sábado, 9 de mayo de 2009

SOBRE LA VIDA (comentario)

En nuestra intención de calificarlo todo, de reducirlo todo a conceptos medibles, alcanzables, comprensibles, interpretamos la vida como un continuo que tiene un principio y un final. Utilizamos comparaciones como “el camino de la vida”, “el río que es la vida”, etc. que consolidan este enfoque continuista. Nuestro concepto de tiempo, como algo que fluye de forma constante y monótona (y medible), también nos conduce al mismo punto de vista. La propia biología con el “nacemos, crecemos, nos multiplicamos y morimos” o la religión, que incluso lleva ese hilo conductor al infinito, con una continuidad más allá del punto final que explica la biología, siguen certificando esta idea. La vida como una sucesión de hechos y realidades que se sitúan en un espacio figurado una detrás de otra. La vida, como un caminar un paso primero y otro después, de forma ordenada y concreta. La vida como un crecimiento personal paulatino, evidenciado en lo físico. La vida como un auge seguido de un declive; una línea sobre una gráfica bidimensional de edad/tiempo; una flor que nace, se abre y se marchita; una metamorfosis en continua evolución.

Imaginemos por un momento que no fuera así. Hagamos el esfuerzo de intentar que nuestra mente pueda incorporar otra interpretación. La de la vida del aquí y ahora. La vida sólo reconocible en el instante que es real, en el latido de este momento, en la sensación que ahora mismo nos embarga, sea la que sea. La vida a través de la visión que ocupa nuestras retinas, más aún, la vida en el instante y el lugar en que satura nuestros sentidos. Si liberamos la vida de su atadura al tiempo, si dejamos de pensar en un camino, nos quitaremos los lastres del pasado y las predestinaciones del futuro que tanto nos condicionan. No tenemos por qué ser lo que éramos hace un instante con un pequeñísima capa más de barniz de tiempo. Podríamos ser ahora de una forma y, ¿por qué no?, después de otra muy distinta. Nos reprimimos, nos encajamos dentro de un recipiente que toma una forma estándar con pequeños matices diferenciales, y nos mantenemos en él sin cambios, cuando a nuestro alrededor todo es distinto en cada momento. Del mismo modo que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, ¿por qué pensar que nosotros no podemos ser también distintos según el instante, los sentimientos, el impacto de todo lo que nos rodea?. Una vida incomprensible, inalcanzable, inexplicable, incontrolable, desmesurada, intemporal, distinta, múltiple, variada, sorprendente, inclasificable, desbordante, rompedora y libre. ¿Acaso no es así toda la vida… menos la nuestra?.

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1 comentario:

  1. El poeta Jorge Guillén, de la generación del 27, escribió:

    Ser nada más. Y basta.
    Es la absoluta dicha.

    Estos versos empararentan con tu propuesta de vivir el aquí y ahora con intensidad, libres de las ataduras y condicionantes del pasado y los miedos paralizantes que tenemos a un futuro que no controlamos.
    En ese sentido tenemos que aprender mucho de los orientales, por eso te recomiendo un libro de Luis Racionero en Anagrama titulado: Oriente y Occidente. Esta gente es un poco rara y habla de los medios para lograr la felicididad: el ser y el amor, el ser, porque es la felicidad interior; el amor, porque es la felicidad irradiada de dentro hacía fuera.Nosotros normalmente pensamos que la felicidad viene de fuera a adentro con el consumo insaciable.
    Hablan de vivir en armonía con el flujo de los sucesos...Saludos de Pepe Sánchez Conesa.

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