mientras crepita en el hogar y mis penas quema.
Mis penas. ¡Qué sólo estoy y que sólo me siento!.
La noche cruel golpea con fuerza mi pecho
y el dolor florece como en una primavera
perversa e infausta. Florece fecundo el dolor.
Siento el corazón en mi pecho como algo ajeno,
sus latidos suenan a campanas de difunto,
con la misma cadencia que ayer sonó tu adiós.
Caracolean vivas, con ímpetu, las llamas,
como si quisieran huir del ardor de las brasas.
Tú también huiste y yo aún podría seguir amándote.
Cicatrizará tu ausencia, llegará el olvido
y dejaré de amarte, más, ¡cuánto te amaría!.
Siento frío en los huesos y doy brío a la lumbre,
como si pudiera arder en ella tu recuerdo,
como si pudieran desaparecer tus besos,
tus caricias, así, en un breve chasquear de dedos.
¡Pero qué presente estás!, de ti todo está lleno.
El alma se ahoga en el vacío que has dejado.
Y amanecerá como aprenderé a no quererte
y habrá mas noches desabridas como ésta, frías,
tristes, pero las llamas ya serán de otros fuegos.
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