No es
mi sombra mi sombra.
Mi sombra se perdió
al mezclarse, absorta en ti
mi sombra, con la tuya.
Mi sombra dejó su negro luto y lo olvidó,
como en un mediodía radiante y permanente.
¿Dónde está ahora
mi sombra?.
Mi sombra te buscó
para morir como ya sólo de amor se muere.
Ya no hay frío en
mi sombra, extraviada en tu calor,
ni está sola
mi sombra, que ahora ya es la tuya.
Al sumarlas,
mi sombra y la tuya no son dos,
sino una, como la suma de “tú” y “yo” es “nosotros”.
Mi sombra, en tu refugio, te admira con fervor.
Mi sombra, así, ya no es
mi sombra, perdida en ti.
Se asoma
mi sombra a la pared de mi balcón
cuando tú te asomas y
mi sombra te persigue
fiel, entregada
mi sombra, en total rendición.
Mi sombra se pavonea orgullosa por la acera
cuando pasas tú, busca
mi sombra la ocasión
de morir,
mi sombra, en cada esquina y renacer
de los dedos de tus pies o el fondo del talón.
El tiempo se desliza y atraviesa
mi sombra
y
mi sombra se deja atravesar con pasión.
Sabe
mi sombra que todos los años contigo
ciñen a
mi sombra con cadencia y con sabor.
Mi sombra goza con estos veinticinco versos,
tras la estela,
mi sombra, de tu infinito Amor.
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