viernes, 30 de diciembre de 2011

SI LA HUBIERAIS VISTO AQUEL DÍA AZUL,

Si la hubierais visto aquel día azul,

a trasluz, medio oculta en la mañana,
tan orgullosa como un broche de oro.
Ah, si la hubierais visto amanecer,
las gardenias perladas de rocío,
su perfil tallado en cristal de roca,
su figura preñada de matices.
El sol lucía con orgullo el púrpura
y el dorado de los emperadores.
Y en el génesis de su despertar
arropaba en crescendo su belleza.
Entre el perfume de la hierbabuena
y el aroma intenso del azahar,
aquel día eran todos los demás.
De haberla visto como yo la vi,
ahogado en el ébano de su piel,
perdido en el rubicón de sus ojos,
sujeto al señuelo de su presencia,
en el desmayo de un sueño profundo
en plena canícula tropical,
os hubierais reencarnado en las hebras
tejidas en el tapiz de su rostro.
Si la hubierais visto aquel día allí,
de pie junto a las rosas del jardín,
su talle bordado en hilo dorado,
quizás también alcanzara a miraros
como aquel día azul me miró a mi.
Y al verla, absortos en el holocausto
de su esplendor, hubierais como yo
gritado “¡Nike, ella es el Amor!.

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