domingo, 9 de agosto de 2009

SOBRE EL AZAR Y LOS CISNES NEGROS

Nassim Taleb y los Cisnes Negros

Soy de la opinión que el azar tiene mucho más que ver en nuestras vidas que lo que pensamos. En realidad, creo que el azar forma parte de la naturaleza de una forma mucho más relevante que lo que nosotros hemos establecido. Hay diversas explicaciones para ello, pero en resumen podríamos decir que en nuestro desarrollo intelectual nos hemos visto obligados a reducir la influencia del azar al mínimo por una cuestión de supervivencia: no seríamos capaces de estar alerta de forma constante a todo aquello que puede ocurrir en cualquier momento. Y en cualquier momento pueden ocurrir muchísimas cosas diferentes. Hemos desarrollado un cerebro que se ha adaptado a funcionar con unos parámetros establecidos que hacen soportable el riesgo del azar. Y con el tiempo, hemos conseguido estrechar los márgenes de lo que nos puede ocurrir a cada paso que damos.

Acabo de leer el libro de Nassim Taleb El Cisne Negro, que describe con gran profusión de ejemplos y detalles su teoría sobre la influencia del azar en la historia. A continuación resumo lo que más me ha llamado la atención sobre su teoría de los Cisnes Negros.

Antes de la colonización de Australia, los europeos estaban convencidos de que TODOS los cisnes eran blancos. Las pruebas empíricas lo confirmaban en su totalidad. Un cisne sólo podía ser blanco. Pero en Australia se descubrieron cisnes negros. Taleb utiliza este ejemplo para poner en evidencia las limitaciones del aprendizaje a partir de la observación o la experiencia, así como la fragilidad de nuestro conocimiento. Una sola observación, sólo una (un solo cisne negro), puede enviar al traste una afirmación generalizada y hasta ese momento irrefutable.

En su ensayo, Taleb define el concepto de Cisne Negro con tres características: es una rareza que tiene consecuencias relevantes y a la que la naturaleza humana le busca explicaciones sólo después de que se haya revelado, hasta el punto de hacerla explicable y previsible.

A partir de esta premisa, el autor elabora un completo pensamiento basado en la incapacidad que tenemos de predecir las rarezas, ya que si pudiéramos hacerlo dejarían de ser algo excepcional. Y dada la influencia de los hechos imprevistos (las rarezas, los Cisnes Negros) deberíamos darnos cuenta de nuestra incapacidad de predecir el curso de la historia.

No hace tanto que empezamos a pensar como lo hacemos ahora, de forma reflexiva, apenas unos pocos milenios. No es mucho si nos remontamos al origen de nuestra especie. La explicación es sencilla: pensar requiere tiempo y energía e invertir tiempo es peligroso cuando se convive con una naturaleza salvaje y peligrosa y la energía no era algo que pudieran derrochar nuestros antepasados. Nuestro pensamiento está muy influenciado por el efecto platonificante que menciona Taleb en su obra. Tendemos a centrarnos y preferimos abordar los conceptos puros y bien definidos. Nuestra mente da prioridad a estas ideas nítidas, mucho más fáciles de recordar que los conceptos difusos y menos tratables. Es decir, solemos preferir la imagen clara, nítida y sin cambios del mapa a la imagen real del terreno que pisamos, mucho más llena de matices y en constante cambio.

Esta forma de elaborar nuestro pensamiento tiene consecuencias relevantes en la interpretación que hacemos de la historia. Según Taleb, hacemos una interpretación totalmente sesgada y afectada por lo que él llama el terceto de la opacidad:

a) La ilusión de comprender. Todos pensamos que sabemos lo que sucede en un mundo que es mucho más complejo y aleatorio de lo que creemos.
b) La distorsión retrospectiva. La habilidad que tenemos de evaluar y explicar los hechos que ocurren como si los viéramos por un retrovisor. Eso sí, solo podemos hacerlo después de que los hechos hayan ocurrido.
c) El uso exagerado de la información parcial y la desventaja que tienen en este punto las personas eruditas y con autoridad, precisamente por la tendencia a platonificar de las mismas y a dar con explicaciones claras, concretas, nítidas y puras a hechos cuyo origen ha sido aleatorio y complejo.

Todo ello en su conjunto tiene como consecuencia un cúmulo de explicaciones históricas que todos damos por válidas a las que si aplicamos la no platonificación y la búsqueda de Cisnes Negros en sus causas, se caerían por sí solas. Lo que ocurre es que nos costaría mucho asumir que, como dice Taleb, la historia no gatea, sino que avanza a saltos. Es decir, la historia no avanza de forma gradual en un sentido concreto, sino que lo hace a base de saltos impredecibles que conducen a situaciones asimismo imprevistas.

Pero nuestro cerebro está preparado para dar explicación a todo, eso sí, a posteriori de los hechos. Algunos motivos de error provienen de los siguientes puntos:

* Nos centramos en segmentos preseleccionados de lo que percibimos y a partir de ellos extrapolamos y generalizamos en lo no percibido. A esto el autor le llama el error de la confirmación.
* Nos engañamos con historias bien articuladas que sacian nuestra sed platónica de explicaciones claras y concretas. Esto es la falacia narrativa.
* Lo que vemos no es todo lo que existe. La historia oculta los Cisnes Negros y nos da una idea falsa sobre sus probabilidades de existencia. Es la distorsión de las pruebas silenciosas.
* Tutelamos, es decir, nos centramos en una lista muy específica de Cisnes Negros, en concreto los que nos vienen a la mente con facilidad. Y a continuación aplicamos los puntos anteriores y enmarcamos los Cisnes Negros más asumibles dentro de la narrativa histórica de los hechos percibidos.

Nos gustan las historias. Es más, las necesitamos. No somos capaces de fijarnos en secuencias de hechos sin tejer una explicación o un vínculo lógico entre ellas. Es el fenómeno de la falacia narrativa o de la búsqueda de la causalidad. Las explicaciones que construyen vínculos entre los sucesos atan los hechos y hacen que puedan almacenarse mejor en nuestra memoria. El que la sucesión de hechos tenga sentido los hace más fácil de recordar y, por si ello fuera poco, aumenta nuestra impresión de entender lo ocurrido. Tenemos una necesidad biológica innata de reducir la dimensionalidad de lo que nos rodea, y a menor aleatoriedad de los hechos, menor dimensión ocupan. Así se construyó nuestro cerebro y es así cómo funcionamos.

Esto queda patente en la forma de describir en los libros la historia de la humanidad. En el inicio de la II Guerra Mundial encontramos ejemplos de lo anterior. La explicación de los hechos mantiene una lógica aplastante. Parece que una cosa conduce a la otra y que lo que ocurrió tiene todo el sentido. Cuando Hitler invadió Polonia, los aliados europeos declararon la guerra a Alemania. Así tenía que ser. ¿Y por qué no antes o después? ¿Hubiéramos podido explicar de igual modo lógico que no hubiera habido guerra finalmente? Seguro que sí. Si lo analizamos de forma crítica, ¿de verdad creemos que los gobernantes ingleses y franceses eran tan estúpidos como se les dibuja en esta historia tan bien narrada? ¿Cuántos hechos que se esgrimen como causa del siguiente no podían haber sido de otro modo? ¿Cuántos Cisnes Negros estuvieron presentes y la historia narrada no los describe?

Más ejemplos, ¿tan obtusos eran los romanos que no supieron prever el auge de esa religión aparentemente marginal que era el cristianismo? No existe ninguna referencia en ninguna fuente romana de la época que nos hable de los cristianos (en realidad el historiador judío Flavio Josefo sí escribe sobre ellos en la segunda mitad del siglo I, pero aún se discute si esa pequeña referencia la escribió él o fue añadida posteriormente por acólitos de esta religión) ¿Iban a ser tan poderosos en tan poco tiempo y los gobernantes contemporáneos no les prestaban ni una línea de atención en sus anales? ¿Su auge fue consecuencia de la cadena lógica de acontecimientos que nos cuentan los libros, o un triple salto mortal producido en algún momento con la aparición de un enorme e imprevisto Cisne Negro?

Si nos remitimos a hechos más recientes, ¿quién pudo prever la caída del muro de Berlín? ¿Y lo que iba a ocurrir en el mundo tras la caída del comunismo en Rusia? ¿El auge del fundamentalismo islámico? ¿Los atentados del 11 S en Nueva York y sus consecuencias? ¿La invasión de Iraq y el tiempo que estarían allí instaladas las tropas norteamericanas? En los libros de texto de los colegios podemos estar seguros que todo tendrá una razón de ser, una causa lógica y entendible y, más aún, todo estará relacionado en una serie de acontecimientos sucesivos como en la narración de un cuento. Así es como tenemos en los libros toda la historia de la humanidad.

Taleb, en cambio, sostiene que un número reducido de Cisnes Negros explican casi todo lo concerniente a la historia de la humanidad. Más aún, que a medida que el auge de la tecnología ha multiplicado la cantidad de información que manejamos, lo que ha hecho mucho más complejo el mundo en el que vivimos, nos hemos ido empeñando en abordar los sucesos más corrientes, aquellos de los que se habla continuamente y a los que dedican su tiempo los medios de comunicación. En opinión de Taleb, estos sucesos serían los menos interesantes y los que menos explican lo que ocurre a nuestro alrededor. Los Cisnes Negros siguen estando ausentes de nuestro debate habitual y siguen, por tanto, agazapados para producir efectos que ya nos encargaremos después de explicar lógicamente.

¿Has observado algo extraño en la frase anterior? Inténtalo de nuevo (*). Nuestra inclinación natural e innata a dar significado a todo y a construir conceptos puros y naturales nos anula la capacidad de detectar los detalles que componen el concepto. Esto es así porque interpretamos lo que nos rodea de una forma automática parecida al modo en que nuestro organismo realiza otras tareas fundamentales para la vida, como respirar. Para ello hay una explicación relacionada con el desarrollo eficiente de nuestro cerebro. Imaginemos que tenemos que transportar un mensaje compuesto de una serie de palabras elegidas al azar del diccionario. Nos será imposible resumirlo, reducir sus dimensiones. Si tuviéramos que transportar un mensaje compuesto por cien mil palabras aleatorias, tendríamos que llevar con nosotros las cien mil palabras. En cambio, si las palabras conforman una frase con sentido narrativo, sí podremos resumir, es decir, podremos almacenar el mensaje ahorrando palabras en su transporte. Si además, no nos resulta complicado encontrar un patrón para la serie, ni siquiera necesitaremos memorizar la frase, ya que la podremos convertir en algo compacto, fácil de guardar y repetir. Así se ha ido construyendo nuestro cerebro, a base de buscar patrones para las cosas y sucesos y de ahí nuestra propensión a la narrativa y a obviar los Cisnes Negros que por su carácter aleatorio nos dificultan la construcción de series. Necesitamos encontrar patrones y reglas porque necesitamos reducir la dimensión de las cosas para que nos quepan en la cabeza ó, como dice Taleb, para que podamos meterlas a empujones en la cabeza. Cuanto más aleatoria es la información, mayor es su dimensión, es más difícil de resumir y, por tanto, de “transportar” en la memoria. Esta condición de nuestra naturaleza nos incita a pensar que el mundo es mucho más simple y predecible de lo que realmente es.
(*): se repite una palabra

Comentario personal y conclusiones

Mucho de lo que argumenta Nassim Taleb en esta obra encaja con mi concepto de la aleatoriedad y su influencia en lo que nos rodea. Seguramente hay ya un sesgo de entrada en el hecho de que los que compramos el libro de Taleb ya tenemos cierta inclinación a asumir lo que nos va a contar. Aunque en realidad, con el comentario anterior ya estoy buscándole una causa a algo que tiene más de aleatorio que otra cosa. Lo cierto es que encontré por casualidad en un suplemento de un periódico que me ofrecieron en un trayecto de AVE (ni siquiera lo compré) una reseña del libro de Taleb por lo que decía me lo anoté en la agenda. Si no hubiera ido ese día en AVE o no hubiera tenido ocasión de leer ese breve comentario o no lo hubiera anotado en la agenda o, después, no hubiera transcrito lo anotado en la agenda en un papelito que metí en mi cartera o no hubiera estado poco tiempo después en una librería y hubiera recordado el asunto… pues no hubiera comprado ni leído el libro.

Pero sea como sea, una buena parte de lo que dice encaja en mi personal visión del mundo. Estoy convencido que el azar se encuentra en todas nuestras vidas con una frecuencia mayor de la que suponemos y que los sucesos tienen mucho de aleatorio en general. También creo que de vez en cuando ocurren hechos inesperados e imprevisibles de mucha relevancia que son las causas muchas veces ocultas de lo que ocurre. Por supuesto también estoy de acuerdo en que describimos y explicamos los acontecimientos históricos a posteriori, con un nexo de unión entre un suceso y otro y fabricando patrones fáciles de entender y recordar.

El mundo es más complejo y está menos sometido a reglas y pautas de lo que creemos. También creo que nuestro cerebro se ha ido formando de un modo especial que encaja con nuestras necesidades pero que no es capaz de interpretar el entorno en toda su dimensión y con los infinitos detalles que lo configuran. Avanzamos a golpe de azar pero somos incapaces de interpretarlo así, nos esforzamos continuamente en poner bajo reglas y series lo que nos ocurre y así vamos construyendo nuestra memoria, como una narración lógica del pasado pero que no tenía nada de lógica antes de que los hechos ocurrieran. Si nos esforzamos por ser imparciales y radicalmente reflexivos, ¿cuántos hechos de nuestra vida que tenemos perfectamente explicados en nuestra memoria en realidad podrían haber sido de forma extremamente diferente? ¿Cuántas veces no hemos estado a punto de algo que hubiera cambiado el devenir de nuestra vida? Un sí o un no, un encuentro fortuito, una frase afortunada, un accidente no ocurrido pero que estuvo cerca de ocurrir, una enfermedad que “pillamos a tiempo”.

Como crítica, en mi opinión Taleb elabora en exceso sus argumentos acribillándonos a detalles. En algún punto de su exposición adopta una posición de superioridad respecto al resto de mortales, incluido el lector, como si él fuera el único capaz de haber llegado a la verdad de las cosas y el resto no fuéramos más que ignorantes de esa verdad. Aunque pueda parecer genial, resulta soberbio cuando dice textualmente que evitará algunos temas evidentes en su argumentación ya que le resulta aburrido escribir sobre ellos y deduce que si es así, también serán aburridos de leer para el lector. Cuando adopta este estilo genera cierto rechazo. Le falta un poco más de humildad. Personalmente no creo que esté tan por encima del bien y del mal y tan de vuelta de todo como dice estar, entre otras cosas porque publica su obra en la Random House de Nueva York, una de las principales editoriales del mundo y, además, se asegura de contar con comentarios favorables de personajes como Tom Peters, conocido gurú de los negocios. Uno de estos personajes lo compara a Stephen Jay Gould, uno de mis favoritos divulgadores científicos, cosa en la que no estoy para nada de acuerdo. S. Jay Gould, fallecido hace pocos años, fue un divulgador científico de primera magnitud, un erudito en su tema, la evolución, y la persona que me hizo ver el mundo de forma muy distinta y alejada de la supremacía del homo sapiens. Aprovecho para recomendar cualquiera de sus obras, que se pueden encontrar con mucha facilidad en ediciones de bolsillo en cualquier librería.

Volviendo a la obra de Taleb, lo cierto es que estimula el punto de vista crítico hacia las verdades universales que nos explican el devenir de la historia. Como él, creo que los acontecimientos imprevistos, inesperados y de relevancia han tenido siempre mucho que ver con todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá. Por ello no estaría de más hacerle un poco de caso y procurar tener los sentidos siempre abiertos y preparados a cualquier cosa que estemos “casi” seguros que no puede ocurrir… por si ocurre.










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