jueves, 26 de mayo de 2011
¿MIEDO? NO, GRACIAS
¡Qué fácil es caer en sus garras! El miedo en las organizaciones se extiende como una epidemia. Miedo a ejecutar, a decidir, a liderar. Miedo a liderar, ¿puede haber algo más atroz en una organización?
El miedo es un cáncer que se instala silenciosamente. Sólo con el tiempo uno es consciente de que algo no funciona. Los síntomas se traducen en pérdidas, inapreciables al principio, autojustificadas en cualquier caso, difíciles de erradicar al final. A grandes rasgos se pierde:
• El sentido del humor. Surgen tópicos que nos atrapan y poco a poco nos minan por dentro: “no está el horno para bollos”, “no es momento de bromas”, “hay poco de lo que reírse”. Hace poco en una campaña electoral un partido político utilizó el símbolo de una sonrisa para dar más fuerza a su logo. A otro partido opuesto no se le ocurrió otra cosa que exclamar en un mitin: “¿pero de qué se ríen estos con la que está cayendo?” Como si los tiempos duros fueran suficiente motivo para perder el sentido del humor. Y así se dan alas al miedo…
• La autoconfianza. Lentamente también pasamos de afrontar objetivos y retos como complejos a considerarlos difíciles, muy difíciles y finalmente imposibles. Y cuando llegamos a este punto el derrotismo acompaña al miedo y una sensación de incapacidad, de no tener fuerzas suficientes resquebraja los pilares fundamentales de nuestra fuerza: el saber (no conozco donde estoy), el poder (no seré capaz de hacerlo) y en última instancia el querer (para qué esforzarme si es imposible).
• La confianza en los demás. Más que una pérdida, en un líder esto debería ser un delito. Si perdemos la confianza en los demás estamos a un paso de la muerte laboral. La confianza se gana con confianza y viceversa. ¿Qué puede esperarse de un Equipo en el que el líder no confía y, en consecuencia, que no confía en su líder?
• El optimismo. Sin sentido del humor y sin confianza el optimismo es imposible. Así que cuando el miedo está presente, no cabe esperar que pueda verse el futuro de forma mínimamente ilusionante.
• El autocontrol. Cuando no hay miedo las cosas son naturales, no hace falta ser falso ni esconderse ni mostrar una seguridad que ya no existe a través de actitudes agresivas.
El miedo es una emoción propia de nuestra naturaleza. ¡Es sano tener miedo! Pero tiene que ser también una emoción pasajera. Si se perpetúa en el tiempo y se convierte en un estado de ánimo, se acaba interiorizando y se transforma en algo que asumimos como propio, excusándonos en cualquier motivo: los malos tiempos, la crisis, mi entorno, mis jefes, mis problemas familiares o cualquier cosa.
¿Cómo salir de ello? Lo primero es darse cuenta de que el miedo está en el fondo de muchos de nuestros comportamientos. Es un primer paso necesario, sin esta percepción y la humildad de que no es lo que nos rodea lo que nos obliga a actuar así, sino nuestra propia debilidad y nuestro fracaso en no dejar que el miedo anide en nosotros. En segundo lugar, disciplina y esfuerzo. No es suficiente con darse cuenta, ¡hay que luchar para erradicarlo! ¿Cómo? Algunas ideas:
1) Recuperando el sentido del humor. ¡Riéndonos! Hay que sonreírse y reírse mucho y, sobre todo, de uno mismo. El sentido del humor trae alegría y ésta abre paso al optimismo y la ilusión. No hay fuerza más contagiosa: sentido del humor.
2) Cambiar el enfoque y la forma de ver a todo y a todos los que creemos nuestros enemigos. El entorno no está imposible, está difícil. Mi jefe no me menosprecia, sólo me exige y es lo menos que puede hacer. Los demás no me odian ni me tienen manía, simplemente hay cosas que ven de distinta forma (¡como ya hacían antes!). Los objetivos no son inalcanzables y los retos un sufrimiento, ¡al contrario! Los objetivos y los retos siempre son un aliciente, una oportunidad para disfrutar, aprender y mejorar.
3) Rescatar la fuerza de la confianza, en uno mismo y en los demás, ya que ambas se retroalimentan. Hay que recuperar la confianza y volver a pensar que las personas, todas, nos sentimos mejor y somos capaces de alcanzar mayores retos cuando sentimos que se confía en nosotros profesional y personalmente.
Y por último y muy importante, exteriorizar nuestro cambio mediante comportamientos. Hacer saber al mundo que volvemos a tomar el timón. Al principio y dependiendo del tiempo en el que el jefe haya sido el miedo, los que nos rodean se extrañarán del cambio. Incluso es posible que se produzca alguna reacción inesperada. Pero hay que perseverar y seguir con el plan:
• Sentido del humor
• Cambio de enfoque
• Confianza
Con el tiempo el miedo buscará otro refugio permanente y se alejará de nosotros, como un parásito que ya no se siente cómodo en su sufrido huésped. Sentiremos de nuevo la fuerza y la grata responsabilidad de que volvemos a ser nosotros los que tomamos las decisiones. Nuestro equipo no solo lo agradecerá, sino que aquellos a los que hayamos podido contagiar, podrán iniciar su propio camino de regreso contando con nuestro apoyo.
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