viaje espacial”-), una persona que emprendiera un viaje espacial a esas velocidades y estuviera unos pocos años fuera de la Tierra, al regresar se encontraría con un mundo en el que habrían transcurrido cientos, miles o incluso millones de años.


(1g: aceleración que produce una fuerza igual a la de la gravedad de la Tierra –viajaría a una aceleración constante de 1g-)

Hacia el pasado es más complejo. Las teorías de Einstein no lo predicen, no disponemos de ninguna demostración teórica física o matemática. Al contrario, un viaje al pasado contradiría numerosos conceptos físicos. Son demasiadas las paradojas que este viaje podría producir (alguien viaja al pasado y asesina a un antepasado suyo…). En las últimas décadas han sido muchas las teorías que se han postulado intentando demostrar la posibilidad de estos viajes. En el Universo podrían existir un tipo especial de agujeros negros llamados “agujeros o túneles de gusano” que vendrían a ser una especie de conexión entre dos agujeros negros que podrían permitir el desplazamiento entre distancias enormes de forma rápida. Pero este viaje rápido entre lugares enormemente distantes también debería permitir aparecer en esos lugares en tiempos diferentes, es decir, podrían posibilitar los viajes al pasado.

En conclusión: viajar hacia el futuro es una posibilidad real que sólo depende de disponer de medios de locomoción adecuados y muy veloces. Viajar hacia el pasado de momento está en manos de teorías complejas no demostradas, pero a pesar de las paradojas a las que nos tendríamos que enfrentar, al final también podría ser posible.

2. El concepto de no simultaneidad.Es una consecuencia del concepto anterior. Si el tiempo es relativo, un mismo fenómeno puede ser observado en momentos no simultáneos por parte de observadores distintos.

Pongamos también un ejemplo. Imaginemos un tren que circula a gran velocidad (a una velocidad cercana a la de la luz). Estamos en la estación viendo como pasa el tren y en ese momento caen dos relámpagos “a la vez”, paralelos a la vía pero a unas docenas de metros uno del otro. Para nosotros, sentados en los bancos de la estación, no hay duda, los dos han caído de forma simultánea y así los hemos percibido.



Pero, ¿cómo los habrá observado una persona situada dentro del tren a mitad de la distancia de donde han caído?. Los relámpagos son señales de luz y ésta necesita desplazarse y ocupar un tiempo para llegar hasta donde está el observador. Como el observador se acerca a gran velocidad hacia el relámpago caído por delante de él y se aleja del mismo modo del que ha caído por detrás, observará primero el relámpago de la cabecera del tren e instantes después el de cola, pero nunca de forma simultánea. He aquí un mismo fenómeno que resulta simultáneo para un observador y no simultáneo para otro.


3. La relación entre masa y energía.En una de las fórmulas matemáticas de mayor éxito mediático (probablemente la que más), Einstein dedujo la relación entre masa y energía. En realidad, para Einstein la masa es energía latente, a cada cantidad de masa le corresponde otra de energía. La fórmula que probablemente todos recordamos es la famosa E = mc2 .


“E” energía, “m” masa y “c” velocidad de la luz

A velocidades cercanas a la velocidad de la luz, masa y energía se fusionan. La conversión de masa en energía explica el funcionamiento de las centrales nucleares, las bombas atómicas y la producción de energía en el interior de las estrellas como nuestro sol. Un ejemplo para darnos idea de la inmensa cantidad de energía que contiene una unidad de masa: sólo el 1% de la masa de una estrella cualquiera, como nuestro sol, está destinada a producir energía. ¡El sol lleva 5 ó 6.000 millones de años produciendo una inimaginable cantidad de energía y sólo ha destinado apenas el 1% de su masa a ello!. En realidad “c” al cuadrado es un multiplicador grande, muy grande…

Continuado con la cuestión de la posibilidad de viajar en el tiempo, si tenemos en cuenta la inmensa cantidad de energía que contiene la más minúscula cantidad de masa, ¿alguien duda que algún día seremos capaces de generar la energía suficiente para dar impulso a un vehículo que alcance velocidades hoy por hoy inimaginables?. Sabemos donde está la fuente de combustible (¡en cualquier objeto!) y sólo es cuestión de tiempo para que seamos capaces de dominarla y aplicarla. La salida y entrada de la atmósfera terrestre, que podrían plantearse como los principales problemas, por la fricción con las partículas del aire, el calentamiento que ello produce y la necesidad de tomar tierra de forma muy pero que muy suave para evitar dañar a los ocupantes de las naves, son cuestiones que ya tenemos resueltas. Una vez en el espacio, da lo mismo moverse a 10.000 km./h. que a 100.000 km./seg. (obviamente, aceptando un cierto grado de exageración en este comentario). Podemos imaginar un futuro no tan lejano en el que exista un aeropuerto especial para dar la bienvenida a las naves provenientes del pasado remoto…

Una implicación de la relación entre masa y energía es que pone límites superiores a las leyes físicas. Ninguna masa puede alcanzar la velocidad de la luz. Cuando un objeto se acerca a la velocidad de la luz, la cantidad de energía requerida para seguir aumentando su velocidad aumenta hacia el infinito, por lo que en la práctica es inalcanzable. (Sólo partículas sin masa, como los fotones, pueden alcanzar la velocidad de la luz y, de hecho, se mueven a esa velocidad).

Einstein dio a entender que la idea de unión intrínseca entre masa y energía era la consecuencia más importante de su teoría de la relatividad especial.



II. La Teoría GENERAL de la Relatividad


Einstein en 1922 en Paris explicando su Teoría General de la Relatividad


Pero tras la publicación y los enunciados de la Teoría Especial aún estaba por venir lo mejor. Dicen algunos autores que de no haber sido Einstein quién anticipó los postulados de la Teoría Especial, no mucho más tarde lo hubiera hecho otro de los grandes científicos de su tiempo. Lo que realmente hizo grande a Einstein fueron las deducciones de lo que llamó la Teoría General. En palabras de Boorse, Motz y Weaver, tres relevantes físicos de mitad del siglo XX, la Teoría General de Einstein, “como creación de una sola inteligencia es sin duda alguna el logro intelectual más elevado de la humanidad”. Aunque se trata de físicos elogiando a un colega, realmente las ideas de Einstein constituyen un hecho relevante, ya que cambiaron la concepción del mundo y del universo hasta el extremo que, casi un siglo después, aún nos cuesta subirnos a su carro y bajarnos de las explicaciones de la realidad previas a las deducciones de su mente.

Einstein se dio cuenta que en sus artículos de 1905 trataba sobre cosas que se movían en un estado libre de trabas. Pero, ¿qué ocurría cuando las cosas, la luz por ejemplo, se encontraba con un obstáculo como la gravedad?. Además, sus conceptos relativos de la observación de los fenómenos, según la situación de los observadores y de la velocidad, chocaba con el concepto universal de la gravedad postulado por Newton, donde la fuerza gravitatoria de la Tierra, por ejemplo, era la misma observada desde la luna o desde cualquier otro lugar del Universo.

Por otra parte, Einstein se dio cuenta de que la Teoría de la Gravedad de Newton chocaba con su postulado de una velocidad de la luz constante pero concreta. Supongamos que la Luna sufre el impacto de un meteorito y cambia su posición respecto a la Tierra (se sitúa más cerca, por ejemplo).




Según Newton, las fuerzas de atracción de la gravedad son propias de los cuerpos, por lo que la Tierra notaría de forma “instantánea” la nueva posición de su satélite. En 0,0 segundos la Tierra y la Luna se verían atraídas por la gravedad. Es decir, según Newton la atracción de la gravedad se transmite a una velocidad infinita. Esto ahora sabemos que es imposible, pues la máxima velocidad que se da en la naturaleza es la velocidad de la luz.

Además, Einstein no veía lógica alguna en la idea de que los cuerpos actuaran directamente sobre otros cuerpos mediante alguna fuerza invisible, como había descrito Newton en sus estudios sobre la gravedad. Para hacernos una idea de este concepto, imaginémonos un imán cuando atrae un trozo de hierro. No lo hace actuando directamente sobre el hierro a través del espacio vacío intermedio, sino creando algo físicamente real y explicable (y constatable) en ese espacio circundante (en este caso un “campo magnético”) que, a su vez, actúa sobre la pieza de hierro. Con este principio abordó Einstein el concepto de gravedad.

En 1917 publicó su artículo “Consideraciones cosmológicas sobre la Teoría General de la Relatividad”. Lo que en ese artículo dio a conocer al mundo, de no haber sido pensado y expuesto por él, aún podríamos estar esperando que alguien lo hiciera.

Todos los conceptos contenidos en la Teoría de la Relatividad son poco intuitivos y chocan con nuestro cerebro cartesiano. Un tren de 100 m. circulando a la mitad de la velocidad de la luz, para una persona sentada en la estación, tendría tan solo 80. Si ese observador, además, pudiera ver el interior del tren, escucharía como las voces de las personas que viajan en el mismo se alargan como en un disco a bajas revoluciones y que sus movimientos son lentos y pesados. Vería también como las agujas de los relojes de los viajeros funcionan de forma mucho más lenta. Pero, y aquí está la gracia del asunto, la gente del tren no tendría la menor sensación de esas distorsiones. Aunque no es fácil, con un cierto esfuerzo podemos llegar a imaginarlo. Lo que ocurre es que no hay nada de lo que nos rodea y podamos observar que alcance esas velocidades (salvo la luz). Un avión puede alcanzar velocidades de 2.000 ó 3.000 km./h. o incluso algo más, pero eso representa bastante menos de un km/segundo, y la velocidad de la luz recorre 300.000 en ese brevísimo espacio de tiempo. Es decir, son conceptos que se nos escapan porque no podemos observarlos en nuestra vida cotidiana, pero podemos llegar a entenderlos. Lo mismo ocurre con la relación entre masa y energía. Una pelota de béisbol lanzada a 160 km/h aumentará su masa en 0,000000000002 gr. Estos efectos son reales y se han medido, pero para nosotros son imperceptibles. Pueden ayudar a entenderlos otros conceptos de relatividad que sí estamos acostumbrados a percibir. El más claro es el del sonido. Todos conocemos las distorsiones que se producen en el sonido si nos desplazamos o estamos estáticos, o la no simultaneidad de la observación del sonido de los truenos según la situación del observador.

Pero con la Teoría General Einstein fue más allá, hasta el límite de lo irracional. Einstein aplicó un pensamiento lateral al problema de la gravedad y rompió literalmente con las ideas del pasado, dando un paso de gigante en el pensamiento humano. Dedujo que la gravedad no era una fuerza como había dicho Newton, sino la consecuencia de la curvatura del espacio y del tiempo como consecuencia de la presencia de la masa de un cuerpo. Y es esta curvatura la que determina tanto los movimientos de los planetas como la trayectoria de la luz.

En un espacio curvo, además, suceden cosas curiosas que contradicen aspectos que teníamos por “universales y absolutamente irrefutables”. Veamos la siguiente imagen:




En el centro,b), tenemos un triángulo sobre una superficie plana, sin curvatura. En este caso se cumple que la suma de sus ángulos es 180 grados, como todos aprendimos en el colegio. Por otra parte, como parece lógico, en este caso las líneas paralelas nunca llegan a encontrarse. Pero al curvar el espacio puede ocurrir lo que vemos en a) donde una curvatura positiva da lugar a un triángulo cuyos ángulos suman más de 180 grados y a unas líneas paralelas que tienden a chocar, o al contrario, en una curvatura negativa, como en c), la suma de los ángulos de un triángulo es inferior a 180 grados y dos líneas paralelas tienden a separarse.

Tendemos a pensar en espacios planos y líneas rectas por el tamaño del espacio que abarcamos y en el que nos movemos. La percepción de un espacio plano permitió la construcción de todas las leyes geométricas en época de los griegos (el espacio euclidiano). Pero Einstein lo vió de otro modo, en realidad supo ver más allá de sus percepciones. Cuando paseamos por una calle larga y plana, nos parece estar seguros de estar haciéndolo en una línea recta, pero ¿en realidad es así?. Lo es en la medida de lo ínfimo que resulta el espacio recorrido en comparación con la superficie terrestre. Pero si lo viéramos desde las alturas, nos daríamos cuenta que en realidad siempre estamos avanzando a través de líneas curvas, pues así lo exige el espacio en el que nos movemos. Nuestra escala de distancias horizontales es de unos 10 a 50 Km. y de unos 5 a 10 Km. de alto, que corresponde a montañas o aviones en vuelo. La Tierra tiene 6.400 Km. de radio, por lo que a escala humana parece plana. Cuando un avión estima la ruta a tomar en vuelos transcontinentales, lo que está introduciendo en su ordenador no son rectas, sino curvas geodésicas (a las curvas de menor longitud sobre una superficie curva se les da el nombre de «geodésicas»).


En el espacio del Universo ocurre algo parecido. Para entenderlo, imaginemos un colchón de textura blanda. Situemos sobre el mismo, en su centro por ejemplo, una bola de hierro de unos cuantos kilos de peso. Inmediatamente el colchón se “hunde” por el peso de la bola. Este hundimiento crea una depresión alrededor de la bola. Si colocamos diferentes bolas de distintos tamaños y pesos sobre la misma cama, las depresiones que cada una de ellas causarán tendrán efectos sobre las demás. Así por ejemplo, una bola pequeña situada cerca de una gran bola, se verá desplazada hacia ésta última dada la pendiente creada por la depresión mayor. El sol curva el espacio-tiempo a su alrededor y la Tierra sigue esa curvatura en su movimiento de traslación.


Vamos a intentar explicarlo con imágenes:

Cuando no hay gravedad, es decir, si no hay ningún cuerpo en el espacio-tiempo, en una especie de rejilla cuadriculada de dos dimensiones, el espacio sería plano y la forma de cada celdilla sería exactamente la misma:



Si colocamos ahora un cuerpo (una estrella, por ejemplo) en medio de este espacio, la rejilla se curvará adoptando un espacio tridimensional y, además, se verá modificado el tamaño de las celdillas cercanas al objeto:



Veámoslo en otra imagen:



Imaginemos ahora la situación de la Tierra respecto al Sol y lo veremos más claro:



Y veamos cómo se realiza el movimiento alrededor del sol:



O lo que es lo mismo:



Siguiendo con el sencillo ejemplo del colchón, el cosmos podría ser algo así (haciendo un gran esfuerzo por imaginar la situación en todas las dimensiones del espacio y no sólo “plana” como se ve en el ejemplo):




No me resisto a ilustrar este punto con una imagen que ilustra lo compleja, pero a la vez bella, que puede resultar la configuración del espacio en el universo:



Para hacernos una idea, la Tierra, que tiene una masa de 6 × 1024 Kg. y un radio de 6.400 Km., provoca en el espacio-tiempo una curvatura insignificante, casi despreciable. En cuanto al universo, dada su inmensidad, las distancias que se dan en él son casi inconmensurables pero, sin embargo, la cantidad de materia que aloja por unidad de volumen es bajísima cuando se compara con un cuerpo como la Tierra. Si se observa el universo a grandes escalas astronómicas, es decir, a millones de años luz, el espacio que se distingue es casi plano como una hoja de papel, no como el que podemos ver en la ilustración anterior.

El ejemplo del colchón y las bolas de hierro nos facilitan la comprensión de la distorsión del espacio, pero no permiten incluir en el dibujo el concepto del tiempo. Es un ejemplo que se queda a medias, porque lo que Einstein postuló es la existencia del espacio-tiempo, incluyendo a este último como una parte más de las dimensiones del cosmos. Tenemos así un espacio-tiempo tetradimensional (tres dimensiones del espacio más una que es el tiempo). Del mismo modo que se comba el espacio por efecto de los objetos, con el tiempo ocurre lo mismo, lo que lo convierte también en algo relativo. No podemos visualizarlo en las imágenes y, aún más, apenas podemos llegar a imaginarlo en nuestras mentes que están “atrapadas” a conceptos inculcados desde generaciones en nuestra forma de visualizar el cosmos:

O bien de forma “bidimensional”, cuando pensamos en un objeto sobre un plano:



O bien tridimensional, cuando lo que buscamos es una situación en el espacio “real” :



¡Qué familiares nos resultan estos gráficos!. Pero imaginar un espacio-tiempo, eso es otra cosa. Podemos entender fácilmente que un movimiento es un cambio en la posición espacial a lo largo del tiempo. Por otra parte, estamos en un universo en que todo está en continuo movimiento. Por ello, para los físicos, la unión de espacio y tiempo es inseparable. Hoy se concibe el universo como un continuo de espacio-tiempo tetradimensional, en contraposición a la idea que aprendimos en el colegio de considerar por un lado el espacio como un hecho tridimensional y el tiempo como algo distinto, no relacionado con el espacio y, además, inmutable. Por ejemplo, si consideramos el movimiento de un planeta como la Tierra, hemos de tener en cuenta el espacio o lugar que ocupa en cada momento y el tiempo que tarda en pasar de un punto a otro. Tiempo y espacio, siempre unidos, como los vio Einstein en su pensamiento.

Un matemático ruso llamado Herman Minkowski ha intentado representar la
imagen tetradimensional del espacio-tiempo de la siguiente forma:



El dibujo ilustra la órbita de un planeta (la bola roja) alrededor de una estrella (la bola amarilla en el centro). Cada uno de los planos cuadriculados representa la posición espacial en un momento determinado del planeta respecto a su estrella. Los planos sucesivos representan situaciones también sucesivas del planeta a lo largo del tiempo. Este último se representa con el continuo de planos alternativos y se ilustra con la flecha central. La flecha roja señala la trayectoria de la órbita del planeta a lo largo del tiempo. En fin, un poco complejo pero nos ayuda a entender el concepto.

Es un concepto que está en el límite de donde podemos llegar con nuestros humildes cerebros. Imaginar una dimensión que incluya tres partes de espacio por una de tiempo, todo ello entretejido como los hilos de una tela, está más allá de la mente del común de los humanos. Por ello cabe considerar este concepto como una idea enormemente grande para un joven que simplemente observaba el mundo con una visión muy personal.

Del mismo modo, los rayos luminosos procedentes de otras estrellas se curvan cuando pasan por la depresión que genera el sol a su alrededor. Esta fue una de las formas de confirmar estos postulados, ya que dos años después de la publicación de esta Teoría General, el 30 de mayo de 1919, se produjo un eclipse solar que mantuvo en vilo a todos los físicos del mundo, ansiosos por descubrir qué había de cierto en las teorías de Einstein. Y así se comprobó cómo la luz que procedía de otras estrellas, al pasar cerca del sol cambiaba de dirección por efecto de esa curvatura del espacio-tiempo tan difícil de creer e imaginar.

Consideremos una estrella situada en una posición determinada del espacio (E). Esta posición la podemos determinar con facilidad cuando su luz nos llega sin interferencias del sol. Supongamos ahora un eclipse solar, en el momento en que la luna se sitúa entre la Tierra y el Sol. La luz de la estrella nos llega y, si siguiéramos la trayectoria de la estrella de forma lineal nos llevaría a situarla en otra posición (E’). Lo que ocurre en realidad es que la luz de la estrella se “curva” cuando pasa cerca del sol, como vemos representado en la figura C:




Visto de otro modo:




Siendo el origen de la línea roja continua el espacio real de la ubicación de la estrella y el de la discontinua el que se extrapolaría por la inclinación de la luz que nos llega a la Tierra (bola azul).


Pero aún hay más. Con la idea de la curvatura del espacio podemos explicar, por ejemplo, cómo funciona un agujero negro (o al revés, el conocimiento de los agujeros negros permite confirmar los postulados de Einstein). Veámoslo a continuación.

Los agujeros negros
Cuando tiramos un objeto al aire, éste ineludiblemente cae al suelo después. Pero esto sólo es así porque no lo tiramos a la velocidad necesaria. Concretamente, cualquier objeto que saliera disparado de la tierra a 11,2 km/seg. escaparía de la Tierra para siempre. A esta velocidad se la llama “velocidad de escape”.

La Luna, por ejemplo, tiene una “velocidad de escape” estimada en tan sólo 2,4 km./seg. A esta velocidad, nuestro satélite dejaría de dar vueltas a nuestro alrededor y saldría disparado al espacio estelar.

Ahora imaginemos una masa enorme, muy pero que muy enorme, concentrada en un objeto muy pequeño. Según la teoría de Einstein, esta masa enorme pero muy concentrada provocaría una alteración del espacio muy singular. Podemos imaginárnosla de este modo:



Cualquier otro objeto que cayera en semejante depresión espacial tendría que disponer de una gran “velocidad de escape” para poder salir de la misma. Lo que ocurre con los agujeros negros es que esa velocidad necesaria para escapar de los mismos es superior a la de la luz y como ya hemos dicho que nada puede viajar a mayor velocidad que la de la luz… ¡nada puede escapar de la atracción de un agujero negro si tiene la desgracia de acercarse demasiado al mismo!. (No puede escapar ni siquiera la propia luz, por eso les llamamos “agujeros negros”).



Para hacernos una idea, para provocar un agujero negro, la Tierra tendría que concentrar toda su masa en una bolita de tan sólo 9 milímetros de radio. El sol tendría que ser una esfera de 3 km. de radio para provocar lo mismo (si eso ocurriera, no hay que pensar que los planetas del sistema solar caerían sin remedio en ese enorme agujero del espacio, ya que dicen los físicos que para caer en un agujero negro hay que acercarse tanto como el radio del objeto que lo provoca…).

Einstein nunca habló de agujeros negros, pero sus teorías los hacían posibles (y de hecho, todo aquello que es posible, dado lo infinito del Universo tiene que existir). Han tenido que pasar docenas de años para poder tener pruebas claras de su existencia.

El conocimiento de los agujeros negros, además, ha propiciado la investigación de las posibilidades del viaje al pasado. No volveremos sobre este tema, pero veamos unas interesantes imágenes que pueden dar más idea del concepto que un corto comentario:

Dos agujeros conectados que nos desplazan a dos planos espaciales (y temporales) distantes, en una superficie del cosmos que se curva sobre sí misma:












Visto de otro modo:






El Universo podría estar lleno de este tipo de vías rápidas de desplazamiento entre distintos lugares del espacio-tiempo. Incluso se estima que podrían crearse para utilizarlas a nuestro antojo. De momento son sólo teorías incipientes sobre las que están trabajando los físicos, pero en el futuro podrían ser mucho más.



Los conos de luz
Si un pulso de luz es emitido desde un punto concreto del espacio en un momento determinado (ambas cosas son absolutamente necesarias de concretar), la expansión de la luz se producirá en forma de una esfera de luz de manera que, a la millonésima de segundo la luz se habrá esparcido y el radio de la esfera será de 300 mts. A las dos millonésimas de segundo, el radio será ya de 600 mts., y así sucesivamente. Será como las ondas que se extienden por la superficie de un estanque cuando tiramos una piedra. Si imaginamos que cada momento es un corte espacial y ponemos un corte sobre otro, la imagen que nos aparece es la de un cono: ésta es la figura que dibuja el avance de la expansión de la luz en el tiempo a través del espacio. Veamos si soy capaz de explicar en los siguientes gráficos que he dibujado en el ordenador en los que he intentado representar esta visión del universo:


Si pudiéramos realizar una visión superior (desde “arriba”) de ese cono de luz, veríamos lo siguiente:

Y si imaginamos todos los sucesos que están ocurriendo en el universo, la imagen tendría que ser más o menos ésta multiplicada hasta el infinito:


Esta particular visión del Universo tuvo gran trascendencia. Antes de estos postulados de Einstein, se creía en un universo estático, como una especie de marco fijo en que los acontecimientos tenían lugar. Infinito, sí, pero siempre igual. Este concepto dinámico del espacio y del tiempo, así como la especial interrelación que tienen ambos, daba al Universo un dinamismo impensable antes de Einstein. Si bien no fue él el primero que aventuró la idea de una especie de “big-bang” original, fue él quién puso las bases para que otros, muy pocos años después, pensaran en ello y lo teorizaran.


La grandeza de Einstein

Hoy seguimos estudiando en el colegio y utilizando para las cosas prácticas y para comprender el Universo las leyes de Newton, ya que entre sus predicciones y las de las teorías de Einstein apenas hay diferencias en las situaciones que nos afectan en nuestro día a día. Las Leyes de Newton, además, son de más fácil explicación y comprensión (hay una anécdota de los años veinte sobre un conocido astrónomo inglés experto en las teorías de Einstein al que un periodista le dijo que había oído que sólo había tres personas en el mundo que las pudieran entender, a lo que el experto, tras una pausa, replicó “Estoy tratando de pensar en quién es la tercera persona”) .

Por otra parte, en los últimos decenios del siglo pasado, la investigación en física parece haber estado más centrada en el mundo minúsculo de las moléculas que en el macromundo del Universo. Es más, cada paso que se da en el conocimiento de ese pequeño mundo, se contradicen más cosas que parecen estar claras en el mundo “grande”. Como si hubiera dos formas de explicar los fenómenos, una a escala menor, que intenta explicar la física cuántica, y otra a escala mayor, sobre la que Einstein aportó tanto al conocimiento científico. Einstein pasó los últimos años de su vida buscando una teoría que fuera capaz de unificar ambos puntos de vista. Pero esta “Teoría unificadora” o “Teoría del todo”, aunque científicos de todo el mundo llevan decenios tras ella, aún está por descubrir.


Más tarde o más temprano el reinado de Einstein terminará, como terminó el de Newton. La mayoría de científicos piensan que no está lejos el día que otra mente privilegiada nos abra la puerta a nuevas formas de enfocar la visión del cosmos. Ya existen hoy en día un buen número de teorías gestándose, pujando por ser las ganadoras en esta carrera. Un universo con varias dimensiones paralelas con distintas realidades, unas constantes “universales” que pueden ser diferentes en otras dimensiones inabarcables para la observación humana, telas del espacio-tiempo no regulares como las cuadrículas que imaginó Einstein, sino divididas en trozos irregulares e indivisibles, un universo formado por cuerdas vibrantes, etc. Sea lo que sea, nada nos quitará ya la agradable sensación de haber disfrutado durante un siglo de ese genio brillante con aspecto de niño grande que ha representado una especie de modelo de inteligencia al que mirarse.

lunes, 16 de febrero de 2009

SOBRE LOS GENOCIDIOS

SOBRE LOS GENOCIDIOS
(Diciembre 2006)

¿Por qué?

Respuestas, respuestas, siempre respuestas. Creemos que para todo hay un “por qué” y nos esforzamos por contestar a la pregunta, sin darnos cuenta de que, a veces, las cosas simplemente suceden.

Cuanto más graves o relevantes resultan las consecuencias de los actos humanos, bien colectivos o individuales, tanto más nos asaltan las preguntas, los “por qués”. Y de todos los actos colectivos que pueden realizar los humanos, ninguno que más preguntas plantee sobre sus causas que los genocidios, los ataques masivos de humanos contra humanos, la eliminación sistemática del “otro”, del que es diferente. A todos nos recorre un escalofrío cuando pensamos que podríamos haber sido víctimas inocentes, pero pocos pensamos que también podríamos haber formado parte de los verdugos.

Salvajes ataques entre grupos étnicos, como los ocurridos en Ruanda, exterminios masivos de poblaciones por motivos religiosos como los que tuvieron lugar en la Guerra de los Balcanes o, en la máxima expresión del terror, el holocausto nazi, son los hechos dramáticos que nos vienen hoy a la mente al pensar en genocidios, como si éstos solo hubieran sucedido a lo largo del siglo XX. Pero sólo hay que dar un vistazo a la historia para darse cuenta de que el hombre nunca ha tenido límites a la hora de infringir daños masivos sobre los “otros”, el enemigo, el infiel, el distinto, el incapacitado. Los genocidios han sido una constante en la evolución de la humanidad, en todas las civilizaciones y en todos los continentes.

Lo que ocurre es que en el siglo pasado nos creíamos curados de la posibilidad de que estos actos salvajes volvieran a repetirse. Habíamos llegado a creer que la civilización, la información, la cultura, el conocimiento, la educación e incluso la democracia, nos ponían a salvo de estos ataques colectivos de locura que llamamos genocidios. Y no fue así.

Definición de genocidio
La definición de genocidio aparece por primera vez en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio y fue plasmada en una resolución de las Naciones Unidas en 1948. Se define el genocidio o asesinato de masas como la comisión, por funcionarios del Estado o particulares, de actos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Estos actos comprenden la muerte y lesión a la integridad física o moral de los miembros del grupo, el exterminio, la adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo o el traslado forzoso de niños.
Esta definición fue recogida en el Estatuto de la Corte Penal Internacional en 1988, donde se especifica que se trata de un delito internacional.

Algunas pautas de frecuente repetición
¿Podríamos encontrar pautas comunes que nos den alguna respuesta?. Podemos intentarlo.

1. El caldo de cultivo: las guerras civiles

En los precedentes inmediatos de muchas explosiones genocidas encontramos guerras civiles larvadas (o no tanto). Guerras civiles que bien por sí mismas, en su avance, han sido la causa directa de actos salvajes, o bien han propiciado la llegada al poder de individuos o facciones que se han encargado después de aplicar la ley del más fuerte.

Una guerra civil larvada es la que había en la Alemania de los años veinte, cuando grupos obreros con ideas prosoviéticas pugnaban con los grupos fascistas por hacerse un hueco en el frágil estado Alemán nacido tras el fin de la I Guerra Mundial. Resultado de este clima fue el apoyo creciente que fue ganando el fascismo nacista, resultado del cual acabó obteniendo una destacada representación parlamentaria que fue el primer paso para alcanzar el poder total.

La Guerra de los Balcanes también puede considerarse como una guerra civil, entre ciudadanos que durante decenios habían compartido estado, la antigua Yugoslavia. De las ansias de independencia a la exaltación de las diferencias, de éstas al odio, del odio al salvajismo, en una escalada sin fin.

También una guerra civil imperaba en Ruanda en 1994, año del genocidio. La explosión de violencia de los miembros de la etnia hutu contra los tutsis, tratándolos a todos por igual como miembros de la guerrilla opositora, fue una consecuencia anunciada a gritos por la violencia creciente existente en el país justo antes del inicio de los ataques masivos. Casi un millón de personas pagaron con su vida las consecuencias.

2. Las voces mesiánicas

Cuando el caldo de cultivo es el apropiado, el populismo tiene pocas barreras para hacerse con el poder. Y no hace falta que ese ambiente propicio sea exageradamente turbulento, como sería el caso de una guerra civil declarada (caso de los Balcanes). En la Alemania previa a la II Guerra Mundial, no había una guerra civil manifiesta, pero el ambiente era propicio para el populismo. El país estaba pagando las consecuencias de su derrota en la I Guerra y de las duras condiciones impuestas por los países vencedores en el Tratado de Versalles. Los alemanes se sentían maltratados. Una nueva generación, que no había participado en aquella guerra, sufría las consecuencias de miseria, paro e incluso hambre que los gobiernos occidentales permitían sin pudor. Era una situación propicia para que surgiera alguien que levantara la voz contra esa injusticia y, sobre todo, que clamara al orgullo de país. Y para desgracia de todos, incluyendo los propios alemanes, esa persona fue Adolf Hitler.

Más de medio siglo más tarde, ese papel lo ocupó también en un pais europeo, Slobodan Milosevich, que alentó con su voz y desde su púlpito de Presidente del pais, el sentimiento serbio, haciéndoles creer que sus vecinos eran sus enemigos.

3. Los dictadores

Si el populismo sabe manipular a las masas, a las dictaduras ni siquiera les hace falta esa capacidad. La fuerza de las armas dota de un poder absoluto a los líderes militares. Es el caso de las dictaduras Argentina o Chilena. Los miles de desaparecidos, ajusticiados sin juicio y sin posibilidad de defensa, cuyos cuerpos, además, fueron ocultados y enterrados en fosas comunes escondidas, pueden calificarse también de genocidio.

Muchas voces populistas, una vez en el poder, se transformaron en los más duros dictadores. Es el caso de Mussolini en Italia o del mismo Hitler. Llegaron al poder utilizando los resortes que les ofrecían los sistemas políticos participativos imperantes en sus países, pero una vez en el poder, se encargaron de cambiar las leyes para perpetuarse y convertirse en puros y duros dictadores.


4. La distorsión de los medios de comunicación

Los nazis fueron pioneros en darse cuenta del poder que tenían los medios de comunicación. La prensa y, sobre todo, la radio, se convirtieron en armas de cautivar a las masas. La intoxicación de la información fue vital para perpetuar en el poder al nacionalsocialismo y, sobre todo, para mantener a la población alemana muy lejos de conocer las barbaridades que se estaban llevando a cabo desde el estado durante la guerra.

Todos los aprendices a dictador del mundo reconocen el valor de los medios de comunicación y saben que una de sus primeras misiones para hacerse con el poder y evitar voces contrarias, es conseguir el dominio de la prensa, la radio y la televisión.

Con el dominio de los medios de comunicación, a base de destilar constantes falsedades, puede conseguirse que una mayoría social esté a favor o en contra de determinadas actuaciones, incluyendo las más incomprensibles, como podían ser las leyes anti-judías que fueron apareciendo en Alemania en los años inmediatamente anteriores a la II Guerra Mundial.

Y si pensamos que hoy en día la gente está más informada y que es más difícil conseguir adhesiones inquebrantables sobre decisiones incomprensibles, no hay más que dar un vistazo a lo que ocurre en nuestro país con los asuntos políticos. Un ejemplo: muchas personas fuera de nuestra Comunidad Autónoma creen de verdad que en Catalunya se vive en un clima de crispación social explosivo. Los medios de comunicación siguen gozando de un gran poder de convencimiento.

5. Los desastres económicos

Desde nuestra atalaya privilegiada, tras más de medio siglo sin hambrunas y sin miseria colectiva, creemos que un desastre económico es un punto más o menos de inflación o que los tipos de interés suban unas décimas más o menos. Pero un desastre económico, un verdadero desastre económico no es eso. La miseria, el hambre, las injusticias sociales, la pobreza masiva, el desatendimiento de las necesidades más básicas, son motivo más que suficiente para provocar revoluciones y levantamientos sociales, con odio y sed de venganza que pueden desencadenar en masivas muertes violentas.

Un ejemplo de ello sería la revolución bolchevique que se vivió en Rusia en 1917. La miseria de las masas campesinas rusas no tenía igual en ningún otro país europeo. En cuanto un partido supo aunar las voces de los hambrientos, la revolución estaba servida. Y las venganzas y los asesinatos masivos. Lo que ocurrió después en época de Stalin fue otra cosa.

6. Las amenazas

Desde sus orígenes como especie, el ser humano ha aprendido a defenderse de las amenazas. Varios miles de años atrás, el encuentro ocasional con miembros de otra tribu desencadenaba un ataque defensivo y un enfrentamiento a muerte. Con los años hemos aprendido a tolerarnos, básicamente porque ya no es posible vivir en pequeñas poblaciones separadas por grandes distancias entre unas y otras. Pero las amenazas siguen latentes en nuestros genes. La amenaza del enemigo político provocó en Rusia, en tiempos de Stalin, uno de las mayores genocidios de toda la historia de la humanidad, sino el mayor, ya que fueron entre 20 y 50 millones, según las fuentes, los rusos que pasaron por los campos de concentración y fallecieron en ellos.

También fue el miedo a la amenaza del “otro” lo que convirtió un enfrentamiento entre cuerpos militares hutus y tutsis en una auténtica masacre entre dos etnias que habían convivido juntas desde hacía siglos.

7. Las fobias, el racismo


Del mismo modo que desde un punto de vista médico hay que buscar explicación a las fobias desde la psicología, el racismo tampoco tiene un significado racional. Los judíos o los gitanos no representaban una amenaza para nos nazis. Era puro y simple racismo. Un odio ancestral hacia determinados grupos sociales o razas. En estos casos, cualquier motivo es bueno para emprender una campaña violenta contra el otro.

El racismo o los odios ancestrales o las falsas o forzadas convivencias han sido motivo de enfrentamientos desde tiempos inmemoriales. No sólo es el caso de los nazis, este motivo también está detrás de las barbaridades cometidas en Bosnia o en Ruanda.


8. La confianza en la falsa democracia

Las recién nacidas democracias europeas, surgidas tras el fin de la I Guerra Mundial y el triunfo de las ideas liberales, pudo generar una falsa sensación de confianza entre los ciudadanos. Por una parte, si el poder estaba en las urnas y la población elegía sus gobernantes, era imposible que se instaurara una dictadura. Por otra, las decisiones tomadas por un Parlamento soberano, en el que en teoría convivían gobierno y oposición, tenía que ser una garantía para que las decisiones tomadas no carecieran de sentido común. Ambas cosas se mostraron como falsas en Alemania. Fue a través de elecciones libres que el partido de Hitler ocupó sus escaños en el Parlamento Alemán y, más tarde, el propio Hitler se hizo con la cancillería del país para a continuación poner en marcha los medios de acallar la disidencia. Y fue esa aparente democracia dominada por los nacionalsocialistas la que consiguió que millones de ciudadanos alemanes aceptaran la promulgación de leyes que ofendían a la dignidad humana. ¿Cómo pudieron aceptar los ciudadanos que muchos de sus vecinos tuvieran que ir por la calle con brazaletes que los identificaban como judíos?.

9. La explosión, la locura de las masas.

Y al final se desencadenan los acontecimientos. Salvo en aquellos genocidios planificados desde el poder, como el ruso o el alemán, es habitual que se produzca una chispa, un primer momento que dispara la furia colectiva. Todo lo comentado hasta ahora, la miseria, el hambre, la pobreza, el miedo a la amenaza, el odio irracional del racismo, la intoxicación creada por la falsa información, la voz omnipresente de los dictadores mesiánicos, todo ello se mezcla en una olla a presión incontrolada que puede llegar a explotar. Y cuando lo hace, es difícil contener sus consecuencias. Los seres humanos protegemos nuestra individualidad. Somos y queremos ser distintos y únicos. Pero cuando nos encontramos en medio de una masa de personas con los instintos desatados, perdemos la individualidad y nos convertimos con facilidad en seres irracionales capaces de cualquier cosa. Si se produjera una emergencia, un incendio o un ataque terrorista, en un estadio de fútbol ocupado por 100.000 personas, podríamos salir del lugar de forma ordenada, por los pasillos correspondientes y ayudando a los niños y los ancianos. Pero el riesgo de perder los estribos y dejarnos arrastrar por la masa depende tan sólo de unos pocos que pierdan los nervios y motiven al resto. Son docenas las personas que han muerto en estadios de deporte por este motivo. Lo mismo pudo ocurrir con las tropas serbias que realizaron atrocidades en los pueblos musulmanes bosnios. ¿Todos los soldados eran asesinos racistas?. ¿O se produjo un estado de histeria y violencia colectiva que arrastró a las tropas hacia las mayores salvajadas?.

Pautas comunes

No creo que haya pautas comunes que se repitan en todos los casos de genocidio, pero si pienso que hay unas causas que se repiten en muchos de ellos. Las que he comentado podrían agruparse en:

Sociales: las amenazas, el racismo.
Económicas: la pobreza, el hambre, la miseria
Políticas: las guerras, el populismo, las dictaduras, las falsas democracias, la manipulación de los medios de comunicación.

También podríamos diferenciar entre una mayor o menor planificación. El ejemplo de planificación más fría y estricta es el holocausto nazi, donde se planificó el exterminio de millones de personas de una forma consciente y estudiada. También estuvieron bien planificados los genocidios ruso y camboyano, por ejemplo, que contaron con sus campos de internamiento o “reeducación”. En otros casos, la dinámica de la guerra, con sus odios y sus atrocidades, fue el principal motivo, bajo mi punto de vista, del exterminio. Sería el caso de los Balcanes.

A todo ello podríamos añadir otros elementos que pueden favorecer los genocidios, pero que no son imprescindibles:
- Un bajo nivel de educación.
- Las desigualdades sociales
- Las injusticias del pasado que desencadenan en venganzas

La responsabilidad social

Podríamos diferenciar entre la responsabilidad de la sociedad previa al desencadenamiento del genocidio, la que podemos considerar que ocurre durante y la posterior.

1. La responsabilidad previa

Los genocidios no surgen de la nada. Todos tienen un más o menos largo periodo de preparación. Y es en este periodo cuando la sociedad puede intervenir para detener el desastre. En la década de los años treinta, fueron constantes los ejemplos que dio el poder alemán sobre lo que podría ocurrir con los judíos. Las leyes anti-judías se proclamaron una tras otra, a cual peor, y la sociedad alemana miró hacia otro lado o creyó que alguna razón debería tener el gobierno para actuar así y, en cualquier caso, pensó que el tema no iba con ellos. No hay signos inocentes o de poco alcance, cualquier movimiento dirigido a dañar a un grupo concreto de ciudadanos, sea por motivos raciales, políticos o religiosos, debe ser criticado y detenido por parte de la sociedad. Esa fue una gran enseñanza que pudimos aprender de la época nazi.

2. La responsabilidad durante

Algo parecido ocurre cuando se desencadena el desastre, si bien en este momento los verdugos son conscientes de la necesidad de amortiguar a las buenas conciencias y utilizan todos los medios posibles para desinformar o torturar la información par que la sociedad no sea conocedora de lo que ocurre. Coincido con la opinión de los que creen que la mayoría de la sociedad alemana no era conocedora o conocía solo muy parcialmente lo que estaba ocurriendo en los campos de concentración. Alemania estaba en guerra y los ciudadanos alemanes tenían muchas cosas por las que preocuparse. Una desinformación bien manejada por parte del poder pudo tener a millones de personas alejadas de la realidad. A pesar de ello, puedo comprender el sentimiento de culpa que arrastró una generación entera de alemanes, cuando al finalizar la guerra se destaparon las atrocidades llevadas a cabo por el poder alemán.

3. La responsabilidad después

¿Quién debe pagar por los crímenes cometidos?. ¿Sólo los verdugos directos?. Es imposible juzgar con la razón hechos que han sido cometidos con locura fanática. ¿Cuántos fueron los ruandeses hutus que actuaron como verdugos durante las masacres de tutsis del año 1994?. Probablemente miles de personas se dedicaron durante semanas a matar a machetazos a sus conciudadanos y docenas de miles las que consintieron las matanzas. ¿Qué ocurrió?. ¿A quién juzgar, condenar y castigar?. Es difícil llegar a conclusiones. Los verdugos directos son culpables, pero detrás hay una sociedad que apoyó y alentó las matanzas. Después, con el tiempo y la reflexión, también son miles los que sienten un sentido de culpa atroz. Ocurrió en Ruanda, y también en Alemania. Los militares alemanes que en base a la obediencia debida (¡se jugaban su propia vida si desobedecían!), o muchos ciudadanos que sí tuvieron suficiente conocimiento de lo que ocurría y no actuaron (¿cómo actuar si la oposición era masacrada y tratada como una víctima más?), arrastraron durante el resto de su vida un sentimiento de culpa considerable.

¿Estamos nosotros libres de este mal?

La respuesta en mi opinión es muy clara: no, un no rotundo. Nadie está libre de convertirse en consentidos o incluso en verdugo. Ni la educación, la cultura, el bienestar económico, la democracia, nada nos libra de ese mal. Reconozco que en parte todo lo anterior son buenas medidas para dificultarlo, pero no sirven para erradicarlo.

Podemos poner muchos ejemplos del riesgo en el que todos estamos inmersos.

- Han sido millones los franceses que han apoyado las ideas racistas de Le Pen. Hasta un 15% de la población francesa llegó a votar a su partido en algunas elecciones.

- Son frecuentes los brotes de violencia nazi que atacan inmigrantes, queman los albergues o se manifiestan por nuestras calles. Son miles los europeos seguidores de las ideologías más extremistas, incluso en nuestro propio país, donde no es difícil encontrarlos en determinados lugares de reunión. Aunque el proselitismo nazi está prohibido, no es anecdótico encontrar jóvenes con la esvástica en su ropa o tatuada en su piel.

- ¿Qué hubiera ocurrido en España si la autoría de los atentados del 11-M de Madrid se hubiera conocido desde el primer momento?. ¿Qué hubiera ocurrido si en el momento de mayor dolor, cuando aún se estaban contando los muertos, hubiera aparecido en televisión un seguidor de Al-Qaeda diciendo que los españoles somos unos infieles, que todos merecemos la muerte, etc.?. La reacción tras los atentados fue un ejemplo para todo el mundo. No se produjo ninguna reacción contra los musulmanes que viven con nosotros. Pero, ¿quién está seguro de que las cosas no podrían haber sido muy distintas?. Sólo hubiera hecho falta una mecha, algo que hubiera hecho saltar un resorte en una parte afectada de la población para entrar en la dinámica de la locura colectiva, ¿o no?.
- ¿Qué decir cuando un camionero parece atropellar a una niña, cosa que en realidad no ocurrió pues apenas la rozó, y en un momento es linchado en plena calle por vecinos y familiares que se encontraban en el lugar?. ¿Todos ellos eran unos asesinos?. La locura colectiva previa al genocidio puede aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar.

¿Qué podemos hacer?

Se me ocurren algunas cosas que podríamos hacer para alejar el peligro:

* Educar, educar y educar. Seguir aumentando el nivel cultural de la sociedad. La cultura nos hace sabios y más independientes y la sabiduría puede alejarnos de la locura colectiva.

* Implicarnos en la política. A los jóvenes parece no interesarnos demasiado la política. La verdad es que lo políticos tampoco hacen mucho para que nos interesemos. Pero dejar que los políticos actúen sin crítica e inhibirse en los momentos cruciales, como son las elecciones, es peligroso.

* Hacer oídos sordos a los populistas que calientan a determinados grupos sociales en contra de otros. No sólo no escucharlos, sino utilizar la crítica social para desacreditarlos.

* Elegir los medios de comunicación más independientes, alejarnos de los extremos. Exigir transparencia y cordura a los responsables de los medios de comunicación.

* Abrir nuestras mentes a la diferencia. En el mundo del siglo XXI ya no son posibles las naciones “puras”. La mezcla, el libre movimiento de ciudadanos por el mundo son el futuro. Tenemos que potenciar aquello que nos une por encima de nuestras diferencias de raza, culturales o religiosas. Hay unos valores comunes que hemos de poner por encima de todo.

* Ser intransigentes con los pequeños detalles. Un simple chiste racista no es nada inocente. No sólo hay que evitarlos, sino criticarlos cuando aparecen en una conversación.

Ni estamos libres de ser víctimas ni de ser verdugos, pero podemos hacer cosas para mantenernos lejos de caer en este terrible mal.


……………………………………………………………………………………………