martes, 10 de junio de 2014

EL PARADIGMA DEL DESEMBARCO DE NORMANDÍA



Tras leer el artículo sobre la celebración del 70 aniversario del desembarco de Normandía que el corresponsal de la Vanguardia en Berlín, Rafael Poch, publicó en La Vanguardia el pasado viernes 6 de junio, me vino a la mente esa especie de ¡cáspita! que aparece cuando descubro sin buscarlos puntos de vista históricos que difieren mucho del paradigma establecido. 


Por poner un par de ejemplos, algo parecido me ocurrió hace años cuando descubrí que el freno al avance islámico hacia Europa, cuando los árabes se hicieron en meses con prácticamente toda la península ibérica, lo que hubiera podido significar el fin del cristianismo en Occidente, no fue fruto de la victoria de Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732 dC), sino de la resistencia del Imperio Bizantino en el sitio al que los omeyas sometieron Constantinopla medio siglo antes. Fue esta imposibilidad de entrar a Europa por los balcanes lo que indujo a los omeyas a atravesar el Norte de África y proponerse el asalto a Europa a través de la península ibérica. Semejante propósito se quedó a medias, ya que la prolongación de las líneas a través de miles de kilómetros representó finalmente un problema para los omeyas. Pero si en los asedios de 674 y 678 Constantinopla hubiera caído, la entrada a Europa por el Este hubiera sido inevitable y la historia se hubiera escrito de forma muy diferente a lo que conocemos. 


Otro ¡cáspita! de gran envergadura fue el que me asaltó cuando me entró el gusanillo por el estudio del Imperio Romano y descubrí de pronto que esa idea extendida de que el Imperio "cayó" en el siglo V, concretamente en el año 476 cuando el rey de los hérulos, Odoacro, depuso al último emperador de Roma (aunque ya no vivía en esa ciudad), el joven Rómulo Augústulo, eludía que la fortaleza del Imperio ya hacía tiempo se había decantado por el Imperio Oriental, cuyos emperadores siguieron siendo "emperadores del Imperio de Roma" nada más y nada menos que durante casi un milenio más. Con el fin de apoderarnos en Occidente del concepto del Imperio romano, los historiadores llegaron a cambiarle el nombre al Imperio Oriental que actualmente es conocido por todos como Imperio Bizantino, cuando ellos a sí mismos y todo su mundo contemporáneo les siguió denominando como Imperio Romano.


Estos son dos ejemplos de grandes ¡cáspita! que me han sorprendido en mi vida. He tenido muchos más, como la sorpresa de descubrir lo grandes que llegaron a ser las civilizaciones precolombinas y lo poco que sabemos de ellas, o cuando comprendí que las edades con las que clasificamos la Historia (Antigua, Media, Moderna y Contemporánea) tienen como única referencia acontecimientos ocurridos e influyentes en Occidente y que por tanto no son extrapolables a otras áreas del mundo o para terminar y no ser pesado, cuando supe que la introducción de la agricultura en el neolítico no fue una "invención" sino una necesidad.


En fin, podría seguir con más ejemplos, pero volviendo al artículo de Rafael Poch, un nuevo ¡cáspita! ha aparecido para quedar anotado en mi memoria. El paradigma del desembarco de Normandía como ese momento crucial que representó el principio del fin de la II Guerra Mundial ha caído. De hecho, como muy bien apunta el autor, el desembarco incluso pudo ser planificado y llevado a cabo con el fin de evitar que los rusos, que estaban empujando ya de forma imparable a las tropas alemanas hacia atrás, pudieran llegar a Berlín, derrotar a los alemanes y avanzar hasta París victoriosos, lo que hubiera significado un terrible problema para los aliados.






No hay que menospreciar el efecto y  las consecuencias del desembarco, ya que probablemente gracias a él Europa Occidental pudo recuperar la libertad. Tampoco hay que olvidar el sacrificio de miles de soldados y el sufrimiento que debió de representar el desembarco, pero el alcance de la II Guerra Mundial se decidió en las terribles batallas que se llevaron a cabo en el frente del Este, en tierras de la extinta URSS. Allí, durante años, estuvo la gran mayoría del ejército alemán luchando contra los millones de soldados rusos muchos de los cuales perecieron. Poch nos recuerda que en 1941 la URSS sufrió la mitad de sus bajas militares de toda la contienda, 9 millones de muertos. ¡Durante la guerra murieron más de 20 millones de rusos (para sintetizar, utilizo esta definición poco exacta extrapolándola a los habitantes de la antigua URSS)! 


Hitler ocupó europa Occidental en apenas unos meses y fue entonces cuando decidió que la victoria sobre la URSS era la carta definitiva para la victoria alemana. Eso sí, menospreció el poderío militar ruso, seguramente influido por sus ideas racistas respecto a los eslavos. Poch opina que mientras la URSS se desangraba combatiendo contra el poderío alemán, los aliados miraban hacia otro lado. ¿Quizás algún alto mandatario aliado pensó que no era un mal asunto que alemanes y bolcheviques se desgastaran en su guerra particular? El caso es que en junio de 1944, cuando los rusos con un esfuerzo increíble y a costa de millones de víctimas, habían dado la vuelta a la situación y de defenderse pasando a avanzar hacia Alemania, llegando a las fronteras polacas, los angloamericanos llevan a cabo el desembarco de Normandía. En el desembarco murieron unos 10.000 soldados aliados y una cifra similar de alemanes, cuando sólo en la batalla de Moscú de 1941 se produjeron probablemente más de 1 millón de bajas rusas y unas 300.000 alemanas, en Stalingrado en los meses que duraron los enfrentamientos (1942-43) hubo medio millón de bajas rusas y más de 700.000 alemanas y en el sitio de Leningrado, que se prolongó durante casi tres años (1941-44) se calcula que hubo más de 1 millón de fallecidos rusos y se desconoce el número de víctimas alemanas. Las cifras hablan por sí solas.

(Wikipedia)

Por supuesto que la labor de los aliados en el Pacífico y en África fue muy importante, pero en la vieja Europa quienes se encargaron de estropear los planes a Hitler fueron los combatientes y los ciudadanos soviéticos. En mi opinión, en Occidente se han valorado poco estos hechos y, en cambio, se han magnificado los efectos militares de epopeyas como el desembarco de Normandía. Haría bien el Presidente ruso en reivindicar que las celebraciones de la victoria sobre el nazismo se llevaran a cabo en San Petersburgo...







En el blog de La Vanguardia Rafael Poch hace referencia al artículo que ya escribió en el aniversario del año 2004 que contó con la presencia de George Bush. Vale la pena su lectura: éste es el link Rafael Poch Blog La Vanguardia Aniversario Normandía


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