miércoles, 23 de mayo de 2012
LA LECCIÓN DE LAS ELECCIONES GRIEGAS
Hay noticias que se atragantan cuando las escuchas por primera vez. 21 representantes de un partido nazi son elegidos democráticamente para ocupar escaños en el Parlamento griego. Estamos inmersos en una vorágine de noticias negativas que apenas tenemos tiempo de digerirlas. Ésta, en mi opinión, es de las más graves y significativas. Grecia, el lugar donde el pensamiento humano alcanzó una categoría universal y donde, entre otras cosas, hace dos milenios y medio se inventó el germen de lo que hoy llamamos democracia, vota a representantes que no sólo tienen por bandera propuestas antidemocráticas sino que no las ocultan (por cierto, no voy a reproducirla aquí, pero si veis el anagrama de este partido es una broma de mal gusto: el símbolo nazi alemán apenas disimulado). Menos de un siglo después, un partido nazi podría volver a tener representación parlamentaria en un gobierno europeo. ¡Qué pronto olvidamos! Los propios griegos, que fueron víctimas del nacismo hace un suspiro en términos históricos, ahora los votan. Y no es ninguna tontería: casi medio millón de votos, el 7% del total (el partido más votado ha contado con apenas tres veces más votos !!!!!)
Cuando las cosas van mal dadas, nos gusta oir aquello que queremos escuchar. En este caso, el mensaje es:
* Que los males no los hemos causado nosotros y que, en general, vienen del exterior (el enemigo está fuera).
* Que nosotros nunca hemos sido responsables, sólo somos víctimas (ausencia de responsabilidad y victimismo).
* Que si nos dejaran en paz, nosotros mismos saldríamos de ésta. Más aún, si nos dejaran en paz lo haríamos mejor y seríamos más felices (el enemigo está fuera y no deja de insistir en hacernos daño).
* Que hay que cambiarlo todo para que todo funcione bien, incluyendo en "todo" aspectos como la libertad, la autonomía, el derecho a no estar de acuerdo... (¿a qué os suena esto?)
* Ah, y muy importante, que hay enemigos infiltrados en nuestra sociedad, normalemente inmigrantes que "no son de los nuestros" (siempre es bueno tener cabezas de turco cerca para poder actuar contra ellos...)
Ahora leo que lo peor que le podía pasar a Grecia era tener que repetir elecciones. No estoy de acuerdo, ¡es una gran oportunidad de rectificar que tiene la sociedad griega! Como soy un optimista nato, estoy seguro que en las próximas elecciones los propios griegos eliminarán la posibilidad de que los nazis se sienten en un Parlamento europeo democrático por primera vez desde la II Guerra Mundial... ¿O no?...
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martes, 22 de mayo de 2012
OTRA PERSPECTIVA DE LG
Un trabajo de la agencia brasileña Young & Rubicam para el home cinema de LG (LG Home Theater 3D sound system). Se trata de tres carteles de tres conocidas películas vistos desde otra perspectiva... Una idea que muestra los films desde una visión tridimensional, incluídos sus carteles de promoción. Una buena idea muy bien realizada. Compara con el original:
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lunes, 21 de mayo de 2012
MONÓLOGO DE ISABEL VIENDO LLOVER EN MACONDO
La lluvia, el bochorno, las horas que se mezclan, las cosas de Macondo, Gabriel García Márquez, su realismo mágico, preludio de Cien años de soledad... Una lectura breve que anticipa la gran obra que vendría después.
Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo
Gabriel García Márquez
1955
El invierno se precipitó un domingo a la salida de misa. La noche del sábado había sido sofocante. Pero aún en la mañana del domingo no se pensaba que pudiera llover. Después de misa, antes de que las mujeres tuviéramos tiempo de encontrar un broche de las sombrillas, sopló un viento espeso y oscuro que barrió en una amplia vuelta redonda el polvo y la dura yesca de mayo. Alguien dijo junto a mí: “Es viento de agua”. Y yo lo sabía desde antes. Desde cuando salimos al atrio y me sentí estremecida por la viscosa sensación en el vientre. Los hombres corrieron hacia las casas vecinas con una mano en el sombrero y un pañuelo en la otra, protegiéndose del viento y la polvareda. Entonces llovió. Y el cielo fue una sustancia gelatinosa y gris que aleteó a una cuarta de nuestras cabezas. Durante el resto de la mañana mi madrastra y yo estuvimos sentadas junto al pasamano, alegre de que la lluvia revitalizara el romero y el nardo sedientos en las macetas después de siete meses de verano intenso, de polvo abrasante. Al mediodía cesó la reverberación de la tierra y un olor a suelo removido, a despierta y renovada vegetación, se confundió con el fresco y saludable olor de la lluvia con el romero. Mi padre dijo a la hora de almuerzo: “Cuando llueve en mayo es señal de que habrá buenas aguas”. Sonriente, atravesada por el hilo luminoso de la nueva estación, mi madrastra me dijo: “Eso lo oíste en el sermón”. Y mi padre sonrió. Y almorzó con buen apetito y hasta tuvo una entretenida digestión junto al pasamano, silencioso, con los ojos cerrados pero sin dormir, como para creer que soñaba despierto.
Llovió durante toda la tarde en un solo tono. En la intensidad uniforme y apacible se oía caer el agua como cuando se viaja toda la tarde en un tren. Pero sin que lo advirtiéramos, la lluvia estaba penetrando demasiado hondo en nuestros sentidos. En la madrugada del lunes, cuando cerramos la puerta para evitar el vientecillo cortante y helado que soplaba del patio, nuestros sentidos habían sido colmados por la lluvia. Y en la mañana del lunes los había rebasado. Mi madrastra y yo volvimos a contemplar el jardín. La tierra áspera y parda de mayo se había convertido durante la noche en una substancia oscura y pastosa, parecida al jabón ordinario. Un chorro de agua comenzaba a correr por entre las macetas. “Creo que en toda la noche han tenido agua de sobra”, dijo mi madrastra. Y yo noté que había dejado de sonreír y que su regocijo del día anterior se había transformado en una seriedad laxa y tediosa. “Creo que sí —dije—. Será mejor que los guajiros las pongan en e corredor mientras escampa”. Y así lo hicieron, mientras la lluvia crecía como árbol inmenso sobre los árboles. Mi padre ocupó el mismo sitio en que estuvo la tarde del domingo, pero no habló de la lluvia. Dijo: “Debe ser que anoche dormí mal, porque me he amanecido doliendo el espinazo”. Y estuvo allí, sentado contra el pasamano, con los pies en una silla y la cabeza vuelta hacia el jardín vacío. Solo al atardecer, después que se negó a almorzar dijo: “Es como si no fuera a escampar nunca”. Y yo me acordé de los meses de calor. Me acordé de agosto, de esas siestas largas y pasmadas en que nos echábamos a morir bajo el peso de la hora, con la ropa pegada al cuerpo por el sudor, oyendo afuera el zumbido insistente y sordo de la hora sin transcurso. Vi las paredes lavadas, las junturas de la madera ensanchadas por el agua. Vi el jardincillo, vacío por primera vez, y el jazminero contra el muro, fiel al recuerdo de mi madre. Vi a mi padre sentado en el mecedor, recostadas en una almohada las vértebras doloridas, y los ojos tristes, perdidos en el laberinto de la lluvia. Me acordé de las noches de agosto, en cuyo silencio maravillado no se oye nada más que el ruido milenario que hace la Tierra girando en el eje oxidado y sin aceitar. Súbitamente me sentí sobrecogida por una agobiadora tristeza.
Llovió durante todo el lunes, como el domingo. Pero entonces parecía como si estuviera lloviendo de otro modo, porque algo distinto y amargo ocurría en mi corazón. Al atardecer dijo una voz junto a mi asiento: “Es aburridora esta lluvia”. Sin que me volviera a mirar, reconocí la voz de Martín. Sabía que él estaba hablando en el asiento del lado, con la misma expresión fría y pasmada que no había variado ni siquiera después de esa sombría madrugada de diciembre en que empezó a ser mi esposo. Habían transcurrido cinco meses desde entonces. Ahora yo iba a tener un hijo. Y Martín estaba allí, a mi lado, diciendo que le aburría la lluvia. “Aburridora no —dije. Lo que me parece es demasiado triste es el jardín vacío y esos pobre árboles que no pueden quitarse del patio”. Entonces me volvía mirarlo, y ya Martín no estaba allí. Era apenas una voz que me decía: “Por lo visto no piensa escampar nunca”, y cuando miré hacia la voz, sólo encontré la silla vacía.
El martes amaneció una vaca en el jardín. Parecía un promontorio de arcilla en su inmovilidad dura y rebelde, hundidas las pezuñas en el barro y la cabeza doblegada. Durante la mañana los guajiros trataron de ahuyentarla con palos y ladrillos, Pero la vaca permaneció imperturbable en el jardín, dura, inviolables, todavía las pezuñas hundidas en el barro y la enorme cabeza humillada por la lluvia. Los guajiros la acostaron hasta cuando la paciente tolerancia de mi padre vino en defensa suya: “Déjenla tranquila —dijo—. Ella se irá como vino”.
Al atardecer del martes el agua apretaba y dolía como una mortajada en el corazón. El fresco de la primera mañana empezó a convertirse en una humedad caliente; era una temperatura de escalofrío. Los pies sudaban dentro de los zapatos, No se sabía qué era más desagradable, si la piel al descubierto o el contacto con la ropa en la piel. En la casa había cesado toda actividad. Nos sentamos en el corredor, pero ya no contemplábamos la lluvia como el primer día. Ya no la sentíamos caer. Ya no veíamos sino el contorno de los árboles en la niebla, en un atardecer triste y desolado que dejaba en los labios el mismo sabor con que se despierta después de haber soñado con una persona desconocida. Yo sabía que era martes y me acordaba de las mellizas de San Jerónimo, de las niñas ciegas que todas las semanas vienen a la casa a decirnos canciones simples, entristecidas por el amargo y desamparado prodigio de sus voces. Por encima de la lluvia yo oía la cancioncilla de las mellizas ciega y las imaginaba en su casa, acuclilladas, aguardando a que cesara la lluvia para salir a cantar. Aquel día no llegarían las mellizas de San Jerónimo, pensaba yo, ni la pordiosera estaría en el corredor después de la siesta, pidiendo como todos los martes, la eterna ramita de toronjil.
Ese día perdimos el orden de las comidas. Mi madrastra sirvió a la hora de la siesta un plato de sopa simple y un pedazo de pan rancio. Pero en realidad no comíamos desde el atardecer del lunes y creo que desde entonces dejamos de pensar. Estábamos paralizados, narcotizados por la lluvia, entregados al derrumbamiento de la naturaleza en una actitud pacífica y resignada. Solo la vaca se movió en la tarde- De pronto, un profundo rumor sacudió sus entrañas y las pezuñas se hundieron en el barro con mayor fuerza. Luego permaneció inmóvil durante media hora, como si ya estuviera muerta, pero no pudiera caer porque se lo impedía la costumbre de estar viva, el hábito de estar en una misma posición bajo la lluvia, hasta cuando la costumbre fue más débil que el cuerpo. Entonces dobló las patas delanteras (levantadas todavía en un último esfuerzo agónico las ancas brillantes y oscuras), hundió el babeante hocico en el lodazal y se rindió por fin al peso de su propia materia en una silenciosa, gradual y digna ceremonia de total derrumbamiento. “Hasta ahí llegó”, dijo alguien a mis espaldas. Y yo me volví a mirar y vi en el umbral a la pordiosera de los martes que venía a través de la tormenta a pedir la ramita de toronjil. Tal vez el miércoles me habría acostumbrado a ese ambiente sobrecogedor si al llegar a la sala no hubiera encontrado la mesa recostada contra la pared, los muebles amontonados encima de ella, y del otro lado, en un parapeto improvisado durante la noche, los baúles y las cajas con los utensilios domésticos. El espectáculo me produjo una terrible sensación de vacío. Algo había sucedido durante la noche. La casa estaba en desorden; los guajiros, sin camisa y descalzos, con los pantalones enrollados hasta las rodillas, transportaban los muebles al comedor. En la expresión de los hombres, en la misma diligencia con que trabajaban se advertía la crueldad de la frustrada rebeldía, de la forzosa y humillante inferioridad bajo la lluvia. Yo me movía sin dirección, sin voluntad. Me sentía convertida en una pradera desolada, sembrada de algas y líquenes, de hongos viscosos y blandos, fecunda por la repugnante flora de la humedad y de las tinieblas. Yo estaba en la sala contemplando el desierto espectáculo de los mueble amontonados cuando oí la voz de mi madrastra en el cuarto advirtiéndome que podía contraer una pulmonía. Solo entonces caí en la cuenta de que el agua me daba en los tobillos, de que la casa estaba inundada, cubierto el piso por una gruesa superficie de agua viscosa y muerta.
Al mediodía del miércoles no había acabado de amanecer. Y antes de las tres de la tarde la noche había entrado de lleno, anticipada y enfermiza, con el mismo lento y monótono y despiadado ritmo de la lluvia en el patio. Fue un crepúsculo prematuro, suave y lúgubre, que creció en medio del silencio de los guajiros, que se acuclillaron en las sillas, contra las paredes, rendidos e impotentes ante el disturbio de la naturaleza. Entonces fue cuando empezaron a llegar noticias de la calle. Nadie las traía a la casa. Simplemente llegaba, precisas, individualizadas, como conducidas por el barro líquido que corría por las calles y arrastraba objetos domésticos, cosas y cosas, destrozos de una remota catástrofe, escombros y animales muertos. Hechos ocurridos el domingo, cuando todavía la lluvia era el anuncio de una estación providencial, tardaron dos días en conocerse en la casa. Y el miércoles llegaron las noticias, como empujadas por el propio dinamismo interior de la tormenta. Se supo entonces que la iglesia estaba inundada y se esperaba su derrumbamiento. Alguien que no tenía por qué saberlo, dijo esa noche: “El tren no puede pasar el puente desde el lunes. Parece que el río se llevó los rieles”. Y se supo que una mujer enferma había desaparecido de su lecho y había sido encontrada esa tarde flotando en el patio.
Aterrorizada, poseída por el espanto y el diluvio, me senté en el mecedor con las piernas encogidas y los ojos fijos en la oscuridad húmeda y llena de turbios pensamientos. Mi madrastra apareció en el vano de la puerta, con la lámpara en alto y la cabeza erguida. Parecía un fantasma familiar ante el cual yo misma participaba de su condición sobrenatural. Vino hasta donde yo estaba. Aún mantenía la cabeza erguida y la lámpara en alto, y chapaleaba en el agua del corredor. “Ahora tenemos que rezar”, dijo. Y yo vi su rostros seco y agrietado, como si acabara de abandonar una sepultura o como si estuviera fabricada en una substancia distinta de la humana. Estaba frente a mí, con el rosario en la mano, diciendo: “Ahora tenemos que rezar. El agua rompió las sepulturas y los pobrecitos muertos están flotando en el cementerio”. Tal vez había dormido un poco esa noche cuando desperté sobresaltada por un olor agrio y penetrante como el de los cuerpos en descomposición. Sacudía con fuerza a Martín, que roncaba a mi lado. “¿No lo sientes?”, le dije. Y él dijo “¿Qué?” Y yo dije: “El olor. Deben ser los muertos que están flotando por las calles”. Yo me sentía aterrorizada por aquella idea, pero Martín se volteó contra la pared y dijo con la voz ronca y dormida: “Son cosas tuyas. Las mujeres embarazadas siempre están con imaginaciones”.
Al amanecer del jueves cesaron los olores, se perdió el sentido de las distancias. La noción del tiempo, trastornada desde el día anterior, desapareció por completo. Entonces no hubo jueves. Lo que debía ser lo fue una cosa física y gelatinosa que había podido apartarse con las manos para asomarse al viernes. Allí no había hombres ni mujeres. Mi madrastra, mi padre, los guajiros eran cuerpos adiposos e improbables que se movían en el tremedal del invierno. Mi padre me dijo: “No se mueva de aquí hasta cuando no le diga lo qué se hace”, y su voz era lejana e indirecta y no parecía percibirse con los oídos sino con el tacto, que era el único sentido que permanecía en actividad.
Pero mi padre no volvió: se extravió en el tiempo. Así que cuando llegó la noche llamé a mi madrastra para decirle que me acompañara al dormitorio. Tuve un sueño pacífico, sereno, que se prolongó a lo largo de toda la noche- Al día siguiente la atmósfera seguía igual, sin color, sin olor, sin temperatura. Tan pronto como desperté salté a un asiento y permanecí inmóvil, porque algo me indicaba que todavía una zona de mi consciencia no había despertado por completo. Entonces oí el pito del tren. El pito prolongado y triste del tren fugándose de la tormenta. “Debe haber escampado en alguna parte”, pensé, y una voz a mis espaldas pareció responder a mi pensamiento: “Dónde...”, dijo. “¿quién esta ahí?”, dije yo, mirando. Y vi a mi madrastra con un brazo largo y escuálido extendido hacia la pared. “Soy yo”, dijo Y yo le dije: “¿Los oyes?” Y ella dijo que sí, que tal vez habría escampado en los alrededores y habían reparado las líneas. Luego me entregó una bandeja con el desayuno humeante. Aquello olía a salsa de ajo y manteca hervida. Era un plato de sopa. Desconcertada le pregunté a mi madrastra por la hora. Y ella, calmadamente, con una voz que sabía a postrada resignación, dijo: “Deben ser las dos y media, más o menos. El tren no lleva retraso después de todo”. Yo dije: “¡Las dos y media! ¡Cómo hice para dormir tanto!” Y ella dijo: “No has dormido mucho. A lo sumo serían las tres”. Y yo, temblando, sintiendo resbalar el plato entre mis manos: “Las dos y media del viernes...”, dije. Y ella, monstruosamente tranquila: “Las dos y media del jueves, hija. Todavía las dos y media del jueves”.
No sé cuanto tiempo estuve hundida en aquel sonambulismo en que los sentidos perdieron su valor. Solo sé que después de muchas horas incontables oí una voz en la pieza vecina. Una voz que decía: “Ahora puedes rodar la cama para ese lado”. Era una voz fatigada, pero no voz de enfermo, sino de convaleciente. Después oí el ruido de los ladrillos en el agua. Permanecí rígida antes de darme cuenta de que me encontraba en posición horizontal. Entonces sentí el vacío inmenso, Sentí el trepidante y violento silencio de la casa, la inmovilidad increíble que afectaba a todas las cosas. Y súbitamente sentí el corazón convertido en una piedra helada. “estoy muerta —pensé—. Dios. Estoy muerta”. Di un salto de la cama. Grite: “¡Ada, Ada!” La voz desabrida de martín me respondió desde el otro lado: “No pueden oírte porque ya están fuera”. Solo entonces me di cuenta de que había escampado y de que en torno a nosotros se extendía un silencio, una tranquilidad, una beatitud misteriosa y profunda, un estado perfecto que debía ser muy parecido a la muerte. Después se oyeron pisadas en el corredor. Se oyó una voz clara y completamente viva. Luego un vientecito fresco sacudió la hoja de la puerta, hizo crujir la cerradura, y un cuerpo sólido y momentáneo, como una fruta madura, cayó profundamente en la alberca del patio. Algo en el aire denunciaba la presencia de una persona invisible que sonreía en la oscuridad.
“Dios mío —pensé entonces, confundida por el trastorno del tiempo—. Ahora no me sorprendería de que me llamaran para asistir a la misa del domingo pasado”.
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domingo, 20 de mayo de 2012
LA VUELTA AL MUNDO EN... ¡10 DÍAS!
La vuelta al mundo en ¿80? días... ¡No! En 10 días... Esta fue la apuesta de la campaña "Make it count" de Nike. Aquí tienes las pruebas:
De todas formas, mejor viajar sin tener que competir por hacerlo en poco tiempo...
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sábado, 19 de mayo de 2012
FACEBOOK SALE A BOLSA
Facebook sale a bolsa. Se prevé recaudar 16.000 millones de dólares que podrían llegar a ser 18.000. Ocupará el tercer lugar en cuanto a debuts en el mercado de valores, detrás de Visa y General Motors... Debe ser un buen negocio si las expectativas son estas... O no... El caso es que para calentar las cosas, General Motors el martes pasado anunció que dejaría de insertar publicidad en Facebook por su "escaso impacto". ¡Vaya!. El caso es que GM es el tercer mayor anunciante en USA, tras Procter & Gamble y AT&T, o sea que no es un don nadie... ¿Alguien entiende algo?
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viernes, 18 de mayo de 2012
LIBRE DE FORMAS Y CONCEPTOS
Libre de formas y conceptos
me acerco a ti,
desnudo de palabras,
limpio de prejuicios.
No hay definiciones previas,
ni lecciones aprendidas,
ni sentimientos adquiridos.
No hay otra forma de recorrer
esta distancia corta
ausente de puertas y ventanas
que apenas separa mis sueños
del abismo de tus miradas.
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jueves, 17 de mayo de 2012
40 ANIVERSARIO UN, DOS, TRES...
40 años, nada más y nada menos que 40 años son los que se cumplen este año del estreno de un programa que hizo furor durante décadas en España y que llegó a ser algunos años el concurso de mayor audiencia en Europa. Me refiero al famoso Un, dos, tres responda otra vez de Narciso Ibañez Serrador.
El programa se estrenó el 24 de abril de 1972 y tras 10 temporadas en diferentes años consecutivos, tuvo sus últimas entregas en 2004. Un programa auténticamente para todas las edades que mezclaba en un sólo concurso todas las modalidades de competición televisiva del momento, desde las pruebas físicas hasta las culturales, desde las subastas hasta el humor.
Somos una legión los españoles que crecimos con veladas de Un, dos, tres en antena, en tiempos en los que no había ni ordenadores ni internet, ni siquiera una mínima oferta de cadenas televisivas (y ni soñar de la TV por cable...).
He encontrado en youtube este video homenaje:
Y no puedo resistirme a colgar la canción mítica del concurso, en la cabecera de la segunda temporada, a finales de los 70:
Parece ser que la voz de la calabaza Ruperta era del propio Ibañez Serrador, Chicho...
En esta época de "revivals" no hay que descartar que el concurso resucite. No creo que fuera complicado adaptarlo a los tiempos actuales...
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miércoles, 16 de mayo de 2012
THE DONATION ARMY
¿Quién dice que está todo inventado? Ogylvi Argentina nos hace una propuesta original. La idea gira entorno a cómo encontrar los mejores y más incansables voluntarios para recoger fondos en las campañas de recogida de las ONG. En este caso se trata de una campaña de Oro Verde en favor de los bosques y qué mejores voluntarios que... ¡los propios afectados! Ésta es la propuesta:
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martes, 15 de mayo de 2012
ILUSTRACIONES DE YELLOW SUBMARINE
En 1968 los Beatles lanzaron al mercado su film Yellow submarine, su primera película animada. Una animación vanguardista y psicodélica convirtió a esta película en un icono del momento que aún hoy cuenta con numerosos fans. Todos ellos tendrán la fortuna de contar con una novedad inminente: el ilustrador Tom Whalen, con permiso de Appel Corps Limited, propietaria de los derechos de la banda, está a punto de comercializar una colección de 5 serigrafías sacadas de la película (información web). Por lo que he leído, será una edición muy limitada en su número y costará sobre los 300 dólares... así que serán pocos los afortunados. Imagino que si tiene mucho éxito, se acabarán comercializando por separado a un precio mucho más asequible.
En youtube tenéis la película subtitulada (yellow submarine film subtitulado):
El álbum del mismo nombre salió como recopilatorio de la música del film, aunque sus canciones ya habían formado parte de trabajos previos. La canción Yellow submarine, en concreto, es del álbum Revolver de 1966.
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lunes, 14 de mayo de 2012
LA CANCIÓN DE LA MUJER MÁS FEA DEL MUNDO
Un toque de humor, que falta nos hace. Una letra contundente, eso no se puede negar.
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sábado, 12 de mayo de 2012
TU AMOR ES UN AMOR A RÁFAGAS
Tu amor es un amor a ráfagas
que aguijonea mil veces con cada latido.
Y yo soy la diana de tus dardos,
la pared frente a la que ajusticias
una y otra vez todas mis penas.
Ah, si pudiera arrebatarte esa arma infernal,
cargarla de deseos apuntándote
y lanzarlos sobre ti…
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viernes, 11 de mayo de 2012
SÓLO TE LLEVARÁS ESO
Nadie que me conozca diría de mi que soy un gran aficionado al fútbol. He procurado siempre mantenerme al margen de "forofismos" e intentar conservar cierta objetividad en uno de los temas de conversación más frecuentes que uno puede encontrar en cualquier tertulia. Precisamente por ser un tema que aparece en cualquier sobremesa, alguien como yo que se mueve en el mundo comercial no puede estar ajeno a lo que ocurre en el fútbol. Me mantengo al día y, con los años, he ido apreciando y entendiendo cada vez más de este famoso deporte. Bueno, deporte y negocio, que uno va de la mano del otro sin saberse ya qué es lo que prevalece. No voy a negar que también tengo "mi equipo", en este caso el Fútbol Club Barcelona, al que prefiero ver ganar pero cuyas peripecias nunca me han quitado el sueño.
No voy a hablar de fútbol, ¡no se me ocurriría!, pues en el fondo considero que todo este rollo de campeonatos, competiciones, polémicas, etc. son un enorme tinglado que sirve para vender prensa, merchandising y comprar audiencia para los spots televisivos (sí, lo siento grandes aficionados: esto va de este palo), pero reconozco que es un gran entretenimiento, que une alrededor de un partido a amigos y familias y que rompe con todo tipo de clanes, edades y clases sociales, siendo algo que todo el mundo puede compartir. Y es en este aspecto en el que considero que el fútbol puede hacer mucho bien o todo lo contrario a una sociedad que se refleja en este deporte.
Mucho mal cuando desde los medios de comunicación y desde esa vertiente de negocio que no busca más que vender lo que sea, sin olvidar el interés de determinados políticos, se nos equipara este deporte a gestas nacionales. Cuando "España" ganó el Mundial de Fútbol, se equiparó el éxito deportivo a una especie de reivindicación nacional del estado español que en mi opinión estaba fuera de lugar. Bueno, estoy acostumbrado, cada vez que la selección nacional juega parece que es el propio pais el que se está jugando algo importante: ¡pero se trata de un deporte y de unos jugadores!
Mucho mal también se produce cuando figuras admiradas por miles o millones de personas (muchos niños) se expresan o comportan con ejemplos que deberían ser motivo de vergüenza, pero que desde el "forofismo" causan identificación. Esto ocurre cuando se agrede o insulta al adversario en el campo o desde las ruedas de prensa, cuando se menosprecia al contrario, cuando las excusas sirven para explicar derrotas deportivas, y un largo etcétera. ¡Cuánto daño hace todo ello!
Pero también mucho bien, cuando las estrellas deportivas son capaces de aprovechar su fama para buenas causas. Cuando los deportistas promueven ONG o aparecen juntos como amigos siendo de equipos rivales. Eso sí son buenos ejemplos. Y sobre todo, cuando de vez en cuando surge algún representante deportivo (jugador, entrenador o lo que sea) que se esfuerza por pensar que al otro lado del televisor hay personas que se identificarán con lo que diga, sea lo que sea y lo diga como lo diga (eso es el "forofismo"), entonces sí vale la pena la enorme divulgación que tiene este deporte.

Todo esto viene a cuento de una frase que dijo el entrenador del Barcelona, Pep Guardiola, en su última rueda de prensa en su estadio: "He recibido mucho amor por parte de ellos (los jugadores) durante todo este tiempo, ellos saben que les quiero mucho y esto es lo más bonito que nos queda" En un mundo como es el del fútbol, lleno de testosterona, donde las palabras gruesas son el escape habitual para gritar consignas en los campos, donde se apela siempre a la "rabia", la "fuerza", a "ponerle lo que hay que poner" y donde el contrincante en la competición es señalado como un enemigo poco menos que militar, hablar de amor parece que lo desenfoca todo. ¡Pero se trata de eso! Sé que es un recurso muy sobado y que se hace con demasiada facilidad, pero pongámoslo en clave de empresa: ¿saben los mánagers que se trata de eso? ¿Saben las personas que han tenido la suerte (da igual que se lo hayan ganado y que lo merezcan, al final siempre hay una pizca de suerte en todo lo que nos pasa, ¿o no lo crees así?) de tener la responsabilidad de dirigir un equipo de personas que se trata de amor? No hay más. Sólo si logras sentir afecto por las personas que diriges, si eres capaz de "quererlas" podrás ayudarlas en su desarrollo profesional y personal y recibirás a cambio pruebas de la misma moneda. Seguro que lo de Guardiola tiene mucho de postura, que es un comportamiento estudiado, pero eso no importa. Lo que importa es que sea así. Y lo que importa es que así es como su equipo ha ganado una y otra vez, un campeonato y después otro. Y tampoco importa que no se gane siempre. Lo principal de este año, la Liga española y la Champions europea, se han quedado por el camino para el equipo de Guardiola y aún así la afición le ha brindado una despedida nunca vista a su pronto ex-entrenador. Da amor y recibirás amor. Quiere a tu equipo y habrás puesto la primera piedra para conseguir los desafíos que te propongas. ¿Quién dice que amor, exigencia y éxito no pueden ir de la mano? Cuando un día dejes de ser "el jefe" sólo te llevarás las cosas buenas que hayas hecho, el cariño que hayas dado, el amor que hayas regalado. Sólo te llevarás eso.
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