martes, 1 de marzo de 2011
AMPLIAR EL PUNTO DE VISTA (2)
Continuando con el tema de mi anterior entrada, a continuación expongo el segundo ejemplo de cómo el punto de vista propio, cerrado a otros ángulos de visión, puede interpretar los acontecimientos históricos de forma sesgada.
Segundo ejemplo
Tras el fallecimiento de Mahoma en el año 632, los árabes unidos por la fuerza de la fe, emprendieron una extraordinaria campaña de conquista que les llevó en unos pocos años a conquistar todas las provincias bajo gobierno romano hasta entonces desde la actual Túnez hasta más allá de Irán (Persia en aquellos tiempos). Todo este vasto territorio estaba ya bajo el poder árabe en el año 650. Poco tiempo después, las fuerzas árabes se plantearon atacar el corazón del propio Imperio Romano: Constantinopla. Si la ciudad imperial caía, todo el Imperio caía con ella. Y si el Imperio caía, la entrada a Europa de los árabes, a través de las tierras balcánicas bajo protección imperial era algo seguro. Entre Constantinopla y los reyes francos, únicos con alguna posibilidad de enfrentarse a las poderosas tropas árabes, el terreno estaba abonado para la conquista. A nadie debe escapársele qué hubiera ocurrido con el cristianismo y la propia cultura occidental de la actualidad si los árabes hubieran conseguido ese propósito que, por descontado, hubiera estado acompañado por la pinza que sí lograron: acceder a Europa por la península ibérica.
Los árabes asediaron las murallas de Constantinopla durante cinco años, desde el 673 hasta el 678, pero el entonces emperador Constantino IV supo resistir y aprovechar su fortaleza naval y, sobre todo, la de las poderosas y famosas murallas de la ciudad (es curioso como en los momentos cruciales del Imperio siempre aparece un Constantino: en el origen de Constantinopla Constantino I, en el momento que estoy relatando Constantino IV y en el momento del fin del Imperio Constantino XI, que cayó definitivamente frente a los turcos en el siglo XV).
Los árabes aprendieron que por esa puerta iba a ser muy complicado entrar en Europa, por lo que siguieron avanzando por el norte de África hasta que en el año 711 entran en la península ibérica. En apenas una docena de años, prácticamente todo el territorio peninsular estaba bajo el control árabe (con las excepciones magnificadas por la historiografía hispana y que fueron el origen de lo que nosotros hemos llamado la Reconquista). En 730 las tropas árabes estaban dispuestas a alcanzar el propósito que tenían en mente y que no habían podido conseguir desde el lado oriental: la conquista de Centroeuropa. En ese año se enfrentaron en Poitiers a las tropas francas al mando de Carlos Martel, padre de Carlomagno, y fueron derrotados. Cabe atribuir esa derrota no sólo a la superior fuerza militar e ingenio de Carlos Martel y su ejército, sino también a la lógica pérdida de energía del impulso conquistador por parte de los árabes, a las luchas internas por el poder que se habían dado en esos años y, muy importante, a la enorme distancia logística que había entre Damasco y los Pirineos.
Los árabes retrocedieron hasta más allá de las marcas o fronteras francas que se establecieron a lo largo de los Pirineos y no volvieron a intentar penetrar en ellas. La batalla de Poitiers ha pasado a la historia como el momento decisivo que evitó el derrumbe de occidente ante el avance árabe.
Conclusión: el punto de vista occidental ha hecho que en los libros de historia se magnifique la importancia de la batalla de Poitiers, cuando en realidad, quién detuvo a las fuerzas árabes y permitió la supervivencia de la cultura cristiana de occidente fue el Imperio Romano de Oriente unos pocos años antes.
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