viernes, 6 de marzo de 2009

SOBRE EL ORIGEN DE LA ESCRITURA

Como tantas otras cosas que parece que aparecieron de pronto un día (como la agricultura, por ejemplo), tenemos tendencia a pensar que la escritura fue producto de la invención por parte de algunas personas o pueblos concretos. Si bien con la agricultura parece fácil entender que no fue motivo de invención sino de necesidad y que múltiples factores, entre los que no ocupaba un lugar pequeño el aumento de la demografía y la dificultad de disponer ya de suficiente espacio físico para seguir desarrollando el modo de producción de la caza y recolección, con la escritura personalmente me ha costado algo más aceptarlo.

Pero fue así. La evolución cultural de la humanidad es un continuo avance sin fin, con muchos peldaños de escalera que se han ido ascendiendo de uno en uno. Se trata de una especialización progresiva de habilidades, cuyos frutos saltan a la vista, pero cuyos orígenes son muchas veces difíciles de adivinar. Y ello es así porque nos es muy difícil valorar o entender las mentes, los objetivos y las intenciones de los seres humanos que habitaron en el mundo hace 20, 50 ó 70.000 años.

Estamos tan ligados a nuestra forma actual de escribir, a la trascripción literal de los pensamientos en palabras y de éstas, mediante fonemas traducidos en dibujos muy concretos, en informaciones escritas, que nos resulta muy difícil entender otras formas de fijar información. Pero las hubo.

Tendríamos que remontarnos a los dibujos naturalistas y figurativos del paleolítico para encontrar los orígenes de la fijación de informaciones. Cabe pensar que el “arte” que hemos encontrado en las cuevas tenía como objetivo fijar informaciones (mágicas, religiosas, culturales) y no se trataba del pasatiempo de ningún artista de la época. El registro de informaciones lingüísticas fue un paso más allá en el desarrollo de las técnicas mnemotécnicas de fijación que utilizaba el ser humano.

La capacidad de usas elementos figurativos (cuya “forma” da idea de lo que representan) y simbólicos (elementos a los que se atribuye un significado concreto, prescindiendo de su forma) es algo inherente al propio ser humano desde hace docenas de miles de años. Esta capacidad es algo universal, aunque su aplicación práctica se ciñe a especificidades culturales, propias de regiones y civilizaciones concretas que pusieron en práctica técnicas y elementos de escritura muy diferentes.

El problema de cómo asociar signos de escritura con elementos lingüísticos ha tenido soluciones dispares en regiones distintas. Básicamente existen dos vías de afrontar este problema: la que opta por centrarse en el contenido de lo que se quiere expresar mediante la lengua y la que, al contrario, da valor gráfico a los propios sonidos de la lengua, prescindiendo totalmente de la forma del signo. Las primeras serian escrituras logográficas y las segundas fonográficas.

La logografía se orienta hacia el significado de las palabras: un signo gráfico se corresponde con una palabra. Con ello se distingue de la representación púramente figurativa (los dibujos de las cuevas del paleolítico) que no estaban ligados a la lengua, aunque sí, como he dicho, eran un tipo concreto y original de fijación de informaciones.

En las técnicas logográficas distinguimos tres variantes:

Los símbolos logográficos más antiguos son pictogramas, que dibujan de una manera directa y concreta la cosa designada. Por ejemplo dibujar una cabeza para designar esa misma palabra.
Los símbolos ideográficos se diferencian de los pictogramas en que entre la imagen y el concepto designado no hay una relación directa, aunque sí un vínculo asociativo natural. Por ejemplo dibujar un pie para el concepto “andar”. Hay relación natural, pero si fuera un pictograma su significado sería textualmente “pie” y no otro.
Por último, los símbolos abstractos, totalmente arbitrarios, que son bien conocidos por nosotros. Por ejemplo el símbolo + = más.

Ninguna de estas tres variantes puede confundirse con las que se incluyen en la técnicas fonográficas, pues en ningún caso el símbolo está ligado a una lengua concreta y podría ser interpretado y utilizado en diferentes regiones y civilizaciones.

En los sistemas fonográficos, el uso de un símbolo determinado se basa en el sonido que representa. También aquí encontramos variantes:

Podemos fijar por escrito una secuencia de sonidos tomando en consideración sólo unos determinados segmentos. Por ejemplo, en la escritura jeroglífica egipcia sólo se representaba el esqueleto consonántico de las palabras, mediante símbolos tanto de consonantes individuales como de conjuntos de ellas, las vocales se deducían en la lectura. Para alguien acostumbrado a su uso y conocedor de la gramática de la lengua, no supone ningún problema su lectura. Obviamente para nosotros, acostumbrados al manejo tanto de consonantes como de vocales, nos parece un tanto incómoda.
Otra variedad es la que representa estructuras silábicas. Es más sencilla que la anterior, por lo que no es extraño que en el mundo se desarrollaran mayor número de escrituras silábicas que segmentales
Por último, la escritura que nosotros utilizamos, la alfabética, que representa en cada símbolo un fonema determinado.

Las variedades fonográficas son en cualquier caso posteriores en el tiempo a las logográficas. En ningún lugar del mundo apareció una escritura fonográfica sin antes haber utilizado otras variantes logográficas. En todos los casos en los que a priori podría parecer que en una civilización determinada se instauró de entrada una variante silábica, por ejemplo, se trata sin excepción de una influencia exterior.

En cuanto a la civilización que utilizó por primera vez de forma sistemática un tipo de fijación de información que podríamos denominar escritura, todos tenemos en mente a los sumerios en Mesopotamia. Parece ser que no fue así y que en lo que se denomina la “Antigua Europa”, en la zona de los Balcanes, se utilizó un silabario algunos miles de años antes. Pero eso sería lo de menos. Lo importante es reconocer que en multitud de culturas y regiones geográficas distantes entre sí, a lo largo de los últimos 10.000 años se fueron desarrollando diferentes sistemas de escritura, todos ellos de utilidad para los pueblos que las utilizaron y que aún las utilizan. La escritura china, que es la escritura más reciente de todas las que surgieron en la Antigüedad (la escritura más antigua aún en uso es la griega), no por ser una variante logográfica ha dejado de usarse: hay más de 1.000 millones de personas que siguen utilizándola.

En conclusión, desde las primeras representaciones del paleolítico hasta las letras que aparecen como por arte de magia en este texto, a través de unos golpes que doy sobre el teclado, ha transcurrido mucho tiempo. Pero en el fondo, tanto yo en este momento, como cualquiera de nuestros antepasados que sintió la necesidad de transcribir y fijar palabras, teníamos los mismos objetivos: transmitir ideas y pensamientos para que otros pudieran compartirlos con nosotros.

(2005)
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