domingo, 19 de septiembre de 2010

NUESTRAS FRONTERAS


Nuestras fronteras

Estoy leyendo un libro de Ken Wilber sobre las fronteras de la conciencia y las primeras páginas me han parecido interesantes. Wilber nos resume de forma muy sencilla las fronteras individuales que todos nos imponemos y que marcan nuestra vida.

Cuando respondemos a la pregunta ¿quién eres? ponemos límites inconscientes a todos nuestros atributos y valores. Si decimos “soy una persona rigurosa” estamos marcando un límite entre lo que consideramos más o menos riguroso, situándonos a nosotros mismos “dentro del límite” y a los otros “fuera”. Lo mismo si decimos “soy una buena persona”: estamos poniendo una frontera entre lo que para nosotros está dentro o fuera de ese concepto. Pero los límites los ponemos nosotros mismos en un punto u otro en concreto. Y cada uno de nosotros marca sus propios límites. Percibimos y sentimos que somos esto o aquello marcando nuestra identidad personal, del mismo modo que somos capaces de decir soy una persona y no una mesa o un frigorífico. De este modo, la pregunta ¿quién eres? se transforma en ¿dónde pones tus límites?

Una frontera universalmente aceptada es la de la piel. Es tan visible y tan obvia, que la piel se convierte en la primera frontera. Lo que está dentro soy yo, lo que está fuera no. Puedo sentir que hay cosas que están fuera que son “mías”, pero no son yo. Pero aquí no acaba todo. Hay un límite que establecemos dentro de nosotros mismos y que se evidencia cuando nos preguntamos si somos un cuerpo o si tenemos un cuerpo. Muchas personas sienten que tienen un cuerpo, que su cuerpo es suyo, y las palabras “mío”, “tuyo” dejan patente la existencia de límites y quedan fuera de lo que soy. En general las personas nos identificamos con una sola faceta de la totalidad de nuestro organismo, a la que lamamos personalidad, mente, psique o ego. De este modo aparece con fuerza la segunda frontera universal, la que separa mente y cuerpo.

Una tercera línea surge dentro de lo que ha quedado “dentro” de la segunda frontera. Es aquella que deja fuera de lo que creemos que somos lo que poseemos pero alineamos porque no nos gusta o nos duele. Hay facetas de la personalidad que son nuestras pero que reprimimos consciente o inconscientemente y que dejamos fuera de lo que creemos que somos. Y tras esta tercera frontera, también universal, nos disponemos a contestar ¿quién soy?...


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3 comentarios:

  1. Es interesante leer tu opinión sobre esta, a mi modo de ver, gran obra de Ken Wilber.
    Estoy muy de acuerdo con lo que expones, y me parece que lo fundamental en todo esto es darnos cuenta de cómo funcionamos, de dónde colocamos nuestros límites y de hasta dónde queremos llegar. Lo que me pregunto yo es si existen realmente tales fronteras, o si más bien son ilusorias, otra creación más del ser humano.
    ¿No será otro invento del ego para sobrevivir?
    ¿Es posible que tales límites sean en realidad impedimentos para el despertar espiritual?

    Mi opinión es que nuestro potencial evolutivo nos asusta los egos y las mentes, cuya única obsesión es sobrevivir y mantenernos ciegos en esta sociedad individualista y competitiva.
    Pero mantengo la esperanza de que llegará un salto global de la conciencia y finalmente podremos realizar el propósito real para el que hemos venido aquí, que no es otro que recordar lo que somos. Nuestra esencia es pura, inmutable y atemporal. Somos Consciencia y a ella regresaremos, o mejor dicho, en ella nos mantendremos. Tal vez nuestros hijos sean los encargados de seguir con este impulso global evolutivo. Tal vez sus hijos...

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  2. ...Y el ser humano, según ésto,sería como un iceberg:
    La cúspide que sale a flote es el lado consciente de cada uno de nosotros. la luz, aquéllo aspectos de nosotros mismo que nos gustan y que reconocemos como "nuestros".Es nuestro "yo idea"
    El lado sumergido, la sombra, supone el mayor porcentaje de iceberg. Ello encarna la represión, eso que no nos gusta de nosotros y reconocemos como ajeno a nuestra forma de ser y que, por ello, lo "alejamos2 de nosotros y lo mantenemos en un lugar apartado de nuestra propia existencia. En realidad, es también parte de nosotros. Nuestro lado más inconsciente.
    En realidad, somos como el iceberg y somos lo que somos y muchas cosas más....Y todo ello forma parte de nuestra existencia

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  3. Las fronteras que describe tan bien Wilber, exponen aquello que nosotros mismos hemos creado sobre lo que somos. Me explico. Desde mi punto de vista todo es mucho más sencillo. Somos un puñado de química compleja que se expresa de una forma que nosotros hemos dado en definir como vida, una definición también muy cargada de límites y edificios mentales que nos son propios y que con toda probabilidad podría tener otras fronteras y otras definiciones e incluir otras partes de la materia que nosotros dejamos fuera. Este puñado de química ha elaborado una forma de ver el mundo que sólo es válida para nosotros mismos y que está construída sobre la base de aquello que nos ha ido ocurriendo a lo largo de nuestra evolución biológica. Con ello quiero decir que cualquier cosa que digamos sobre nosotros mismos, sobre lo que somos o sobre hacia donde vamos, está sometida a nuestra propia forma de ver y entender lo que nos rodea. En realidad lo que nos rodea sólo es como es porque nosotros lo percibimos así, con unos sentidos que en realidad son muy simplones (creemos que son muy buenos y que están muy bien elaborados porque no conocemos otros y porque comparamos con lo que está a nuestro alrededor, como si ello fuera posible). Toda afirmación categórica sobre lo que somos creo que carece de valor, porque es prisionera de aquello que somos, en un círculo vicioso difícil de romper, sino imposible. Estoy seguro que el tiempo, la realidad, la propia físico-química, la evolución, la entropía, el universo son creaciones nuestras y que por muchas vueltas que le demos seguiremos atrapados a todos estos conceptos porque sin ellos no seríamos lo que somos y sin ser lo que somos ya no podríamos ver lo que vemos, que a su vez es lo que nos condiciona y nos da sentido. Al final se trata de acomodarse al máximo a todo lo racional y lo abstracto que creemos que nos rodea y vivir, sin muchas más aspiraciones. Vivir cada día como si fuera el primero. O mejor, como si fuera el último. Sin más pretensiones que sentirnos cómodos haciéndolo, sin desarmonizar con nuestro entorno y haciendo lo posible para que el mundo, nuestro mundo, sea un poco mejor el día que nuestra química deje de desear someterse a la tensión de la vida y prefiera volver a ser canto de río o arena de playa.

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