domingo, 8 de noviembre de 2009

SOBRE LA OBRA "EL BESO" DE GUSTAV KLIMT

Hace unos días publiqué una entrada comentando mi descubrimiento de la obra de Gustav Klimt El beso. Pués bien, he profundizado un poco más en el tema.
El beso es considerada la obra maestra de Gustav Klimt. Fue presentada por primera vez en público en la Exposición Kunstschau Wien de 1908 y fue adquirida por la Galería Belvedere de Viena, donde aún puede contemplarse. Klimt (1862-1918) es el máximo representante de la pintura simbolista de la Viena finisecular

El beso, pintado entre 1907 y 1908, es un óleo sobre lienzo de 180x180 cms.

Esta obra marcó la cumbre del denominado periodo dorado de la pintura de Klimt que se desarrolló entre 1903 y 1909 y que se caracterizó por el profuso empleo del oro, la suntuosidad de los motivos ornamentales y el tratamiento de la superficie pictórica a modo de mosaico, un estilo inspirado en los mosaicos bizantinos que tanto impactaron en el artista tras sus viajes a Rávena en 1903. Si bien esta obra no presenta innovaciones fundamentales en lo ya mostrado anteriormente por el autor, sí sintetiza su especial estilo. El motivo del abrazo amoroso, la esfera mística y simbólica independiente de la realidad, los aspectos formales como el formato cuadrado del lienzo o el esquema piramidal de las figuras, así como el tratamiento decorativo similar a los mosaicos bizantinos y el motivo del campo florido, ya habían sido utilizados por el autor en otras obras. Pero en su conjunto, El beso constituyó la máxima expresión de todo ello.

Klimt puso énfasis en la bidimensionalidad de la superficie, anulando toda profundidad espacial. La obra expone la tensión entre el naturalismo de los rostros, manos y pies y la abstracción decorativa de los vestidos, la tensión entre la fuerte carga erótica de la imagen y el sustrato de tipo místico-cósmico del asunto y la tensión entre una pintura concebida para deleitar los ojos de los espectadores y un arte creado para suscitar las fantasías más íntimas del hombre y la mujer.

Sobre una extraña formación rocosa, cubierta por una colorista alfombra de flores, se encuentran los dos amantes tiernamente abrazados, fundidos el uno en el otro. Una especie de abismo se abre a los pies de ella, donde el tapiz de flores se interrumpe repentinamente.

Alfombra de flores:

Un abismo a los pies:

La mujer parece aferrarse a la pradera con los dedos de los pies para evitar precipitarse. Es el riesgo del amor.

Los pies de ella se aferran al suelo:

Bajo una refulgente aureola dorada, la fusión de los cuerpos es tal que resulta difícil interpretar sus figuras individuales. Los cuerpos están, además, ocultos bajo unos mantos muy poco naturales y unos trajes dorados densamente ornamentados. Ceñido el de ella, nos deja ver con claridad las formas de su cuerpo.

Ella muestra su figura sinuosa:

El rostro de él está de espaldas al observador, mostrando la cabeza coronada de flores. El de ella se vuelve hacia el frente, inclinando la cabeza hacia atrás con el rostro ligeramente ruborizado. Mientras él le acaricia la cara, ella tiene los ojos y la boca cerrados, en un estado de ensueño, abandonada a la manifestación de su amor por él.

El rostro de ella:
Los rostros de los amantes:

En el fondo, salpicado de polvo de oro como si de una cortina se tratara, se ha eliminado el horizonte y cualquier otra referencia espacial. Es un lugar indeterminado, sin tiempo ni espacio real, un espacio cósmico ajeno a la realidad.

El fondo:

El ornamento aísla a los personajes para situarlos en una sensual irrealidad. Así aislados, los enamorados se funden en un abrazo apasionado en el que se diluye toda diferencia de género. Sin embargo, los vestidos muestran claras diferencias. El manto del hombre está adornado con formas duras y angulosas y motivos rectangulares verticales que transmiten las cualidades masculinas. En el traje de la mujer aparecen espirales, óvalos, círculos giratorios con motivos florales y de líneas onduladas, que simbolizan los aspectos de la sexualidad femenina. Ella luce más colores que él. El elemento ornamental se convierte en un elemento simbólico sexual.

El vestido de ella:
El vestido de él:

En la composición, el hombre ostenta un papel dominante, arrimando con ímpetu a la mujer hacia sí para besarla. Ella adopta una actitud pasiva, aunque se erige como la protagonista del lienzo, arrodillada como en un gesto de entrega, aunque los dedos de sus manos y sus pies aparecen contraídos, ¿acaso una muestra de rebeldía? Algunos críticos lo han interpretado como un rechazo a la muestra de dominio de su pareja.
Las manos contraídas :

Es una mujer en estado de trance que se abandona a su amante. Con todo, El beso se convierte en una manifestación simbólica y universal de la felicidad amorosa. Representa la unión pasional del amor físico, el encuentro místico entre el amor espiritual y el amor erótico, bajo una estática armonía de ornamento y oro.
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Figura de resina que compré por internet:
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