jueves, 20 de octubre de 2011

¡CONTAGIA TU OPTIMISMO!


Crisis, pesimismo, frustración, recortes sociales, las malas noticias se acumulan y los medios de comunicación las lanzan contra nosotros sin compasión, casi con saña. En cualquier conversación que gire alrededor de la situación económica o social, el pesimismo, la rabia, la sensación de pérdida están presentes. Hay una especie de contagio colectivo y una idea poco definida pero muy sólida de que estamos en un pozo cuyo fondo aún no se vislumbra, que aún no hemos tocado fondo y que cuando lo hagamos tardaremos mucho en poder salir. Frases que buscan audiencia y se convierten en fáciles slogans: “los jóvenes de hoy serán la primera generación de la historia que vivirá peor que sus padres”, por ejemplo. Leído esta misma semana en el periódico: “1 de cada 4 niños españoles vive por debajo del límite de la pobreza”. No sigo, creo que todos somos conscientes de que ésta es la situación.

Pero yo me atrevo a abrir una puerta a la esperanza. Veamos:


1. Todo el mundo reconoce que las crisis económicas son cíclicas, así que todos deberíamos estar seguros y convencidos de que de ésta vamos a salir. Primer punto para dejarle hueco al optimismo.


2. Cuando hacemos críticas destructivas al “sistema”, al “modelo de democracia que tenemos”, fijamos la atención en aquello que es mejorable, que no es poco, pero perdemos del horizonte aquello que el modelo actual nos proporciona que es muchísimo.


3. No somos conscientes de la fuerza que podría adquirir el contagio del optimismo. Hay un paradigma que podríamos romper. ¿Por qué consideramos que el límite más alto de consciencia está en el individuo? Me explico, hay una serie de complejos compuestos químicos que funcionan juntos de forma organizada y todos ellos conforman un ente individual al que llamamos célula. Las células se asocian con otras y se especializan dando lugar a tejidos concretos: células hepáticas, células cerebrales (neuronas), etc. Estos tejidos forman órganos, hígado, cerebro, corazón, etc., que también se agrupan y funcionan de forma coordinada y organizada dando lugar a sistemas: el vascular, el nervioso, el digestivo. Estos sistemas, todos juntos, se ponen de acuerdo para sustentar y dar vida al individuo. Y ya está. El siguiente salto está en los ecosistemas que se autoregulan, etc., pero a nivel de especie, parece que todo se detiene en el espécimen y que no hay ningún tipo de trabajo en común en un escalón superior que escape al que se pueda llevar a cabo por expresa voluntad del individuo o de una suma de individuos. Es decir, sabemos que podemos trabajar en común más allá de nuestra individualidad si nos ponemos de acuerdo para ello y nos esforzarnos en formar un grupo, una asociación, un equipo ó una nación, pero sólo si lo hacemos de forma voluntaria. Yo en cambio me sumo a aquellos que defienden que hay un escalón superior al espécimen, es decir, que la “especie” en sí misma tiene vida propia que escapa a la voluntad individual de aquellos que la forman. Pondré un ejemplo para que se entienda mejor: ¿quién no se ha contagiado del ambiente triste y de duelo de un funeral? Sólo hay que entrar en la sala de un velatorio para que nuestro organismo reaccione más allá de nuestra propia voluntad sometiéndose al ambiente creado por el resto de personas presentes en el lugar. La voluntad en este caso tiene que ejercerse para escapar a ese contagio. Viceversa, ¿quién no ha acabado riéndose a carcajadas cuando se ha unido a un grupo que estaba ya haciéndolo como consecuencia a una broma, un chiste o lo que sea, y lo ha hecho sin saber el origen? Las emociones se contagian, y lo hacen a través de una relación entre neuronas de diferentes individuos que escapa a la voluntad de cada uno de ellos por separado. Dicho esto, ¿qué ocurriría si todos nos pusiéramos de acuerdo para pensar en positivo, si nos contagiáramos unos a otros de esperanza, si los medios de comunicación resaltaran las buenas noticias por encima de las malas? Cuando nos sentimos atrapados por la fatalidad y la negatividad, no nos predisponemos a hacer ese pequeño algo más diario que si lo sumáramos a otro pequeño algo más que hicieran nuestros congéneres, multiplicaría por millones nuestra capacidad de superar las crisis.

 Sé que hay mucha gente, muchas familias que lo están pasando muy mal con esta crisis. A ellos difícilmente se les puede pedir que sean los paladines del optimismo. Pero somos muchos también los que podríamos echar una mano con cosas tan sencillas como ver el lado positivo de las cosas, sonreir, expresar una y otra vez que entre todos vamos a tirar adelante, que saldremos de ésta situación, centrarnos en lo bueno, en aquello que podemos disfrutar, incluso en decirles a los medios de comunicación que cambien de discurso, que dejen de hacer de altavoz de la negatividad, que en el mundo también pasan cosas bellas, que el altruismo, la cultura, el arte, la solidaridad también merecerían estar más presentes en sus informaciones, que cuando la bolsa cae puede ser noticia, pero que también debería serlo todos los días que sube. Todo ello sin menoscabo de ser exigentes con aquellos que nos gobiernan y decirles claramente que tienen que hacerlo bien y con un altísimo grado de servicio público.
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